miércoles, 30 de enero de 2013

En la encrucijada del arte

El sábado, las rachas de viento que hubo en el País Valenciano (de hasta 114 kilómetros por hora) hicieron que cayesen árboles y postes de electricidad, y que saliesen volando paneles, cornisas y placas solares. En Betxí, cerca de Vila-real, cayó la pared de un patio. La peor maldad de aquel viento fue que también cayó una de las esculturas de Juan Ripollés, el creador de la del aeropuerto de Castelló. Se trata de una escultura situada en una rotonda de acceso a la ciudad. Mide 29 metros de altura y pesa 35 toneladas. La inauguraron hace dos años. Se ven dos brazos con dos manos que sujetan una paloma. Ahora los brazos están en el suelo y la paloma, más que intentar elevar el vuelo, parece que quiera salir corriendo para no volver jamás.

Ante la gravedad de los hechos acudieron al lugar el alcalde de Castelló, el concejal de Seguridad Pública y el artista. Les acompañaban el ingeniero del proyecto, los mindundis que montaron la escultura según las indicaciones del gran Ripollés, la Policía Local y los bomberos. Al día siguiente, el diario Las Provincias explicaba que habían convocado una reunión para el lunes, a ver cómo harán para volver a levantar la obra. 

En el 2010, cuando la inauguraron, el grupo socialista del Ayuntamiento castellonense preguntó si la instalación era segura. Poca broma si te caen 35 toneladas de arte en la cabeza. Ahora piden que se aclare cómo ha podido pasar lo que ha pasado. Eso, los socialistas. Los de Iniciativa-Compromís han recordado que "habría podido causar graves daños personales si hubiera caído encima de los vehículos" y, de paso, han pedido al Ayuntamiento que "explique las calidades de esta y otras estatuas", en alusión clara a la grandiosa escultura erigida en honor de Carlos Fabra, el impulsor del aeropuerto, aquel señor que, el día que lo inauguraban, preguntó a sus nietos: "¿Qué? ¿Os gusta el aeropuerto del abuelo?". Es una pregunta capciosa, la de Compromís, porque sólo la ignorancia puede hacer que alguien dude de la calidad de las obras de Juan Ripollés, un artista que, hoy día, es referencia obligada en el arte plástico del mundo entero. En los círculos artísticos de Nueva York, París o São Paulo, a Juan Ripollés lo sitúan en la línea de excelencia que, desde Praxíteles, nos lleva hasta Miguel Ángel, Rodin, Henry Moore, Chillida o Lichtenstein. "Toda la sabiduría de los grandes escultores de la historia revive en Juan Ripollés", me dijo no hace mucho un crítico de arte milanés. Quien quiera saber hacia dónde va la escultura contemporánea no se puede perder el hito histórico que supone Ripollés. Eso sí, que lleve en el bolsillo una bolsa de plástico por si la emoción -el síndrome Ripollés, como se denomina en referencia al síndrome Stendhal- le impresiona hasta el punto de hacerle devolver o regurgitar, que de ambas maneras (y algunas más) puede decirse.

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