martes, 29 de enero de 2013

"A deshora me levanto.

El domingo, la sección Cartas de los lectores publicaba una de Salvador Puig, de San Cugat del Vallès. Entre otras cosas decía: "Nos levantamos en horario del norte y vamos a dormir en horario del sur. No cuadra. Y en las comidas ya no nos parecemos a nadie. (...) ¿Por qué tenemos ese desajuste? Es cierto que nuestro clima, en verano, invita a aprovechar los anocheceres ya que es cuando se está mejor, pero eso no lo explica todo. No sé qué es primero, si el huevo o la gallina, pero hay factores que condicionan mucho los horarios de la mayoría de la gente. La televisión es uno muy importante. Los informativos acaban casi a las 22 h, los partidos de fútbol a las 23 h, las películas empiezan a las 22 h e incluso programas infantiles. Y, si sales, las funciones teatrales empiezan a las 21 h y los conciertos musicales más tarde. (...) Nos tendríamos que hacer más europeos y avanzar una hora el funcionamiento general de las noches". 

El lector Puig tiene más razón que un santo. Los horarios demenciales de este país son tema de conversación habitual desde hace décadas. Algunos lo justifican con el argumento de que en los países del sur de Europa vivimos una vida más alegre y eso comporta comer y cenar e ir a la cama más tarde que los del norte, pero eso no es verdad. Portugal e Italia comen y cenan en horarios comparables a los de franceses y alemanes. Pero aquí perseveramos en esa aberración. Es terrorífico ir a Francia acompañado de catalanes y ver cómo se escandalizan del horario de comida que rige: de 12 del mediodía a 2 de la tarde, en general. En Madrid hay una comisión para la racionalización de los horarios que desde hace un montón de años se esfuerza en intentar que la ciudadanía en general y las empresas en particular cambien la hora en que empieza y acaba el trabajo. Su argumento es que un horario civilizado como el de nuestros vecinos mejoraría la vida personal y familiar de los trabajadores, y permitiría aprovechar al máximo las horas de sol, con el ahorro de energía que eso significa. Lamentablemente, pasan los años y la comisión no parece que convenza a nadie. 

Hace cerca de setenta y tres años que España entró en un huso horario que no le correspondía. Fue en 1940, por decisión del victorioso Francisco Franco, que decidió modificar la hora para unificarla con la de los otros estados fascistas: Alemania e Italia. Han pasado siete décadas y, muerto Franco, ninguno de los gobiernos que ha habido después (de la UCD, el PSOE o el PP) ha vuelto a la normalidad. Ese es uno de los motivos -aunque no el único- que explica por qué la mayoría de la gente come y cena cuando el resto de los europeos ya hace rato que hacen la digestión. Ya pueden ir diciendo que España ha dejado atrás el franquismo, que la verdad es que le rinde homenaje cada día: a la hora de comer, a la hora de cenar y a la hora de ir a la cama.

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