miércoles, 23 de enero de 2013

Con permiso de papá


El PSC ha hecho perder el tiempo a todo el mundo cuando, en realidad, nunca tuvo la intención

Hay que reconocer la destreza del PSC en el arte del malabarismo. Porque plantear una declaración de soberanía de un Parlament exigiendo que primero se pida permiso a papá para serlo, es ciertamente muy ingenioso. 

¿Será que la dirección socialista ha reinventado el significado de la palabra soberanía? En cualquier caso, ha hecho un monumento a esa figura retórica llamada oxímoron, capaz de unir, en un solo sintagma, dos palabras opuestas. Lo de la "música callada" que diría san Juan de la Cruz, pero con menos poesía. Y ahí están, pues, diciéndole al Parlament que está medio embarazado, y que es soberano para adentro, pero no puede salir de casa, si el amo del cotarro no le da permiso.

Francamente, todo ello es bastante patético. Lo es la maniobra del PSC, que ha hecho perder el tiempo a todo el mundo cuando, en realidad, nunca tuvo la intención de sumarse a una declaración de soberanía. Descubrir a estas alturas que no concibe el Parlament como una realidad jurídica, parece una tomadura de pelo. Entonces, ¿por qué se hicieron los ofendidos cuando se presentó el borrador de CiU y ERC? Y muchos afeando la conducta de ambos partidos y suspirando por un amplio consenso, convencidos de que el PSC estaba por la labor. No lo estaba y nunca lo estuvo, y es inevitable la profunda sensación de estafa. Pero si ello es patético, lo es aún más la parodia de sí mismo en que se ha convertido un partido cuya naturaleza heterogénea había concitado muchas complicidades. Aquello que se dio en llamar las diversas almas del PSC, todas ellas religadas por un compromiso catalanista. ¿En qué ha quedado? Y quienes se lo preguntan son, sobre todo, algunos de los líderes más notables de esa historia que supo jugar al equilibrio del puente aéreo, sin quebrar el vuelo. Hoy el PSC es una caricatura de esa voluntad de sumas y la posibilidad de que pueda quedar enmarcado en el bando del no dice mucho de su actual naturaleza. ¿Esa es la foto que quiere para la historia? Porque, salvando las lógicas distancias, se parecerá mucho a esa añeja foto de los famosos concejales del no al catalán en Barcelona, en épocas poco gloriosas. Se puede entender que el PSC no sea nacionalista, pero jugaba a ser catalanista. Pero esta negación de la soberanía del Parlament quiebra cualquier equilibrio. La cuestión, ahora, ya no será la posición del PSC, sino cuántos de sus diputados catalanistas van a romper la disciplina de un voto que también los dejará, uno a uno, bien retratados. Porque no estamos hablando de una propuesta cualquiera, sino de algo sustancial: cómo entendemos el Parlament, si como un parlamento de la señorita Pepis, o el honorable lugar donde se deposita nuestra soberanía. Parece que el PSC opta por la primera opción, y eso rompe la baraja. Porque no se puede decir que se defiende Catalunya y luego tratarla como si fuera menor de edad.

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