viernes, 4 de enero de 2013

Entre salones y salidas al mar

La apertura de los salones en Montjuïc, del automóvil, de la náutica, del turismo, o de cualquier otra especialidad siempre fue un buen pretexto para que, a la sazón, el reflexivo Príncipe de España se acercara a Barcelona, la otra capital; catalana y eurohispánica. El futuro monarca se informaba con detalle ya que en muchos casos era y es un entendido en diversas materias. Observaba con evidente interés, la mirada puesta en producciones de toda especie, producto de dinámicas iniciativas privadas de distinto origen o estatales y de nivel internacional. Por tanto, la mayoría de ellas de fuerte y competitivo impulso industrial.

Completaban tales jornadas informativas unas horas de distensión brindadas por la proximidad de la Barcelona portuaria, o el menos protocolario rincón del puerto deportivo de Arenys de Mar, patria chica del poeta Espriu. Horizonte azul verdoso, surcado por ligeras y raudas naves de ancho velamen...

La primera visita oficial del Príncipe fue a Montserrat, de pantalón corto. A la sazón tendría no más de ocho años. A medida que iba creciendo, el joven futuro monarca aprovechaba muchos fines de semana para lanzarse en ágiles naves viento en popa. Estrenó el palacete Albéniz, en la falda de Montjuïc -que acondicionó el alcalde Porcioles para residencia del Príncipe- desde donde contemplaba la otra capital, la Barcelona cosmopolita y eurohispánica, dos veces milenaria.

A temprana hora, allí donde estuviera, el futuro Rey, consumado políglota se entregaba a la lectura de la prensa. Media docena de quality papers con los que se familiarizó desde su época de Lausana, en la residencia de su abuela inglesa, la reina Victoria. Cierta mañana, en Barcelona protestó porque echaba en falta La Vanguardia que consideraba el diario más versado en asuntos exteriores, publicados en las páginas que dirigían los hermanos Nadal, Santiago y Carlos, apoyados en la tradicional red de corresponsales, que los Condes de Godó nunca dejaron de proveer. Dos años por lo menos aguantó el mítico Augusto Assía, en solitario y exclusivo corresponsal español de guerra en Londres. A diferencia de los demás medios españoles, que creyeron en una supuesta victoria del hitlerismo, Assía de acuerdo con la anglofilia de los Godó se mantuvo en solitario corresponsal español en un Londres sometido a masivos bombardeos.

Un ayer que no debe echarse en el olvido, cuando se abre el entreacto de un decenio, sin precedentes en la historia de la moderna estrategia que sólo dominan los más expertos. Entre esos privilegiados figura el príncipe Felipe de Borbón, con una formación de jefe de Estado Mayor a la altura de los nuevos tiempos y de la élite de la OTAN. El sucesor del rey Juan Carlos en la jefatura del Estado y de las Fuerzas Armadas será también su mejor legado.

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