sábado, 26 de enero de 2013

Herramienta o arma?

LA vida digital". Este es el título del excelente informe que Francesc Bracero publica hoy en Tendencias sobre el impacto cotidiano que, en apenas dos décadas, ha tenido el mundo de internet y uno de sus gadgets más sorprendentes e inquietantes: los teléfonos inteligentes (sic). Porque a los malditos smartphones les está sucediendo lo mismo que a cualquier invento que hemos desarrollado los bípedos: lo que era una herramienta lo acabamos transformando en un arma. Por eso también convertimos las redes sociales en vertederos. Espacios en los que anónimamente se deponen chismes, insultos, amenazas y vejaciones que obligarán a reescribir los manuales psiquiátricos de trastornos mentales. Ya éramos así, pero las facilidades para la perversión de los ciberimpostores son ahora enormes. La red ha contribuido a la democratización simbólica del conocimiento, pero también a crear una realidad virtual que nos abduce en detrimento del mundo real. La pantalla táctil o el ratón se transmutan en roedores del conocimiento. El corto y pego, la copia burda, la actualización esquizofrénica, la impostura escrita y sedentaria desplazan a la creación laboriosa. Los argentinos, que conservan un sentido del humor a prueba de cualquier bomba peronista, dicen que no hay pelotudo que no tenga un blog. Y lo sorprendente es que consumimos como posesos cualquier formato. Incluso los de personajillos detestables. Una pesadilla que adquiere su cara más patética cuando tecleamos o bramamos por el móvil en el transporte público, en una reunión o, incluso, mientras acudimos al inodoro con el zombi celular entre las manos. Más de una vez deberíamos haber tirado de la cadena cuando el maldito móvil daba señales de vida en vez de, en una maniobra imposible, comprobar el carácter insumergible del aparato.

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