lunes, 29 de abril de 2013

El debate sobre la deuda, el crecimiento y la austeridad


En mayo de 2010, publicamos un artículo académico titulado Crecimiento en una época de deuda, cuya conclusión principal, usando datos de 44 países a lo largo de 200 años, era que tanto en los países ricos como en los que están en vías de desarrollo, los elevados niveles de deuda pública —concretamente, una deuda pública bruta equivalente al 90% o más de la producción económica anual de un país— se asociaban con unos índices de crecimiento considerablemente más bajos.
Teniendo en cuenta los debates que están teniendo lugar en el mundo industrializado, desde Washington hasta Londres pasando por Bruselas y Tokio, sobre la mejor manera de recuperarse de la Gran Recesión, ese artículo, junto con otras investigaciones que hemos publicado, ha sido citado con frecuencia —y, a menudo, de forma exagerada o tergiversada— por políticos, analistas y activistas de todo el espectro político. La semana pasada, tres economistas de la Universidad de Massachusetts, en Amherst, publicaron un artículo que criticaba nuestros hallazgos. Descubrieron correctamente un error de codificación en una hoja de cálculo que nos llevó a calcular mal los índices de crecimiento de países altamente endeudados desde la Segunda Guerra Mundial. Pero también nos acusaron de cometer “graves errores” derivados de la “exclusión selectiva” de datos relevantes y de una “ponderación poco convencional” de las estadísticas, que son unas acusaciones que rechazamos categóricamente. (En el apéndice que acompaña a este trabajo, solo disponible en Internet, explicamos las cuestiones metodológicas y técnicas que son objeto de discusión.)
Nuestra investigación, e incluso nuestros méritos y nuestra integridad, han sido atacados con virulencia en los periódicos y en la televisión. Los dos hemos recibido mensajes por correo electrónico llenos de odio, e incluso amenazantes, en algunos de los cuales se nos culpa de los despidos de funcionarios, de los recortes en los servicios públicos y de las subidas de impuestos. Como economistas universitarios de carrera (el único servicio público de alto nivel que hemos prestado ha sido en el departamento de investigación del Fondo Monetario Internacional), estos ataques nos parecen un triste comentario sobre la politización de la investigación en las ciencias sociales. Pero nuestras opiniones no son lo que importa aquí.
Los autores del informe que se publicó la semana pasada —Thomas Herndon, Michael Ash y Robert Pollin— afirman que nuestras “conclusiones han servido de baluarte intelectual para apoyar la política de austeridad”, e instan a los legisladores a “reconsiderar el plan de austeridad tanto en Europa como en EE UU”.
Una reconsideración ponderada de la austeridad es el camino responsable para los legisladores, pero no por las razones que indican los autores. Sus conclusiones son menos espectaculares de lo que a ellos les gustaría hacerles creer. Nuestro estudio de 2010 descubrió que, a largo plazo, el crecimiento es aproximadamente un punto porcentual más bajo cuando la deuda es del 90% o más del producto interior bruto. Los investigadores de la Universidad de Massachusetts no rebaten esta conclusión fundamental, que varios investigadores han explicado con más detalle.
Los estudios académicos sobre la deuda y el crecimiento se han centrado durante algún tiempo en identificar la causalidad. ¿La deuda elevada refleja meramente unos ingresos fiscales menores y un crecimiento más lento? ¿O perjudica la deuda elevada al crecimiento?
Siempre hemos opinado que la causalidad se observa en ambas direcciones, y que no existe ninguna regla válida para todas las épocas y para todos los lugares. En un informe publicado el año pasado con Vincent R. Reinhart, analizamos prácticamente todos los episodios de deuda elevada prolongada en las economías avanzadas desde 1800, y en ningún lugar afirmábamos que el 90% fuera un umbral mágico que transforma los resultados, como han dado a entender los políticos conservadores.
Sí descubrimos que los episodios de deuda elevada (90% o más) eran poco frecuentes, largos y costosos. Solo había 26 casos en los que la relación deuda/PIB superara el 90% durante cinco años o más; el periodo medio de deuda elevada era de 23 años. En 23 de los 26 casos, el crecimiento medio era más lento durante el periodo de deuda elevada que en los periodos con unos niveles de deuda más bajos. De hecho, las economías crecían a una tasa media anual de aproximadamente el 3,5% cuando la relación era inferior al 90%, pero solo a un ritmo del 2,3% de media con unos niveles de deuda relativa más elevados.
(En 2012, la relación deuda/PIB fue del 106% en EE UU, del 82% en Alemania y del 90% en Gran Bretaña; en Japón la cifra es del 238%, pero Japón es en cierta manera excepcional porque son sus habitantes los que poseen casi toda la deuda y es un acreedor del resto del mundo.)
El hecho de que los episodios de deuda elevada duren tanto indica que no se deben, como sostienen algunos economistas liberales, simplemente a unas recesiones en el ciclo económico.
En Esta vez es distinto, nuestra historia de 2009 sobre las crisis financieras a lo largo de ocho siglos, descubrimos que cuando la deuda soberana alcanzaba unos niveles insostenibles, también lo hacía el coste de endeudamiento, suponiendo que fuera siquiera posible obtener préstamos. La actual situación a la que se enfrentan Italia y Grecia, cuyas deudas se remontan a principios de la década de 1990, mucho antes de la crisis financiera mundial de 2007-2008, corrobora este punto de vista.
Esta discusión con carga política, especialmente intensa en la última semana más o menos, ha equiparado falsamente nuestro hallazgo de una asociación negativa entre la deuda y el crecimiento con un llamamiento inequívoco a la austeridad.
Estamos de acuerdo en que el crecimiento es un objetivo difícil de alcanzar en épocas de deuda elevada. Sabemos que recortar el gasto y aumentar los impuestos es difícil en una economía con un crecimiento lento y un desempleo persistente. La austeridad raras veces funciona sin unas reformas estructurales —como por ejemplo cambios en los impuestos, en las normativas y en las medidas relacionadas con el mercado laboral— y si se diseña mal, puede afectar de una forma desproporcionada a los pobres y a la clase media. Nuestro consejo habitual ha sido evitar que se retire el estímulo fiscal demasiado rápidamente, que es una postura idéntica a la que mantienen la mayoría de los economistas convencionales.
En algunos casos, hemos sido partidarios de unas propuestas más radicales, entre las que se incluye la reestructuración de la deuda (una expresión educada para una suspensión de pagos parcial) pública y privada. Dichas reestructuraciones ayudaron a resolver el aumento de la deuda durante la Primera Guerra Mundial y la Depresión. Y durante mucho tiempo hemos estado a favor de amortizar la deuda soberana y la deuda principal de los bancos en la periferia europea (Grecia, Portugal, Irlanda y España) para impulsar el crecimiento.
En EE UU, abogamos por la reducción del principal de la hipoteca en las viviendas en las que la hipoteca es más alta que el valor de la casa. También hemos escrito sobre unas soluciones plausibles que implican una inflación moderadamente más elevada y una “represión financiera” (reducir los tipos de interés ajustados a la inflación, lo que equivale en realidad a gravar a los tenedores de bonos). Esta estrategia contribuyó a las significativas reducciones de la deuda que siguieron a la Segunda Guerra Mundial.
En resumidas cuentas, muchos países de todo el mundo tienen unas deudas públicas extraordinariamente elevadas según criterios históricos, especialmente cuando se tienen en cuenta los programas de ayuda médica y de ayuda a la tercera edad. La eliminación de esas cargas de la deuda implica normalmente una transferencia, a menudo dolorosa, de los ahorradores a los prestatarios. Esta vez no es diferente, y el último follón académico no debería desviar nuestra atención de ese hecho.
Carmen M. Reinhart y Kenneth S. Rogoff son profesores de Harvard.
Traducción de News Clips. Copyright del New York Times News Service 2013

Lo que hay


En el último programa de Salvados, un templado y sonriente señor alemán le explicaba al estupefacto Jordi Évole, en perfecto castellano y sin la más leve duda sobre su científico diagnóstico, la presente y futura realidad sobre la crisis en España: “La alternativa de una persona que percibe un sueldo precario es que no tenga ningún sueldo”. Évole insistía: “¿Precariedad o paro, esa es la sociedad a la que vamos?”. Su entrevistado le respondía como si se dirigiera a un habitante del limbo: “¿Y cuál quiere usted? Es la que hay”. Este hombre tan práctico se llama Jürgen Donges y sabe de lo que habla. Trabaja como asesor económico de Angela Merkel.
La sentencia de ese realista e informado juez puede aumentar el desasosiego colectivo, pero es preferible que por una vez el poder deje de mentir a los que ya ha condenado, que los gobernantes y los dueños del tinglado no ofrezcan repugnantes caramelos de esperanza a los débiles de la selva, que estos tengan claro que en su tragedia está excluido hasta eso tan salvaje del sálvese quien pueda.
Al menos, nos queda un fulano tan impertinente como Évole haciendo las preguntas y las pesquisas que compartimos tanta gente a los distinguidos o subterráneos jefes y capataces de la gran cloaca, a la infinita cadena de corrupción que generó el desastre. Nadie va a perder lo que robó ni los malos van al infierno, pero reconforta un poco constatar lo nerviosos que se ponen cuando se prestan a responder a interrogantes tan inaplazables como vitriólicos. Y, cómo no, corre el riesgo si intenta cruzar los sagrados límites de que le cierren su peligrosa boca. Solo es un programa de televisión, pero también una tribuna en la que nos sentimos representados bastante, rabiosa y escandalizada gente.
Hay más alivios en medio de la desolación. Las viñetas de El Roto no te regalan risas, pero si un admirativo y amargo rictus, la sensación de que es imposible mayor lucidez sobre el estado de las cosas, asombrarte de que mediante un dibujo y una frase alguien pueda expresar día a día con tanta profundidad y genio lo que está ocurriendo. Y existe un escritor impresionante llamado Rafael Chirbes hablando con prosa dura, lírica y conmovedora de crematorios y pantanos. Y los habitamos todos. Y no se salva ni dios.

Es para hoy, no para mañana


Se ultima la nueva ley para paralizar los desahucios. Se mantiene casi de forma idéntica el decreto ley de 27 de noviembre pasado. Se incluyen normas de futuro que habrán de discutirse debidamente, pero es el hoy, reconocidamente excepcional, lo que ahora importa.
Se ha despreciado la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) que cogía el toro por los cuernos y planteaba medidas excepcionales. El partido gobernante hizo un gesto, aceptando a trámite la ILP. Una vez aprobada la ley se constata que aquello fue sólo un gesto. No se ha considerado lo que la ILP implicaba de diferencia. Su pretensión de respuesta específica y contundente ante el actual drama social. La dación en pago, al margen de su potencial encaje en una legislación futura, puede ser la opción menos mala para todas las partes, precisamente en esta especial coyuntura.
Siempre he cuestionado la forma en que se elaboran las leyes, sin datos y sin evaluación alguna de las normas anteriores, pero ahora resulta más incomprensible que nunca que el Congreso no haya tenido en cuenta los resultados de la aplicación del Decreto ley 27/2012.
El Consejo General del Poder Judicial, aunque debía haber recogido esta evaluación por sí mismo, nos ha dejado actuar. La Asociación Ciudadanía y Justicia, en colaboración con Metroscopia, hicieron el resto. Aquí se presenta el Estudio, realizado en tiempo récord. Las cifras hablan: el Decreto ley sólo se ha aplicado a una ínfima minoría de los procedimientos incoados en los Juzgados de Madrid (6,3% en los del 2010 y 8,9% en los del 2011).
La conclusión no puede ser otra. Hace falta, en la línea de la ILP, instrumentar medidas excepcionales, ante la coyuntura igualmente excepcional de más de un 27% de personas en paro. Habría que concebir y regular un proceso excepcional, para hoy, sobre la base de que el prestatario de buena fe no puede ser el responsable, ni en menor medida el único, que sufra las negativas consecuencias de esa situación. La propuesta de ese nuevo procedimiento rebasa los límites de esta tribuna. Queda emplazada su descripción a otra ocasión.
Nos necesitamos todos, ahora más que nunca y nuestros políticos tienen que permitir la participación y el debate directo de los ciudadanos en la elaboración de las leyes. Razonamiento y empatía son los ingredientes necesarios en el debate legislativo, que han faltado en la redacción de esta nueva ley.
Manuela Carmena fue juez y presidenta de la asociación Ciudadanía y Justicia.

Vulnerables y vulnerados


La proposición de ley que el Senado tiene pendiente de aprobar —y con cuyas medidas se quiere reforzar la protección del deudor hipotecario— es insuficiente e ineficiente. Esta es la principal conclusión que se puede extraer de esta investigación.
El capítulo primero de la futura ley calca el contenido, y el espíritu, del Real Decreto ley 27/2012, cuando —a la luz del estudio realizado— todo parece indicar que no más de un 2% de los procedimientos hipotecarios iniciados en los años 2010 y 2011 se han podido beneficiar de la medida contenida en esta norma. Este —y otros datos recogidos en la investigación— vienen a corroborar que la nueva ley da la espalda al debate social y ha llegado a su tramitación parlamentaria sin haber medido previamente el verdadero impacto del Real Decreto al que se va a dar continuidad.
La medida de suspender los desahucios durante dos años buscaba garantizar —así se afirmaba en la exposición de motivos del Real Decreto— que ningún ciudadano fuese conducido a una situación de exclusión social. Sin embargo, el análisis de los expedientes judiciales revela la existencia de deudores cuya situación personal y económica es de suma fragilidad y que, sin embargo, quedan fuera del ámbito de aplicación del Real Decreto al no cumplir los cuatro requisitos económicos exigidos, o por vivir solos, o por no tener un modelo de familia que cumpla la literalidad de la norma, o que, teniendo ese tipo de unidad familiar, su situación de vulnerabilidad no se corresponda con ninguna de las contempladas en el texto legal.
Estos deudores sobreendeudados a consecuencia del paro y de la crisis no son vulnerables en los términos que establece el Real Decreto, pese a que su capacidad patrimonial actual sea claramente insuficiente para hacer frente a sus gastos más cotidianos y básicos.
Tras conocerse los últimos datos de la EPA cabe más bien concluir que el solo hecho de encontrarse en situación de desempleo y tener firmado un contrato de préstamo hipotecario de vivienda habitual debería ser causa suficiente para recibir un tratamiento especial previo a iniciarse un proceso de desahucio. En el actual contexto, esta parece ser la mayor situación de vulnerabilidad que podría llevar a agravar y empeorar el riesgo de exclusión social de un ciudadano.
Violeta Assiego es abogada y coordina los estudios de Discriminación, Pobreza y Exclusión Social en Metroscopia. En twitter @Vissiblesfuenteshttp://politica.elpais.com/politica/2013/04/27/actualidad/1367090159_460640.html

¿Brotes verdes?


El anhelo de regeneración de la vida política que reclama la sociedad parece llevar implícito la exigencia de un recambio de los actuales líderes: su relevo por otra generación. ¿Cuentan nuestros partidos, actualmente, con banquillo y cantera suficientes para esa renovación? ¿Percibe la ciudadanía la existencia de una nueva hornada de políticos que puedan devolverle la confianza en la actividad política como instrumento de convivencia y solución de conflictos? Metroscopia ha sometido a evaluación ciudadana a 12 políticos de diferentes partidos mencionados como potenciales protagonistas de nuestra vida política. El porcentaje de ciudadanos que conoce a cada uno de ellos es moderado, pero lograr un mayor grado de conocimiento suele tener fácil arreglo, más complicado es convencer, y, en este sentido, resulta esperanzador el potencial entusiasmo que en esta imaginaria línea de salida de su hipotético despegue hacia el estrellato parecen despertar entre la ciudadanía.
En primer lugar, porque en la comparación con sus respectivos líderes nacionales salen mejor parados —cuentan con una mejor imagen— tanto entre el conjunto de ciudadanos como entre sus respectivos electorados. Y, en segundo lugar, porque no provocan un rechazo exacerbado entre otros electorados ajenos —lo contrario que los líderes nacionales, que solo obtienen la aprobación de los suyos— y, por ello, podrían ejercer de posibles vertebradores de la vida política y social, facilitando el entendimiento que la sociedad española no ha dejado de reclamar —frente a la confrontación—, y más en momentos de crisis como el actual.
Y entre estas raíces destacan dos brotes verdes de la política: Alberto Garzón y Eduardo Madina. En el caso del diputado de IU, predominan quienes le atribuyen la capacidad de regenerar la vida política tanto entre los votantes de su partido como entre los del PSOE, los de UPyD e incluso entre los del PP. Madina logra también convencer, además de a la mayoría de sus votantes, a un porcentaje más elevado de electores de IU y de UPyD. Lo que parece quedar patente es la existencia de una acuciante necesidad por parte de la ciudadanía de cambios en la vida política: en cuanto a las ideas y propuestas pero también en cuanto a los líderes. De hecho, es probable que unas nuevas ideas y propuestas que surgieran serían creíbles solo si fueran planteadas por políticos diferentes. La regeneración política requiere otra generación de políticos: una que ya está y se la espera.fueteshttp://politica.elpais.com/politica/2013/04/27/actualidad/1367089452_994345.html

Ximo Puig y quién más


El Comité Nacional del PSPV —como, en general, todos los órganos deliberantes del resto de los partidos— es un espacio de debate en el casi nadie dice lo que piensa, pero todo el mundo piensa lo que dice. Hay varias razones que explican la prudencia de sus miembros a la hora de hablar ante sus compañeros. La inmensa mayoría de ellos son cargos electos con un elevado instinto de supervivencia, acostumbrados a hablar en público, que aquilatan mucho el poder de las palabras y saben, además, del precio que se paga si comenten la osadía de irse de la lengua contra el poder del aparato del partido. En consecuencia, estas reuniones, como la que ayer mismo celebraron los socialistas valencianos, acostumbran a convertirse en un ejercicio de retórica, repleto de frases hueras entre cuyos intersticios, en ocasiones, se cuelan palabras que son como cuchillos lanzados contra la dirección del partido. Hasta el aborregamiento tiene un límite.
Que los comités nacionales de los socialistas valencianos no sean precisamente el escenario donde más y mejor se confrontan las ideas no significa que allí no ocurra nada que pueda interesar a los ciudadanos. En ocasiones se presentan y se debaten (es un decir) documentos realmente interesantes. Ayer fue uno de esos días. El secretario general del PSPV, Ximo Puig, explicó su propuesta de reacción democrática. Un documento de 75 puntos a tener en cuenta en el que se pueden leer frases como ésta: "La razón última de tanto desapego, divorcio o, incluso, hostilidad hacia los políticos por parte de hombres y mujeres democráticamente maduros que quieren decidir libremente sobre su futuro se encuentra en la incapacidad del sistema para integrar en el orden establecido anhelos, ilusiones y proyectos propios de generaciones y tiempos nuevos. En este sentido cualquier factor que pueda menoscabar la autonomía del poder político es un hecho letal para la democracia". Resulta difícil encontrar un texto tan breve que contenga tanta autocrítica hacia el papel desarrollado en los últimos años por los partidos tradicionales, como una vindicación tan contundente de la necesidad de independencia respecto de lo que venimos en llamar los mercados, entre otros. Lamentablemente, el texto, ayer por la tarde, no se encontraba todavía en la página web del PSPV porque es, sin duda, de gran interés.
No es el primer documento en el que el secretario general de los socialistas valencianos ha demostrado su voluntad de construir un relato político desde la Comunidad Valenciana con la ambición de influir en la política federal del PSOE. Uno anterior con una apuesta clara sobre el modelo federal de Estado fue pionero en su partido, aunque los socialistas andaluces le arrebataran parte de la primicia. La apuesta de Puig por construir un discurso por encima de las miserias orgánicas de su partido es clara. Lamentablemente, muy pocos de su partido (del PSPV hablo) le siguen. Sus propuestas federalizantes o su apuesta por mejorar la calidad democrática no acaban de encontrar el eco necesario dentro de su federación ni, lo que es aún más grave, entre los miembros de su dirección más preocupados por las cuestiones orgánicas que por recuperar un pulso social que el socialismo valenciano ha perdido en buena parte en beneficio de Compromís. No es Puig el primer líder que tropieza con la indiferencia interna ante propuestas que valen la pena. Ya le ocurrió a Jorge Alarte cuando presentó un documento sugerente sobre el modelo económico que, pese a contar con el apoyo de los sindicatos y el consenso de la patronal, fue dinamitado desde dentro.fuenteshttp://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/04/27/valencia/1367090286_201570.html

‘La cuchipanda’ y Andalucía


Cospedal llega a las ruedas de prensa como si entre bambalinas se hubiera hartado de llorar (demasiado colirio, querida). Soraya piensa que es demasiado joven para morir en este naufragio y juega a ser la Monti española, toda tecnocracia. Guindos y Montoro se hacen trampas en el solitario de la economía española con cara de tramposos jugadores de póker. Wert anda enredado en su afán de acabar de una vez por todas con la cultura y desmontar la educación pública. El inefable Gallardón acelera su proyecto de construir el último robot de “mujer, mujer”, toda maternidad y dulzura, inabortable por definición.
Seis millones doscientos dos mil personas paradas y el Gobierno guarda un vergonzoso silencio. El jefe del Ejecutivo hace tiempo que desapareció. Comenzó, como todos los que ascendieron a los cielos, por pronunciar tautologías. “Sabemos lo que tenemos que hacer y lo haremos”; “al pan, pan y al vino, vino”, fueron sus proclamas iniciales, hasta que confesó que la realidad lo desbordaba y que era “very difficult todo esto”. A partir de ahí, apenas se sabe de él. Su propia existencia, como la de Dios, está puesta en entredicho: ya solo se aparece en un plasma con fondo azul celestial, como el sumo hacedor en las películas de Hollywood.
Abandonados a sus designios, los dirigentes populares se refugian en sus más ancestrales costumbres: denigrar a la izquierda, convertirse en víctimas de las movilizaciones populares y pronunciar frases propias de la calle Serrano o del Club de Campo pero que atruenan en los oídos de la sociedad. Como una cuchipanda de buena familia ironizan con las desgracias sociales, proclaman que los dramas no son tales y compiten por hacer las declaraciones más estúpidas entre risitas de complacencia. Gracias a ellas nos enteramos de que los electores del PP “se quitarían el pan de la boca con tal de pagar la hipoteca de su casa”; que los jóvenes emigrantes son, en realidad, un beneficioso efecto de “la movilidad exterior”; o que la expropiación de viviendas a los bancos aprobada por la Junta “es demagógica y populista”. La última, es realmente, siniestra. “El bipartito convierte Andalucía en Etiopía” escribe un diputado almeriense del PP, famoso él por despotricar contra actores, jueces y manifestantes.
A este lado del reino, el PP no levanta cabeza. Arenas corre tras su destino esquivo y no consigue situarse como portavoz siquiera adjunto del PP, perseguido por la saña de Cospedal y por su amistad con Bárcenas, mientras Zoido huye del suyo. Jamás se había escuchado a un líder andaluz proclamar que en ningún caso, palabrita de honor, querría ser candidato a la presidencia de la Junta de Andalucía y que hará falta un terremoto político para arrancarlo de su Ayuntamiento.
La desesperanza cunde en el PP andaluz. Su problema es que las viejas consignas de la derecha ya no funcionan. Hace algunos años juntaban las palabras “comunista”, “expropiación” y “uso social de la riqueza” y conseguían poner los pelos de punta a todo aquel que tenía unos cuantos euros o propiedades, pero la crisis ha cobrado tal magnitud que las acusaciones de izquierdismo son casi un halago más que un insulto. El problema del PP es que ya no funciona aquello de que “si gobiernan los comunistas te van a quitar tu casa” porque ahora los que te quitan tus propiedades, tu empleo y tus ahorros no son las hordas de la hoz y el martillo, sino la banca, los clubes selectos de los trajes caros y los bolsos mileuristas.
El papel de Andalucía en la política española puede ser decisivo. Su efecto contagio, refrescante. Otras comunidades ya anuncian medidas similares: la expropiación de viviendas, o los planes contra la pobreza son demostraciones de que los gobiernos pueden actuar frente a los mercados. Ahora es el momento de abrir en Andalucía la agenda del empleo, la protección y los derechos sociales porque la sociedad está deseosa de encontrar un hilo de esperanza entre tanto desastre e irresponsabilidad. Aunque Cospedal llore sin necesidad de colirio.

El enigma de la magnitud del paro juvenil


Pocas cifras alarman más a españoles y extranjeros que la regularmente publicada de un desempleo juvenil superior al 50 por ciento. Los extranjeros, en concreto, sin poder creerse el dato, se sorprenden de que el país se muestre tan pacífico y que no prendan las protestas. La verdad es que el índice de desempleo de quienes tienen entre 16 y 24 años probablemente se sitúe en menos de la mitad de la cifra oficial.
Eurostat, la oficina estadística de la Unión Europa, utiliza dos medidas para calibrar el desempleo juvenil: la primera se calcula teniendo en cuenta a todos los que constituyen la población activa de ese grupo de edad (es decir, los empleados y los que buscan activamente trabajo) y se conoce con el nombre de “tasa”; a la segunda, que incluye a todos los jóvenes, se la denomina “ratio” de desempleo. La primera fórmula situaba el índice de desempleo juvenil español en el 53 por ciento a finales de 2012 (tres veces más que en 2007, en el punto culminante delboom económico) y el segundo indicador (la ratio), más cercano a la realidad, en el 22 por ciento.
La cifra del 53 por ciento (57 por ciento en marzo) es irreal y, además, crea confusión, ya que es la única que se difunde. Incluye, pero sin que se sepa en qué medida, a quienes están terminando su educación secundaria, a universitarios y a estudiantes de formación profesional, aunque en sentido estricto ninguno de ellos forme parte de la población activa (el denominador utilizado para calcular el desempleo). En el caso de los adultos (los mayores de 24 años), el cálculo sí tiene sentido, ya que, en general, este grupo sí ha terminado su educación, pero no en el de los menores de 24 años, que en su mayoría siguen estudiando.
A finales de 2012, el número de jóvenes de entre 16 y 24 años era de 4,1 millones, de los cuales, según la Encuesta de Población Activa, 1,7 formaban parte de dicha población activa en la definición comúnmente aceptada. Dicho de otro modo, sólo el 41 por ciento de este grupo de edad estaba trabajando o buscando trabajo, y casi un 90 ciento de los desempleados o de los que buscaban trabajo (2,4 millones) eran estudiantes (2,1 millones). El resto eran mujeres dedicadas exclusivamente al hogar y “ni-nis”, los que ni estudian, ni trabajan ni buscan empleo.
Por razones que la propia Eurostat sabrá, este organismo utiliza una definición irreal del índice de desempleo juvenil, aunque no de la tasa de desempleo general del conjunto del país (situada actualmente en el 27 por ciento). El numerador de esta fórmula para calcular el índice de desempleo juvenil lo integran los desempleados, incluyendo estudiantes que buscan empleo, y el denominador, los ocupados y desempleados. La fórmula que, en mi opinión, habría que utilizar para calibrar adecuadamente el desempleo juvenil debería incluir en el denominador al numeroso grupo de estudiantes que entra y sale del mercado laboral con gran volatilidad dependiendo del ciclo económico.
Hoy están en paro la mayoría de los que abandonaron prematuramente las aulas durante el ‘boom’ económico
En España, la brecha entre la ratio y la tasa de desempleo juvenil era de 31 puntos en 2012: la más elevada de la Unión Europea después de la de Grecia. En Alemania, esa brecha entre la ratio y la tasa es minúscula, y ambos indicadores son muy reducidos (están por debajo del 10 por ciento). En España, la brecha refleja otros dos graves problemas: la todavía muy elevada tasa de abandono escolar prematuro (25 por ciento en 2012, frente al 33 por ciento de 2007) y la precariedad del mercado laboral (más de un cuarto de los contratos son temporales, frente a alrededor de un tercio en 2007). Hoy están en paro la mayoría de los que abandonaron prematuramente las aulas durante el boom económico español para trabajar en la construcción.
Del mismo modo que la tasa de paro juvenil es irreal —y su difusión produce alarma, contribuyendo a la nueva “leyenda negra” del fracaso de España—, la cifra total de paro español, que lo sitúa en 6,2 millones, no responde a la realidad, y con esto no pretendo negar el profundo problema de desempleo del país. Si a esos 6,2 millones se le restan las más de 2 millones de personas de entre 16 y 24 años que están estudiando pero que, según la definición de Eurostat, se cuentan (aunque no sepamos en qué magnitud) como paradas, el número de desempleados en España rondaría los 4 millones, todavía un altísimo 19 por ciento de tasa de desempleo pero lejos del 27 por ciento.
El Gobierno se queja de que los medios de comunicación, los analistas y las instituciones internacionales tratan injustamente a España. Eurostat, por el bien de la Unión Europea, y el Gobierno español, por razones de transparencia, darían un gran servicio público si publicaran regularmente tanto la tasa como la ratio de desempleo, poniendo así fin a una distorsión de la realidad y a esa nueva leyenda negra de fracaso español.
William Chislett es investigador asociado del Real Instituto Elcano y su próximo libro sobre España será publicado por Oxford University Press en julio.
Traducción de Jesús Cuéllar Menezo.fuenteshttp://elpais.com/elpais/2013/04/22/opinion/1366640373_850964.html

‘Austericidio’


Se está creando por fin el caldo de cultivo de un extraordinario malestar social, que podría llegar a producir un estallido civil por el efecto catalizador del injusto austericidio que nos infligen? Existen múltiples indicios que parecen sugerirlo así, resumibles en los tres siguientes. Ante todo, por supuesto, el ingente auge del paro, que sigue desbordándose por el efecto retardado de la reforma laboral aprobada hace un año. Como ya se han desmenuzado las tripas de la EPA del jueves, me limitaré a recordar que hay casi dos millones de jóvenes en paro: la tristemente célebre generación perdida, que llegado el momento podría incorporarse a una airada rebelión civil.
En segundo lugar, el empecinamiento en el austericidio mismo. Ha quedado meridianamente demostrado que la política de ajuste fiscal está contrayendo todavía más la segunda recesión, bloqueando en consecuencia la salida de la crisis. Así ha terminado por reconocerlo la Comisión Europea (Durao Barroso) siguiendo los pasos del FMI (Olivier Blanchard), tras el escándalo de la hoja de cálculo (aquel maldito error de Reinhart y Rogoff que sirvió para condenar el déficit deudor). Pero pese a ello, el directorio europeo (Merkel y Rehn) continúa exigiendo mayor austeridad todavía, como precio a pagar por la moratoria en el ajuste del déficit. Sostenella y no enmendalla. Con lo cual nos condenan a españoles y mediterráneos a prolongar indefinidamente nuestra caída en la recesión. Si no quieres caldo, toma dos tazas.
Y en tercer lugar, la estolidez política del Gobierno Rajoy, incapaz de administrar la ruina con un mínimo de inteligencia y empatía ciudadana. Aplica el austericidio que le imponen sus superiores europeos con la sordera moral de un tecnócrata que cumple su deber con rutinaria rigidez, revelando así la misma banalidad maligna que Hanna Arendt diagnosticó en otro contexto muy distinto. Y un triste ejemplo de esta burocrática indiferencia por el sufrimiento ciudadano lo tenemos en su chapucera tramitación de la nueva ley hipotecaria.
¿Era necesario afrentar a los pobres desahuciados fingiendo que se aceptaba su Iniciativa Legislativa Popular para después suprimirla y tergiversarla? Lo mismo que se ha hecho con los escraches, a los que se criminaliza para poder culpar a las víctimas. Cada vez que maltratan y humillan al ciudadano de a pie, ofendiendo su dignidad herida, recuerdo aquella frase lapidaria de una diputada popular: "¡Que se jodan!" Es el más certero autorretrato de la casta que nos gobierna. Pero semejante desdén es algo peor que una crueldad. Es un error político de primera magnitud, pues los ciudadanos ni merecen ni perdonan al gobernante que les pierde el respeto y les trata de esa forma.
De modo que las condiciones están creadas para que un día de estos la ciudadanía de a pie se lance a la calle a expresar en público su ruidosa protesta y rabioso descontento. Y de hecho ya lo vienen haciendo, pues el pasado 2012 fue el año de mayor conflictividad social, con mucha mayor extensión e intensidad de las protestas públicas (huelgas, manifestaciones, ocupaciones de plazas e instituciones, etcétera) que las que hubo incluso en 2011 (el año del 15-M). Pero no ha habido ni de momento se espera que haya ningún verdadero estallido social. La protesta del jueves pasado (día en que se publicaba la EPA del paro), organizada por la plataforma ¡En Pie! que proponía tomar el Congreso como quien toma la Bastilla, fue un completo fracaso. Y algo parecido puede pasar con las manifestaciones del Primero de mayo.
¿Por qué no estalla la calle en España? Mucho se ha hablado del familismo que protege a los jóvenes españoles y les sirve de red de apoyo incondicional, lo que explica que no experimenten la necesidad acuciante de sublevarse. Pero lo mismo ocurre en Grecia y allí la calle estalla en llamas, incendiada por las antorchas ultraderechistas de Aurora Dorada. O en Italia, cuya generación perdida se ha integrado en el movimiento antipolítico Cinco Estrellas, que a punto está de minar y descomponer desde dentro su sistema institucional. ¿Por qué su familismo mediterráneo es compatible con la resistencia popular, mientras que el español en cambio es conformista y contemporizador?
Mi hipótesis es que la protesta en España está protagonizada por los jóvenes universitarios de clase media, que por desclasados que estén no parecen dispuestos a destruir un sistema al que pretenden regenerar para poder integrarse en él. Aquí las clases populares, las únicas propensas al radicalismo violento, han perdido su capacidad movilizadora, como revela el declive sindical. Y por eso toda la conflictividad está liderada por movimientos pacifistas de clase media: el 15-M, las mareas blanca y verde. Aquí la revolución no tendrá lugar

La desconfianza


El debate académico, el de los filósofos, los ensayistas, los historiadores, se ventila todavía en la prensa. Se dedican muchas páginas al fútbol, a la farándula, a la vida privada de los personajes públicos, pero la discusión de ideas, la reinterpretación, la lectura crítica, conservan su espacio, a pesar de todo. Mientras esto ocurra, la conciencia europea podrá seguir respirando. Leo una cita de Robespierre en el texto de una historiadora actual de la Revolución Francesa. “Frente al sentimiento íntimo de la libertad, escribía Robespierre, la desconfianza juega el mismo papel que los celos en el amor”.
La desconfianza, que pide cuentas, que exige transparencia, que ejerce una vigilancia constante, sería, por lo tanto, una virtud republicana. Pero el nombre de Robespierre, claro está, el tirano del nuevo orden, el vigía de la pureza revolucionaria, nos desanima. Es, con diferencias de matices, el antepasado más directo de José Stalin. Es un excesivo, un primer extremista, un hombre de la familia mental del Padre de los Pueblos. Y no hemos salido por completo, al menos en los debates de ahora, de la alternativa entre la guillotina, el paredón, o la blandura social demócrata, las concesiones, el posibilismo, los poderes negociados. “No conozco más que dos partidos, alegaba Robespierre, el de los buenos y el de los malos ciudadanos”.
La oposición, en resumen, no debe ser tolerada; la oposición al gobierno progresista está formada por el partido de los malos, por lacras sociales. Ahora bien, cuando estas ideas mantienen una vigencia intelectual en Europa, cuando pueden discutirse en las aulas o en columnas de prensa, corren el riesgo de ser tomadas al pie de la letra en América Latina. Allí hay gente simple, pero astuta, infinitamente ambiciosa, que se aprovecha sin escrúpulos de ideas europeas complejas y que en definitiva no entiende.
Robespierre es, con diferencias de matices, el antepasado más directo de José Stalin
En Chile, en debates constitucionales de apariencia técnica, de supuesta seriedad jurídica, somos capaces de llegar a conclusiones que de serias tienen bastante poco. Y la desigualdad de fortunas sirve de justificación para casi todo. Entro en una nueva página de ensayismo dominical de París. Si la pobreza no es un crimen, como se sostenía en la campaña publicitaria de una institución benéfica, la riqueza, afirma el autor de un ensayo de estos días, el señor Pascal Bruckner, tampoco lo es. Y agrega que vivimos en un momento de refundación del capitalismo después de la etapa de Thatcher y Reagan. Sólo los capitalistas son capaces de matar el capitalismo, declaró en una oportunidad el alcalde Félix Rohatyn de Nueva York. Y quizá, también, de salvarlo de sus propios excesos, de su voracidad autodestructiva.
La riqueza personal, por grande que sea, puede tener una justificación: crear más riqueza, difundir la cultura, contribuir enriquecer la mente humana. ¿Pura utopía? Conocemos la diferencia entre los nuevos ricos y los ricos tradicionales. ¿Podemos defender en alguna forma la riqueza, la nueva y la vieja, o son indefendibles? Y en este último caso, ¿pueden crecer las sociedades humanas sin que se produzcan desigualdades cada vez mayores?
Maximiliano Robespierre creyó, finalmente, en la ruptura con el antiguo régimen, en el temible Comité de Salud Pública y en la guillotina. Stalin llegó a conclusiones parecidas. Los principales enemigos de aquellos personajes son las políticas de progresos graduales, de reformas aceptables. En períodos de crisis, de reajustes inevitables, la crítica se hace general. Pronto llegamos al invierno de nuestro descontento, para citar a Shakespeare.
En Chile, en debates de apariencia técnica, somos capaces de llegar a conclusiones que de serias tienen poco
Ahora se discute en Francia sobre la próxima gran figura histórica que debería ingresar al Panteón de los Hombres Ilustres. ¿Cuáles serán los nombres de los “panteonizables” para la presidencia de Hollande, se preguntan algunos? Y se habla, entre otros, de Diderot y de Jules Michelet. Aunque quizá no tenga derecho a hacerlo, me permito esbozar una opinión personal. Me parece que la palabra de Denis Diderot es civilizada, acogedora, transformadora, pacífica. Su crítica del pasado es convincente, más contundente que ninguna otra, y a la vez humana, en último término conciliadora. Michelet, escritor de genio, prosista insuperable, que a veces parece inspirado por voces superiores, como una Juana de Arco de la historia, incurre, sin embargo, en desconfianzas difíciles de tolerar. Admira a Montaigne, por ejemplo, porque no se puede dejar de admirar su escritura, pero desconfía de su posición política, de su visión de los sucesos contemporáneos, de sus bienes personales. Participa de la desconfianza que Robespierre había elevado a la condición de virtud cívica.
Diderot, en cambio, el impagable autor de La religiosa, es capaz de describir con gracia, con humor, con belleza verbal, la diferencia entre un asado aristocrático, en un claro de bosque, entre caballeros cazadores, y la olla democrática, doméstica y modesta, de familia, donde todos los ingredientes entran y contribuyen al sabor final, popular. Me divierto con la prosa brillante de Jules Michelet, adquiero sabiduría en las páginas inimitables de Michel de Montaigne, el Señor de la Montaña, como lo llamaba Quevedo, y voto, aunque no tenga derecho a voto, por Diderot, el amable, el ingenioso, el precursor de la modernidad, para todos los panteones de este mundo.

Lo que aún es nuestro


Una joven vive feliz con su familia. Un día, un desconocido les visita y se queda a vivir en la casa. Pasean juntos, se miran, cuando están solos unen con cuidado sus manos. Pero el desconocido se va, y la melancolía invade el corazón de la joven. Pasa un año e inesperadamente el huésped regresa. Ella se sobresalta al verle en la casa. “No temas, querida, le dice su amigo, soy invisible para los demás”. Y se besan apasionadamente. A partir de ese momento viven su idilio a espaldas de todos. Las mejillas de la muchacha se sonrojan y sus padres piensan que tiene fiebre, pero es la presencia de ese huésped secreto quien las hace encenderse de amor. El relato se titula El secreto, y pertenece al último libro de Juan Eduardo Zúñiga, Misterios de las noches y de los días. Un libro lleno de aparecidos, de perturbadores secretos, de promesas que regresan. El relato de la joven y su invisible amante apenas tiene una página, pero habla del lado inasible del amor, de su levedad y tristeza, del lado oculto de lo real. Nos dice que son los muertos los que nos enseñan a amar.
Un extraño personaje recorre en una limusina distintas zonas de Paris. La limusina es en realidad un camerino en el que se va disfrazando de distintos personajes. Pasa de ser un gran ejecutivo a un asesino, después un mendigo comedor de flores, un ninja voluptuoso, un amante que trata de volver a los lugares donde fue feliz, hasta terminar de regreso en su casa con una familia de amorosos monos. Se trata deHoly motors la película de Leo Carax. En una de sus escenas alguien le pregunta al actor por el sentido de su búsqueda. Busco la belleza del acto, afirma. Y cuando su interlocutor le dice que la belleza está en los ojos del que mira, el actor le contesta: ¿Y si no ya no sabemos mirar?
Creer en lo divino y no aspirar a alcanzarlo es la única posibilidad de felicidad que existe”
En El maestro, la novela que Colm Toíbín dedica a Henry James, hay un instante en que éste al lamentar la muerte de una amiga y descubrir que puede ofrecerle al escribir las experiencias que ella habría podido tener y proporcionarle la vida que tan cruelmente se había truncado, “se pregunta si otros escritores antes que él habían experimentado algo así, si Hawthorne o George Eliot habían intentado que los muertos volvieran a la vida, si habían trabajado todo el día y toda la noche, como un mago o un alquimista, desafiando al destino, al tiempo y a todos los implacables elementos, para volver a crear una vida sagrada”.
A esa vida sagrada se refiere Giorgio Agamben en un pequeño ensayo de su libro Profanaciones. Recuerda una frase de Kafka, en sus conversaciones con Janouch: “Hay esperanza pero no para nosotros”. Agamben afirma que esta frase no quiere decir que la felicidad no sea para nosotros, “sino que ella nos espera sólo en el punto en el que no nos estaba destinada, donde no era para nosotros. Es decir: por magia”. Y enseguida afirma: “Creer en lo divino y no aspirar a alcanzarlo es la única posibilidad de felicidad que existe en la tierra”.
Un escritor que ronda la vejez se queda atrapado en un cuarto de baño con una periodista que podría ser su nieta. Los dos están desnudos y el escritor habla sin descanso. Lo hace convencido de que sus palabras le permitirán sustraerse al paso del tiempo y seducir a la muchacha. La película de David Trueba Madrid 1987 recuerda una leyenda judía titulada La rosa y la muerte. En ella un rabino de Praga logra construir un pequeño artefacto que, como las palabras al escritor, le permite burlar a la muerte. Es ya un anciano cuando una nieta suya le llama desde el jardín para regalarle una rosa. El anciano corre conmovido a su encuentro para descubrir que en esa rosa se esconde la muerte.
Una mujer viaja con su hija pequeña a una ciudad. Tiene una aventura inesperada en el tren, donde su hija está a punto de morir a causa de su descuido. Mujeres que hacen disparates sin que puedan explicar por qué, que buscan algo que la vida no tiene, así son muchos personajes de Alice Munro. “Solemos decir, se lee en la última frase de Mi vida querida, que hay cosas que no se pueden perdonar, o que nunca podremos perdonarnos. Y sin embargo lo hacemos, lo hacemos a todas las horas”.
Un director de cine discute con su técnico de sonido. Están grabando una escena en la vereda de un río, y el director le reprocha que en la banda sonora se oigan sonidos que no se corresponden con las cosas que aparecen en el plano. El técnico le dice que esos sonidos existen, aunque nadie llegue a escucharlos. La escena pertenece a Aquel querido mes agosto, la película de Miguel Gomes. De eso habla tambiénTabú, su obra más reciente, de cosas que se han extinguido, de esa memoria amorosa capaz de enfrentarse al paso inexorable del tiempo. Hacer cine para hablar sólo de lo que amamos.
Solemos decir que hay cosas que no se pueden perdonar, pero lo hacemos a todas horas”
En Volver, la novela de Toni Morrison, un excombatiente vaga a tientas por su incomprensible país. Hace muchos años él y su hermana pequeña vieron enterrar a una niña en el monte y sólo sueña en encontrar a su hermana y regresar con ella a ese lugar, como si sólo en los huesos de aquella niña asesinada, como sucede en El enebro el cuento de los hermanos Grimm, se guardara la promesa de la resurrección de los dos.
En El lugar de la palabra, su ensayo sobre cábala y poesía, Elisa Martín Ortega nos recuerda que para los judíos el paraíso tiene que ver con el conocimiento y la búsqueda de la felicidad: no implica nostalgia del pasado, sino promesa y utopía. “Me sigo preguntando, añade, si existe algo así como una forma de esperanza en toda escritura poética. (...) Una esperanza que vive en el hecho de decir, y en el lenguaje mismo”. El maná, el alimento que Dios envía a su pueblo mientra vaga por el desierto, es un resto de ese paraíso perdido y saborearlo es regresar al mundo del conocimiento y el asombro. La palabra maná, nos recuerda la escritora, viene del hebreo man-hu, que significa “¿qué es?”. Es decir, los judíos que abandonaron Egipto en busca de la tierra prometida, comieron durante cuarenta años “¿qué es?”.
No importa la deslealtad de cuantos habiendo sido elegidos para defender el bien común solo piensan en gobernar para sí mismos y los que son como ellos, no importa lo arrasado que descubramos este triste país ni lo injusta y vulgar que nos parezca la sociedad que compartimos, siempre que algo nos hace preguntarnos con asombro “¿qué es?” esemaná vuelve a caer en el mundo. Qué son los huesos de la niña enterrada, qué busca esa joven madre en los brazos del hombre del tren, qué quiere el amante que regresa de la muerte, o cómo será tener una familia de monos. De dónde nacen los versos que el fantasma de Tonia, el protagonista de Morir como un hombre, la película de Joao Pedro Rodrigues, canta en el cementerio ante su propio cadáver y el de su amigo en uno de los finales más hermosos del cine reciente. Todos estos ejemplos son mi pequeña cosecha de “¿qué es?” en este último mes. Como aquel maná inmerecido que recibían los judíos en su largo exilio, todos ellos pertenecen al mundo del encanto. Nada tienen que ver con ese sentirse saciado que es la sola búsqueda de este tiempo: los bienes no son la vida. Nos devuelven al mundo del primer día. Son lo que aún es nuestro, lo que nadie nos puede quitar.
Gustavo Martín Garzo es escritor

domingo, 28 de abril de 2013

Mal código para la buena esposa


La publicación de una guía de la buena esposa en el blog Eros de la edición digital del diario ha provocado un aluvión de críticas. La responsable de la Escuela de la Esposa que se presenta en el texto, Sarah J. Symonds, recomienda a las mujeres casadas que no ganen peso y vistan bien para que su marido únicamente tenga ojos para ella. “Asegúrate”, prosigue, “de permanecer despierta hasta tarde para pasar tiempo con él después de un día duro. Incluso si estás cansada. Pregúntale cómo ha sido su trabajo o actividades, antes de contarle tus problemas (pero no demasiados)”. Otros consejos hablan de que “los hombres quieren sentirse como hombres. Quieren sentirse necesitados y deseados. Dile lo mucho que lo aprecias, sobre todo cuando hace algo bien. Hazle saber que lo respetas como hombre. Y tócale. Sé táctil con él” o “si te gusta llevar chándal, asegúrate de cambiarte antes de que vuelva a casa después del trabajo. Ponte algo sexy. Ah, y no olvides depilarte las piernas y otras partes”. También recomienda ser ordenada, “Esconde los juguetes de los niños y cualquier otro detalle que implique descuido o desorden”. Menos mal que también sostiene que la esposa debe trabajar para una relación, “nunca sufrir por ella”. Y aclara que “nunca seas una alfombra para tu marido. Tienes que ser una mujer fuerte, y hazle saber que si alguna vez te maltrata o te engaña, no lo vas a tolerar. Enséñale que te tiene que respetar y que te perderá si te engaña. Además, ten tu propia vida y tus propios intereses, para que seas mucho más que solo una esposa". Pero incluso este consejo final se hace pensando en los intereses del marido (“De lo contrario, no tendrás nada que contarle o no podrás sorprenderle”).
 “Sé que el artículo es traducción de otro, pero en ningún momento veo que se critique o comente el planteamiento tan aberrante que tiene. No entiendo cómo en pleno siglo XXI se puede siquiera sugerir que una persona renuncie a sus inquietudes, su voluntad e incluso sus derechos humanos más básicos (…) para convertirse en un objeto de uso al servicio de otra persona. Es apología de la esclavitud, de la prostitución doméstica”, escribe Marta García. Lidia Cuesta critica que se perpetúe la sumisión de la esposa y el machismo. “Me resulta indignante que un medio de comunicación nacional puede consentir tal publicación retrógrada y digna de la Sección Femenina de la Falange Española. En la era de la igualdad de género, de la conciliación laboral-familiar y de los permisos de paternidad, publicáis este artículo que aconseja a las mujeres que quieran ser buenas esposas aberraciones como: ¡No le regañes!; tener intimidad con tu marido todos los días...”. A Carles Baiges le parece más propio de la España franquista que de EL PAÍS del 2013. Blanca Rilova escribe que el artículo perpetúa “los roles y estereotipos que tanto daño han hecho a las mujeres, anteponiendo lacomodidad del marido a los deseos y felicidad de la propia mujer, entendiendo que es nuestro trabajo hacer que nuestra relación funcione, en este caso, evitando las infidelidades”. Pilar Aguilar encuentra igualmente reminiscencias de las recomendaciones que daba la Sección Femenina (“salvo que la referencia a la sexualidad no era tan explícita") y se plantea: “¿Publicaría con esa misma "inconsciencia" (por decirlo con palabras suaves) las recomendaciones que daban los sindicatos verticales fascistas a los obreros para ser buenos trabajadores? Contra lo que parece lógico, el blog no concluye preguntándose: ¿qué mujer en su sano juicio querría casarse en estas condiciones? Así es que me veo obligada a preguntar: ¿cómo EL PAÍS es tan absolutamente reaccionario y machista?”
Indudablemente, los consejos de la responsable de la citada Escuela de la Esposa salen de las habituales recetas sobre juegos eróticos. Propone una conducta hogareña de la buena esposa que mantiene roles que, en algunos momentos, parecen reverberaciones de rancios consultorios sentimentales periclitados. No es un manual lúdico. Es un recetario de comportamientos conyugales con unas obligaciones unilaterales que remiten a una indefendible idea sobre la esposa que, lógicamente, ha indignado.
Basta leer otros textos de la autora de este artículo, Venus O'Hara, que recoge los consejos de la experta británica, para comprender que no comparte estos postulados, algo que me ha ratificado personalmente, aunque considera informativo conocer que existen este tipo de escuelas en pleno 2013. De hecho, el viernes publicó un nuevo texto en el blog donde comenta la polémica y elabora, esta vez sin acudir a un texto ajeno, una guía para el supuesto buen marido. Pero el primer texto, el que aquí comentamos, carece de una necesaria y clara reflexión crítica y del suficiente distanciamiento ("curiosamente, todavía no existe ninguna escuela de maridos...Y vosotros, ¿que opináis de todo esto?") para entender que no se reproducen sus consejos con ánimo prescriptivo sino polémico.
Hay consejos que remiten a una indefendible idea sobre la esposa
Al margen de este episodio, no es la primera vez que recibo cartas, aunque sin la intensidad de este caso, críticas con la propia existencia de este blog. Quejas sobre la inclusión de imágenes o mensajes a los que algunos lectores aplican el deslizante concepto de pornografía. Creo, sin embargo, que el propósito editorial del mismo es interesante ("He aquí un rincón erótico festivo dedicado a las relaciones y la atracción entre seres humanos, esa faceta que nos hace la vida más placentera, tierna, amorosa, plena… Un blog coral que apuesta por el juego, la provocación, lo sensual y el sexo como acto libre, adulto, compartido, real o ficticio, siempre divertido. Eso sí, si tu mirada no es amplia y tolerante, mejor no te detengas aquí"). Da el protagonismo al relato femenino, una escritura menos habitual en estos temas que la masculina. Un blog que se construye con relatos personales, que no tienen la misma condición que un texto informativo. Sin entrar en el debate sobre lo pornográfico, basta recordar aquella definición del surrealismo francés: la pornografía es el erotismo de los otros. El erotismo, además, como escribió Bataille, es uno de los aspectos de la vida interior de las personas que va mucho más allá de lo que Luis García Berlanga llamaba la sexualidad del émbolo.
Por otra parte, esta semana, varios lectores han criticado un texto, particularmente el titular, sobre la nueva ministra venezolana de Deporte ("El sable más sexi de Maduro"). Cristina Díaz, por ejemplo, escribe: "Considero que esta mujer es una atleta olímpica, licenciada, y ahora política. ¿Por qué narices se enfoca el reportaje en el atractivo físico? Me indigna que siempre hagan esto con las mujeres. Con los hombres, sean feos o guapos, no ocurre”. Tania, a su vez, se pregunta por qué el titular se centra en su físico. La citada ministra es medalla olímpica de esgrima, odontóloga y episódicamente modelo. La propia información explica que tiene credenciales suficientes para ocupar el ministerio y alude a su activismo social. El hecho de que publicara su almanaque de fotos, haya posado en 2008 con cierta osadía para un reportaje donde hacían otro tanto desde músicos a arquitectos compatriotas ("El país se desnuda") y expuesto sus propias teorías sobre la belleza femenina explica que el artículo atienda a estos aspectos. Sin embargo, destacar en el titular alusiones al aspecto físico o, como ha sucedido en otras ocasiones, comentar una vestimenta cuando el personaje es una mujer, algo que no acostumbra a suceder cuando el personaje es masculino, consagra estereotipos.

Los nacionalizados


Una parte significativa del Gobierno, al frente de la cual se halla el ministro de Economía Luis de Guindos, quiere utilizar los bancos nacionalizados por la crisis (Bankia, Catalunya Banc, Novagalicia Banco) como instrumento de su política económica. No en vano entre ellos alcanzan alrededor de un 15% de la cuota de mercado del sistema financiero español. Sustancialmente, en dos terrenos: que abanderen la recuperación del crédito a las empresas y familias, y que al desprenderse de sus participaciones industriales (sobre todo Bankia en IAG, Indra o Iberdrola) no den cabida en las mismas a socios indeseables, tipo fondos buitres.
Para ello, la banca nacionalizada habrá de convertirse en banca pública al menos mientras no se inicie un proceso de privatización de la misma, si es que se hace (de lo que dudan pocos, al menos mientras gobierne el PP). Una banca pública compuesta por entidades distintas, sin holdingni fusiones, con consejeros delegados distintos, limpia de productos basura (traspasados al banco malo), recapitalizadas con 40.000 millones de euros procedentes de Bruselas, y con buenos equipos de gestión (muchos destacan la presencia de José Ignacio Goirigolzarri). Por tanto, nuestras autoridades habrán de explicar con profundidad, luz y taquígrafos, en qué consistirá esa coordinación de la que hablan.
Si la misma es efectiva, no será bien recibida por el resto del sector financiero privado, que en estos momentos no pasa por un romance con el Gobierno Rajoy. Lo dijo hace unos días el presidente de la patronal bancaria, Miguel Martín: “La parte sana del sector está pagando lo que no puede poner el Estado [seguramente se refería a las derramas al Fondo de Garantía de Depósitos para dar liquidez a las preferentes, a las ayudas al banco malo...]. Si se necesita que haya crédito habrá que cuidar a la parte sana porque es quien puede atender a la economía”.
Tampoco parecía estar muy de acuerdo con la banca pública el subgobernador del Banco de España, Fernando Restoy, quien en un artículo teórico titulado “La intervención estatal en el sector bancario”, dentro de un libro homenaje al economista Julio Segura (Ensayos sobre economía y política económica. Antoni Bosch editor) —escrito bastante antes de que el Gobierno se pronunciase sobre este asunto— dijo en esencia que la propiedad pública no resulta, en general, un mecanismo eficaz para corregir las imperfecciones del mercado de servicios bancarios y, con frecuencia, tiende a acentuarlas.
Después de una nacionalización por necesidad, en una especie de socialización de pérdidas, el Gobierno se ha encontrado con un grupo de entidades bancarias que, en el extremo, podría ser una especie de germen de la antigua Argentaria. Habrá que estar atentos a su hipotética privatización (¿en este caso también se comería el pez pequeño al grande, como antaño?) y a la extraordinaria concentración del sector resultante, muy parecido a un oligopolio.

El sueño exterior


uando la historia se repite lo hace como farsa, es uno de los aforismos más célebres de Karl Marx, publicado en El 18 brumario de Luis Bonaparte. Y suelen ser los seres humanos los que consiguen, con su voluntad y sus acciones, que se cumpla una máxima tan deprimente.
José Manuel García Margallo, ministro de Asuntos Exteriores, ha dado una lección ejemplar de ello. El ministro tenía una misión que cumplir en Israel: apoyar a las empresas españolas que se presentan a licitaciones de grandes concursos, entre ellos los de la alta velocidad ferroviaria. Pero eso debió de parecerle poco. Ni corto ni perezoso, se enroló en una tarea digna de Hércules, la de proponer a España como mediadora en el eterno conflicto entre Palestina e Israel. Es posible que el ministro viera el hueco sobre el terreno, como hacen los futbolistas superdotados. Y se le ocurrió una idea potente: España iba a abrir un consulado en Gaza. A las pocas horas, le vimos salir de una reunión con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y dio marcha atrás. La idea era prematura. No va a abrirse el consulado. Poco duró la gloria. Es posible, aunque no consta, que Netanyahu le dijera que esa propuesta y los pliegos de condiciones presentados por las constructoras no eran compatibles.
Su gozo en un pozo. El viaje se convirtió en una gestión de respaldo a la economía empresarial, dejó de tener el peso político que a alguien se le había ocurrido en Moncloa. ¿De dónde procedía la improvisada intervención? Esta vez no se puede acusar de la metedura de pata al exministro Miguel Ángel Moratinos (otro optimista, pero que al menos conocía el terreno que ahora ha pisado su sucesor), ni siquiera a Amy Martin, que ha perdido toda su capacidad de influencia. Lo grave es que tampoco se puede culpar al Instituto Elcano, una de las pocas instituciones que en nuestro país saben de qué habla cuando lo hace.
O sea que o fue una improvisación, o el fruto de una elaboración de algún ignorante instalado en un despacho y con tiempo para tener ideas.
Detrás de acciones como esa se oculta el desprecio a la elaboración de una estrategia exterior sólida, solvente, que otorgue a un país que no es poca cosa un peso exterior adecuado a su presunta capacidad de influencia cultural.
¿Hay una política exterior española? Si atendemos a nuestro entorno teóricamente más cercano, como lo es América Latina, la respuesta parece ser que o no existe, o es deficiente. Argentina (Repsol), Venezuela (exigencias democráticas), Bolivia, Ecuador o el sangrante caso de Cuba, donde se ha dejado a la oposición democrática a los pies de los caballos porque se envió a un ignorante con el carné de conducir caducado para contactar con el fallecido Oswaldo Payá, a cambio de una excarcelación vergonzosa.
Si atendemos a Europa (donde lo exterior y lo interior se confunden obligatoriamente), tampoco la hay. España pierde peso en las instituciones comunes porque predomina el sectarismo de partido sobre los intereses del país. No hay representantes españoles con peso en las instancias económicas porque Mariano Rajoy retiró su apoyo a quienes no le complacían. Nos quedamos con el comisario Joaquín Almunia simplemente porque no le han podido quitar de en medio.
Esta cojera escandalosa la pretende corregir el Gobierno con extemporáneas apariciones que provocan el rubor hasta en el más desvergonzado. El ministro de Economía, Luis de Guindos, anuncia en una entrevista al diario ultraliberal Wall Street Journal que España va a ver su PIB reducido en un 1,5%. Lo dice sin haberlo contado antes en el Congreso, ni siquiera en una rueda de prensa sin preguntas a las que se han hecho tan aficionados los políticos del PP. ¿Es eso acción exterior? No, más bien una exhibición personal para llegar a Barajas con el periódico doblado debajo del brazo y abrírselo a algún amigo: “¿Lo ves? Me entrevista el WSJ”.
Y para la traca queda María Dolores de Cospedal, que ha exhibido en la prensa un memorando de colaboración política entre el PP y el Partido Comunista Chino. ¿Puede uno imaginar hasta dónde puede llegar semejante documento? Los cultivadores de ajo de Las Pedroñeras le pedirán explicaciones, y el movimiento del 15-M, asesoramiento, porque se va a hablar con los comunistas de nuevas formas de participación política.
La Alianza de Civilizaciones fue un sueño disparatado. Las acciones de la política exterior que han seguido, ni siquiera parecen tener rumbo. Una patochada. Peor que una farsa.

Ideología, la mejor distracción contra el paro


La campaña electoral que llevó en noviembre de 2011 a la mayoría absoluta del Partido Popular y que convirtió en presidente del Gobierno a Mariano Rajoy se basó prácticamente en dos temas: el aumento del paro y la crítica situación financiera del país. En el cuarto trimestre de 2011, la tasa de paro era del 22,85% y había 17,8 millones de ocupados. La prima de riesgo comenzó 2011 en 250 puntos básicos y cerró en 330, con episodios de gran volatilidad en el medio.
¿Sobre qué podrá centrar el PP la campaña electoral en 2015? El índice de paro llegó esta semana al 27,1%, con un bajón en la cifra de ocupados hasta los 16,6 millones. La prima de riesgo ronda los 300 puntos. Es posible, y muy deseable, que en 2015 el perfil de la situación económica, en términos generales, haya mejorado, pero es poco probable que la cifra de paro sea menor de la que era en 2011.
De hecho, las previsiones del Fondo Monetario Internacional, que es verdad que se equivoca con cierta frecuencia, pero casi nunca en grandes diferencias, indican que rondará el 25,6%. Es posible que para entonces el Gobierno haya conseguido bajar algunos de los impuestos que ha subido en los últimos meses, pero tampoco es probable que logre absorber completamente esos aumentos. De una forma o de otra, habrá “tocado” las pensiones a la baja y las prestaciones de desempleo habrán sido también reducidas.
Todo ello parece indicar que en 2015 los ciudadanos no sentirán que la situación económica de sus hogares haya mejorado, sino que, especialmente la clase media, que para entonces habrá tenido quecomerse sus ahorros, se sentirá más empobrecida que en 2011.
¿Sobre qué hará entonces su campaña el PP? ¿Cuáles podrán ser sus promesas? Algunos en el Partido Popular habrán empezado ya a pensar en cómo orientar su relación con los electores, puesto que no puede basarse en resultados económicos perceptibles por los ciudadanos. Lo más frecuente en esos casos es introducir temas de fuerte calado político, de manera que, primero, el electorado propio se sienta reconocido, y segundo, se plantee una “alternativa” reconocible y movilizadora de esas clases medias.
¿Qué mejor para el núcleo duro del electorado popular que un programa que se base en el orden y la autoridad frente a las protestas y que recupere algunas raíces “católicas”, capaces de asegurar, de paso, el apoyo beligerante de la jerarquía eclesiástica? Y en ese caso, ¿qué puede dar más satisfacción a ese sector que impulsar la enseñanza religiosa en la escuela pública y recortar los derechos de las mujeres a una maternidad libre? Habrá que ver el texto del proyecto de reforma del derecho al aborto que prepara el ministro Alberto Ruiz-Gallardón para valorar exactamente la importancia que va a tener ese movimiento.
Ese programa, sin embargo, difícilmente sirve para movilizar a amplios sectores medios de la opinión pública. Para esas capas, algunos piensan que es posible que se toque la fibra del nacionalismo español, quizá con un proyecto de reforma constitucional recentralizador (que deje al margen al País Vasco y Navarra, siempre posibles aliados parlamentarios) y un discurso “regeneracionista” al estilo clásico. El nacionalismo español siempre le ha dado buenos resultados electorales al PP y en su día constituyó uno de los elementos más importantes del discurso de José María Aznar.
Es cierto que en política dos años y medio, el tiempo que puede durar esta legislatura (noviembre de 2015 es el tope máximo), es una enormidad y que la estabilidad financiera europea no está en absoluto garantizada, pero aun así es seguro que el Partido Popular está dispuesto a impulsar debates de fuerte contenido político, capaces de neutralizar o al menos paliar la discusión sobre el balance de su gestión económica. Habrá que irse preparando para soportar lo que se nos avecina. Preparándonos para no permitir que nos distraigan de lo que realmente es su responsabilidad y nuestro futuro.
solg@elpais.es

Rajoy cumple

espués de año y medio en el poder, existe la falsa idea establecida de que este Gobierno solo es competente a la hora de incumplir. Su programa, sus promesas, su palabra. Se le acusa de mentir, incluso en las sagradas cifras del déficit. La sensación extendida es la de que cuando no calla, miente. Pero todavía más temibles son sus silencios. En la historia, el silencio popular suele ser el preludio de un estallido social. En la España de hoy, este silencio rumiante anticipa el amotinamiento del Gobierno contra el pueblo. El de Rajoy es un silencio ultrasónico y panóptico que empieza a causar tanta inquietud como Aznar leyendo con gafas de sol en la nueva biblioteca Bush. Es verdad, lo reconocen los propios votantes conservadores en las encuestas. Este Gobierno, en lo productivo y creativo, es vano, desértico, inobservante. Pero eso es coherente con la doctrina. Responde a la mutación del liberalismo en un extraño futurismo híbrido, el maoísmo thatcherista o viceversa, que tanto encandila a nuestra comandante Zi Chuang Cospedal. Lo importante no es la sociedad ni el Estado. Lo importante es quién tiene el poder. El decisionismo. Es el momento ahora de hablar de la otra cara del Gobierno y hacerle justicia. Este Gobierno incumplidor está cumpliendo. Y lo hace con eficacia entusiasta, sin complejos. Cumple con una jerarquía religiosa estancada en Fray Vélez, el autor de El preservativo de la fe, cumple con una caverna instalada en Donoso Cortés, autor del Discurso de la dictadura, cumple con los ricos amnistiados por su patriótica repugnancia a los impuestos, cumple legalizando las construcciones ilegales en la costa, y abriendo paso a la definitiva destrucción paisajista del litoral español. Hay que ser ecuánimes. Aquí se cumple. Escribe John Berger en Fama y soledad de Picasso: “España es un país atado a un potro de tormento histórico”. Y ahí estamos, cumpliendo.
fuenteshttp://elpais.com/elpais/2013/04/26/opinion/1366982985_377108.html

Los resentidos


Cómo gestiona usted su resentimiento? Esa es la pregunta esencial de la vida. La que deberían hacer los psicólogos o los psiquiatras cuando se les sentara un paciente en el sillón, aunque es natural que por no ser agresivos dediquen meses o años de terapia a dar rodeos antes de abordar la cuestión que define a todo ser humano. ¿Qué hace usted con su resentimiento? ¿Se engolfa en él? ¿Lo rumia? ¿Lo mantiene a raya? No es cierto que el mundo se divida en dos tipos de individuos, los resentidos y los que no lo están: nadie está libre de almacenar en algún compartimento del corazón una pequeña dosis de resentimiento. Tampoco es cierta esa idea común de que el resentido es el perdedor, el que por no haber tenido suerte en la vida sale de casa con la cara de quien culpa al prójimo de su desgracia. No siempre es así. Abunda en el universo de los triunfadores un tipo de personaje que envidia al que tiene menos y que eliminaría de la faz de la tierra a cualquiera que presienta puede hacerle la más mínima sombra. En realidad, creo que el resentimiento debe estar ya escrito en el código genético, emboscado en eso que llamamos el carácter, dispuesto a aumentar o disminuir no ya con las experiencias de la vida, sino con la manera en que nosotros asumimos lo que nos pasa. El cómico Harpo Marx y el novelista Henry Roth vivían en la misma avenida de Manhattan, procedían de la misma clase: emigrantes judíos pobres de la Europa del Este. Sin embargo, sus memorias de la pobreza y la emigración, que tanto han aportado a la cultura del siglo XX, no se parecen en nada. Harpo reconvirtió la miseria en materia humorística; Roth relató, como nadie, la vergüenza del emigrante, el desapego que se siente hacia unos padres que se vuelven anacrónicos en la gran ciudad. Harpo admiraba a su madre, disfrutaba de las peculiaridades de su universo familiar; Roth se avergonzaba y apiadaba a partes iguales de esa mujer santa que jamás podría hacerse entender más allá de las puertas de su casa. La vida, la historia incluso, nace de esa tensión entre los adaptados y los inadaptados.
Nadie está libre de almacenar en algún compartimento del corazón alguna dosis de resentimiento
He venido pensando en eso todos estos días, desde que las imágenes de una cámara de vigilancia mostraran los rostros de los hermanos chechenos, los Tsarnaev, sembradores del terror en el maratón bostoniano, y asistiéramos en directo a su caza y captura. Sabíamos, casi al tiempo que sucedía, que habían secuestrado un coche y que le habían comunicado al conductor su fechoría y la intención de viajar a Nueva York a celebrarlo. ¿Iban también a atentar en Manhattan? Aún no se sabe si su infraestructura daba para tanto. O si sencillamente, querían darse un homenaje después de haber perpetrado su hazaña. Unas fotos en Times Square. Una hamburguesa. Una Pepsi. No tomaban alcohol. El tío de los hermanos Tsarnaev apareció ante las cámaras antes de que el mayor de sus sobrinos fuera abatido a tiros. Los definió como unos losers,unos perdedores, unos inadaptados, que nada tenían que ver con un padre que a pesar de la artrosis se había matado a trabajar como mecánico de coches. Por circunstancias de la vida yo me encontraba en el aeropuerto de Jacksonville (Florida), mirando la tele y esperando, junto al resto de pasajeros, a que el sobrecargo nos comunicara que a nuestro avión, por fin, le habían arreglado el volante. Tal cual.
Una señora señaló la tele y nos preguntó: “¿Ya han atrapado al segundo?”. Era tan irreal lo que aparecía en la pantalla como la imagen que ofrecíamos nosotros: pasajeros que se comían un mal sándwich y seguían la persecución como si se tratara de una serie, de Homeland,por ejemplo. A partir del momento en que se produjo la identificación de los asesinos, la prensa norteamericana comenzó a trazar, con ese afán detectivesco en el que se manejan tan bien, una reconstrucción de sus vidas. Hoy estamos a punto de conocerlos más incluso de los que ellos pudieron conocerse a sí mismos. Tamerlan quiso ser boxeador, no lo consiguió; Tamerlan no tenía amigos americanos; era un joven agresivo hasta el punto de haber sido denunciado por golpear a su esposa. El padre ha salido en su defensa: “¡Es que en EE UU no se puede tocar a las mujeres!”. El país de acogida siempre te roba alguno de tus derechos ancestrales. Tamerlan canalizó su resentimiento a través de una ortodoxia religiosa que daba sentido a su violencia interior. Es probable que el hermano pequeño, más integrado, o al menos así lo definían sus compañeros, se dejara arrastrar por el fanatismo de Tamerlan. Los hermanos mayores cuentan mucho. A menudo más que los padres.
Cuando el joven superviviente ha comenzado a declarar hemos sabido que, con toda probabilidad, no respondían a las órdenes de nadie. O a las de un dios resentido, creado a la medida de Tamerlan. Los hermanos siguieron las indicaciones de una página de Al Qaeda para fabricar la bomba. Tengo amigos que han aprendido a bordar en YouTube. Y bordar es, sin duda, mucho más complicado. ¿Qué conclusión se puede sacar de todo esto? Desgraciadamente, casi ninguna. Hay miles de jóvenes como ellos. Desapegados o inadaptados como ellos, provenientes de países con una historia trágica. Se diferencian en que invierten su rabia en sobreponerse a las dificultades. Son los verdaderos valientes.