viernes, 25 de enero de 2013

Sujetos de soberanía

Una de las noticias de la semana: los científicos han descubierto que los perros dejaron de ser lobos hurgando en la basura humana. Si aplicamos esta hipótesis al universo de la televisión, podríamos aventurar que la telebasura nos civiliza. Domesticados gracias a una dieta omnívora, hemos perdido beligerancia carnívora. Los menús de las cadenas generalistas ofrecen nutrientes ricos en grasas saturadas y otros componentes químicos. Un zapping continuado de esta semana -gags crueles aunque oportunos sobre Pere Navarro, aforismos torrenciales de Pedro Ruiz al presentar su nuevo libro-espectáculo, consagración de la nueva remesa de ídolos de la religión choni- tampoco permite imaginar un futuro evolutivo muy halagüeño que digamos.

En la jerarquía de intereses mayoritarios, parece que, pese a su solemne y grandilocuente envoltorio, la declaración de soberanía ha tenido que competir con temas terrenales más inmediatos. Primero: el nacimiento del hijo de Shakira y de Piqué. Segunda: las cifras del paro. Las televisiones los han tratado con gran despliegue de medios. Durante un día entero, conexión permanente de diversas cadenas (omnívoras y carnívoras) con la clínica, persecuciones al padre y al abuelo, blablablás de sala de espera y, al final, por tierra, mar y Twitter, el anuncio de la buena nueva. El nacimiento de hijo de famosos tiene su propia sintaxis y Shakira y Piqué se divierten subvirtiéndola y poniendo en circulación la foto de los pies de la criatura calzando sus primeras bambas de marca. Es un gesto provocador, lo bastante frívolo protegerlo de la iconografía mesiánica (la aureola del niño Jesús no puede tener un patrocinador explícito) y desconcertar al sensacionalismo carroñero más corporativista y melodramático.

Que noticias aparentemente frívolas atraigan más que otras teóricamente nobles no es ninguna novedad. ¿Interesan los dilemas soberanistas? Probablemente, pero mucha gente prefiere comentar el nuevo peinado de Sara Carbonero o, regodeándose en la dialéctica de la ofensa, reaccionar a la chirigota catalanófoba del carnaval de Cádiz.

Hay noticias, en cambio, que rompen la jerarquía y sus circunstancias: como las cifras, terribles aunque previsibles, del paro.

En el lenguaje televisivo, el esfuerzo por explicar este fenómeno recurrente y mensual destila una gran resistencia a admitir la realidad. El discurso oficial maquilla su mensaje con una capa de eufemismos, proyecciones delirantes y prospectivas discutibles. Los profesionales de la información y del análisis tienen que tratar esta materia prima aplicando técnicas de depuración de aguas. Los portavoces de los ministerios y de las conselleries se ganan el sueldo practicando un cinismo de repertorio que ninguna confesión ni penitencia podrán redimir. Conscientes de que el momento no permite medias tintas, se intenta hablar abiertamente de catástrofe, olvidando que si una catástrofe dura tanto, quizá convenga renovar el instinto calificador (por suerte, el diagnostico está en manos de los economistas mediáticos, felizmente pedagógicos y alérgicos a cualquier euforia). Las tertulias y los noticiarios que hablan del paro transmiten más indignación que impotencia. Mezclemos economía y ciencia: al hurgar entre las cifras del paro, los perros recuperan parte del instinto de los lobos y se vuelven más peligrosos. ¿Todo es un desastre? No: el jueves vimos un buen partido entre el Málaga y el Barça.

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