viernes, 22 de agosto de 2014

Basta ya

Formalmente, la reforma de la elección de los alcaldes se va a tramitar como una reforma de una ley orgánica, pero materialmente es un decreto ley aprobado por el Gobierno. El contenido de la norma está decidido en su núcleo esencial, así como la fecha de su entrada en vigor. En mayo de 2015 los alcaldes serán designados con la fórmula que el Gobierno tiene decidida. Nadie puede llamarse a engaño.
Se trata de la segunda vez en estos últimos meses que el PP decide aprobar una ley orgánica de naturaleza constitucional prescindiendo de todos los demás partidos políticos. La primera fue la Ley Orgánica 4/2014, de 11 de julio, mediante la cual se introdujo en nuestro ordenamiento por primera vez en la historia constitucional española elaforamiento del rey tras su abdicación. De contrabando, a través de una “chapuza”, como se le escapó al presidente del Congreso, el PP resolvió este asunto, que habría exigido la aprobación de la Ley Orgánica prevista en el artículo 57.5 de la Constitución.
Con la pretensión de reformar el sistema de elección de alcaldes, el PP está a las puertas de repetir la operación. Desde la entrada en vigor de la Constitución en 1978 la fórmula para la designación del órgano de gobierno ha sido la misma en los tres niveles en que se articula nuestro sistema político. Los ciudadanos eligen directamente a los diputados en el Congreso o en el Parlamento de la comunidad autónoma y a los concejales en los municipios, y estos eligen al presidente del Gobierno, al presidente de la Comunidad Autónoma y al alcalde. Esta es nuestra Constitución representativa, que no se ha visto excepcionada en su vigencia en ningún momento.
Estatuto jurídico del rey tras su abdicación. Fórmula de expresión del principio de legitimación democrática en la renovación del poder municipal. Son dos materias de relevancia constitucional indiscutible, que, por su propia naturaleza, no pueden quedar fuera de lo que se entiende como consenso constitucional. La primera quedó fuera el 11 de julio. La segunda está a punto de quedar fuera en los próximos meses. Piezas importantes de nuestro ordenamiento constitucional van a ser el resultado de la decisión de un único partido.
En mi opinión, el asunto tiene tal gravedad que exigiría que los partidos de la oposición se negaran a participar en el simulacro de negociación que está ofertando el Gobierno. Los partidos deberían anunciar que renuncian a participar en la tramitación parlamentaria de la reforma. Rechazo frontal al proyecto o proposición de ley en el momento en que se deposite en el Registro del Congreso. Y nada más. Ni presentación de enmiendas, ni participación en el debate en comisión y en pleno, así como en la votación. Los partidos de la oposición no deben dar cobertura parlamentaria a lo que es una quiebra del consenso constitucional.
Lo que está en juego es la expresión del principio de legitimación democrática del poder, que se pretende alterar por primera vez desde la recuperación de la democracia tras la muerte del general Franco. Es un momento para decir BASTA YA.
fuenteshttp://politica.elpais.com/politica/2014/08/21/actualidad/1408636114_374589.html


Zarzagán

Escuadrones de chicas con shorts y largas melenas recorren las capitales y cualquier pueblo, pongamos por caso, de la sierra de Jaén. Al paisaje le ocurre algo similar. Allí, en Jaén, en otro tiempo había trigales y dehesas con ganado bravo. Ahora casi tan sólo hay olivos. Como soldados en orden de revista. Extensiones interminables cortadas por el mismo patrón. Y a cuántas opiniones no les sucede otro tanto. He aquí una frase que oigo a menudo: si gobernáramos las mujeres todo iría mejor… Algo sobradamente refutado desde los tiempos de Cleopatra. O al contrario: eso es cosa de hombres… Como si ciertas virtudes pudieran ser patrimonio de uno de los sexos, de una determinada tendencia política o una raza. La educación, además de para no agredir a nuestros semejantes a las primeras de cambio, debería servir para que nos acostumbráramos a no opinar según pautas y consignas. A razonar, desterrando prejuicios. Por lo demás, una mujer no tendría por qué identificarse más con su vecina de enfrente que con un chino que viva en Jaén. Debería hacerlo con cualquier ser humano, que nace, sufre y un día muere. Y sus ideas tampoco tienen por qué parecerse a las de otra mujer, pues no pensamos con el bazo o el riñón, que funcionan de una manera mecánica, sino con un órgano más complejo, sometido a cambios constantes. Gracias a lo que leemos, vemos, escuchamos. A la reflexión y la autocrítica. Un órgano en el que anida el espíritu y que se puede entrenar para adquirir una voz única, un hálito con el que enriquecer el coro del que formamos parte. ¿Y los olivares? Preciosos. Cuando esas hojas se ponen a temblar, como campanitas, con la más ligera brisa o al compás del zarzagán, la tierra entera se convierte en un inmenso traje de luces.
fuenteshttp://elpais.com/elpais/2014/08/21/opinion/1408622928_396751.html

Un mínimo de humanidad

Hace exactamente 150 años se adoptó la primera Convención de Ginebra para aliviar la suerte de los militares heridos en campaña, que consagraba en derecho internacional la idea de que, incluso en tiempos de guerra, es indispensable preservar un mínimo de humanidad. Actualmente, Suiza y el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), que en aquel entonces contribuyeron a impulsar el derecho internacional humanitario en el plano internacional, trabajan para promover el respeto de este principio en todo el mundo, dado que siguen sin existir mecanismos eficaces que garanticen su cumplimiento.
Evidentemente, las guerras contemporáneas no tienen ya nada que ver con las masacres del siglo XIX. Los combates, que antaño se libraban en campos de batalla bien circunscritos, se han ido desplazando a los núcleos habitados. La guerra tradicional entre ejércitos de Estados beligerantes es ahora la excepción; la regla son los conflictos no internacionales. Y la población civil es la víctima principal de los conflictos armados.
El derecho internacional humanitario se ha adaptado a esta evolución. Los Estados, sobrecogidos por el sufrimiento y la locura destructiva de la II Guerra Mundial, se pusieron de acuerdo en 1949 para consagrar en los cuatro Convenios de Ginebra una protección exhaustiva de todas las personas que no participan o han dejado de participar en las hostilidades, como los soldados heridos o enfermos, los prisioneros de guerra y los civiles. En 1977 y en 2005, tres Protocolos adicionales vinieron a completar esta piedra angular del derecho internacional humanitario. En la actualidad, el empleo de armas específicas, como las armas biológicas y químicas, las municiones en racimo y las minas antipersonas, está ampliamente condenado. El derecho prevé suficientes restricciones para proteger a las personas más vulnerables de la brutalidad de las guerras. Asimismo, se han registrado algunos progresos en su aplicación, por ejemplo, en la instrucción de los soldados o en el enjuiciamiento penal de los crímenes de guerra más graves, gracias, sobre todo, a la creación de la Corte Penal Internacional (CPI).
A pesar de ello, todos los días nos llegan de todo el mundo noticias e imágenes abominables que testimonian el sufrimiento indescriptible generado por los conflictos armados. Con demasiada frecuencia, ese sufrimiento es fruto de violaciones graves del derecho internacional humanitario, debidas a un fallo colectivo. En el artículo primero, común a los cuatro Convenios de Ginebra de 1949, los Estados se comprometieron a respetar y hacer respetar las disposiciones en todas las circunstancias. Sin embargo, hasta el presente, han desatendido la necesidad de dotarse de los medios necesarios para cumplir su compromiso. Desde el principio, el derecho internacional humanitario ha estado desprovisto de mecanismos efectivos que lo hagan respetar. A menudo, esta ineficacia siembra la muerte y la desolación en las poblaciones castigadas por la guerra.
A nuestra generación le toca favorecer el respeto a las reglas
Los principios del derecho internacional humanitario tienen validez universal. Sin embargo, su existencia no está garantizada indefinidamente y requiere esfuerzos constantes. Un derecho que es infringido con regularidad, sin que ello suscite una verdadera reacción, corre el riesgo de ir perdiendo su validez. Resulta difícil imaginar las consecuencias que ello entrañaría para las víctimas de los conflictos armados.
Por esta razón, desde 2012, Suiza y el CICR mantienen consultas con todos los Estados, con el fin de determinar la mejor manera de fortalecer el respeto del derecho internacional, conforme a un mandato asignado por la XXXI Conferencia Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja. Suiza y el CICR están convencidos de que los Estados necesitan un foro en el seno del cual puedan adoptar las medidas necesarias para fortalecer el respeto del derecho internacional humanitario. Este foro alentaría a los Estados a reflexionar de forma regular y sistemática sobre el modo de cumplir con sus obligaciones. Dicha reflexión permitiría ir trazando un panorama general de la situación en el que se reflejase la aplicación de los compromisos y las dificultades encontradas. A partir de ahí, los Estados podrían, por fin, adoptar disposiciones para fortalecer la aplicación del derecho, por ejemplo, apoyándose mutuamente con el fin de desarrollar las competencias y capacidades requeridas para cumplir sus obligaciones; también podrían informarse mutuamente y promover las medidas más eficaces para llevar a cabo esta tarea, a menudo, compleja.
Un foro de los Estados permitiría, además, crear las condiciones necesarias para garantizar que las nuevas formas de guerra (por ejemplo, en materia de tecnología armamentística) se rijan por el derecho, y no a la inversa. Para ello, es indispensable entablar un diálogo regular sobre las cuestiones de actualidad del derecho internacional humanitario. Es importante, asimismo, que los Estados dispongan de un instrumento adecuado para poder reaccionar en caso de violaciones graves del derecho internacional humanitario, con el fin de evitar que tales crímenes se reproduzcan en el futuro, y para proteger a la población civil de nuevos sufrimientos. Un mecanismo que permitiera averiguar las causas de estas violaciones sería lo más idóneo.
Conforme a su mandato, Suiza y el CICR presentarán en la XXXII Conferencia Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, que se celebrará en Ginebra a finales de 2015, recomendaciones concretas para establecer un foro de este tipo. Será en esta ocasión cuando los Estados decidirán qué rumbo seguir.
Desde la adopción, hace 150 años, del primer Convenio de Ginebra, el derecho internacional humanitario se ha convertido en un pilar fundamental del derecho internacional. Sus disposiciones persiguen, en definitiva, preservar lo que constituye la esencia del ser humano: su humanidad. Se trata de un derecho irrevocable; basado en una convicción forjada a lo largo de los siglos y las culturas, según la cual es indispensable establecer reglas si se quiere evitar que las guerras degeneren en barbarie. A nuestra generación le toca ahora consolidar estos logros, creando un marco institucional que favorezca el respeto de dichas reglas. El derecho necesita instrumentos adecuados para poder surtir todos sus efectos. Nunca antes, en la historia de la humanidad, la solución estuvo tan cerca como hoy. Es nuestro deber aprovechar esta oportunidad.
Didier Burkhalte es presidente de la Confederación Helvética y Peter Maurer es presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).
fuenteshttp://elpais.com/elpais/2014/08/21/opinion/1408639990_290549.html


Españoles en Gurs

Lo primero que llama la atención al llegar es la altura de los árboles y la frondosidad del bosque. No porque los árboles sean más altos que otros de la vecindad, ni porque el bosque sea más tupido que otros muchos que pueblan el Bearn, frescos en verano, gélidos en invierno. Lo que ocurre es que uno no esperaba encontrar allí un bosque. Ni mucho menos que, tras comprender que solo puede tener unas décadas, fuera tan compacto, tan oscuro y silvestre. Sorprende el empuje de la naturaleza, parejo al de aquellas películas de ciencia ficción donde la Estatua de la Libertad figura en medio de la selva o mecida por las olas. Solo que en esta ocasión los árboles no esconden un símbolo de la libertad, sino todo lo contrario: bajo sus raíces hubo no hace tanto un campo de concentración.
Fue desmantelado a finales de 1945. Sus desechos se vendieron como chatarra, los restos se incendiaron. Sobre su emplazamiento, en 1950, se plantó el bosque. Y frente al bosque solo quedó un cementerio con más de mil muertos: no se atrevieron a arrasarlo. Es fácil comprender que quisieran borrarlo del mapa: nadie desea vivir junto a un símbolo de la ignominia. Al fin y al cabo, Gurs es un hermoso pueblecito de la Navarra francesa. El camino hacia el campo está festoneado de coquetas casas residenciales, palacetes a la parisina construidos para veraneantes al comenzar el siglo pasado o típicas viviendas de estilo local, con sus enormes tejados. Ciertamente, desentonaba con el encanto del pueblo.
El campo de Gurs es uno de los varios espacios en los que Francia refrenó la avalancha de republicanos españoles que atravesó los Pirineos huyendo de las tropas de Franco al acabar la Guerra Civil, en el invierno de 1939: cerca de medio millón cruzaron la frontera tras la caída de Cataluña. No quiso el Gobierno republicano francés que sus correligionarios españoles se extendieran por todo el país y estableció en el sur varios centros de internamiento: Argèles-sur-mer, Rivesaltes, Barcarès, Septfonds, Gurs… Algunos apenas albergaban construcciones, como la playa de Argèles, cerca de Colliure, donde una cerca delimitaba el espacio en el que a la intemperie se hacinaron 100.000 españoles en un invierno tan frío como no se recordaba en años, con varios centímetros de nieve sobre la arena mediterránea.
No había en los barracones ningún equipamiento; los presos dormían en el suelo
Gurs se construyó entre marzo y abril de 1939 para aliviar la sobrepoblación de la playa de Argèles. Fue el mayor de los “campos de internamiento administrativo” —como eufemísticamente los denominaba la jerga burocrática francesa— destinados a contener a los españoles. Cercado por una doble red de alambre de espino, medía casi dos kilómetros de largo y estaba dividido en 13 islotes, cada uno de ellos con 25 barracones de madera: todos iguales, de 6 metros por 30, alojaban a 60 presos cada uno. No había en los barracones ningún equipamiento: ni camas, ni estanterías; los presos dormían en el suelo. Cada islote tenía cocinas y letrinas comunes. El suelo era de tierra y con la lluvia, siempre copiosa, se transformaba en un pantano: “En cuanto salíamos del barracón, nos hundíamos en un suelo esponjoso hasta los tobillos”, recordaba un superviviente. Gurs podía retener a unas 20.000 personas: era el núcleo más poblado de la región tras Pau y Bayona. Por él pasaron más de 25.000 españoles y brigadistas internacionales que lucharon en España. Cerca de una treintena perdieron allí la vida y hoy reposan en su cementerio.
Los españoles, empero, constituyen solo una pequeña parte de los habitantes del cementerio de Gurs. La mayoría son judíos. Y ello es así porque el campo tuvo en sus seis años de vida una intrincada historia. La mayoría de los españoles fueron expulsados entre finales de 1939 y principios de 1940. A muchos los repatriaron: el Gobierno francés los entregó en mano a la maquinaria represiva franquista. Otros, sin alternativas, regresaron por su cuenta y afrontaron una suerte parecida. Algunos fueron reclutados —más o menos voluntariamente— para los batallones de trabajo que construían trincheras en el frente, a la espera de la invasión alemana, o en el Ejército francés. Solo unos pocos tuvieron la fortuna de permanecer en el sur de Francia, de encontrar allí un trabajo o una familia que les brindaran la oportunidad de empezar una nueva vida.
Entre agosto de 1939 y la primavera de 1940 los franceses confinaron en Gurs a ciudadanos alemanes. Fueron los meses de la drôle de guerre, o guerra de broma. Mientras los nazis estuvieron ocupados en el frente del este no hubo operaciones bélicas en Europa occidental, pero la contienda ya había comenzado y Francia recluyó en campos a los alemanes residentes en el país. Una terrible paradoja, pues la mayoría eran refugiados políticos o judíos huidos del Tercer Reich. Hannah Arendt, por ejemplo, pasó por Gurs aunque logró abandonarlo en julio. Cuando finalmente llegaron los nazis se encontraron que los franceses habían hecho el trabajo sucio de recluir a sus opositores. Como observó Arendt con ironía, los disidentes alemanes fueron ingresados “por sus amigos en campos de internamiento y por sus enemigos en campos de concentración”.
La última tanda de reclusos fue de 1.500 guerrilleros que luchaban contra el franquismo
Tras la ocupación alemana y la creación del régimen títere de Vichy, entró la tercera oleada de cautivos. Los nazis y sus aliados franceses llenaron el campo con quienes reputaban como indeseables: disidentes políticos, gitanos y judíos. Judíos franceses detenidos por las autoridades de Vichy, judíos alemanes trasladados desde Baden, Renania y el Sarre: llegaron, en total, unos 18.000 judíos. Más de mil murieron debido a la desnutrición y al frío, implacable en el crudo invierno del Bearn. No corrieron mejor suerte los supervivientes. Gurs fue la “antesala de Auschwitz”, escribió hace unos años Jorge Semprún, pues allí fueron deportados los internos judíos entre 1942 y 1943. No era un campo de exterminio, no tenía cámara de gas. Pero sí fue una escala en el camino hacia las cámaras de gas.
Expulsados los judíos, Gurs languideció hasta la liberación del sur de Francia, en agosto de 1944, cuando las nuevas autoridades encerraron allí a prisioneros alemanes y colaboracionistas franceses. La última tanda de reclusos la integraron… republicanos españoles. Esta vez fueron cerca de 1.500 guerrilleros que desde la frontera francesa hostigaban a la España franquista. Habían perdido dos guerras, la española y la mundial, y la Francia recién liberada no sabía qué hacer con ellos. Fueron puestos en libertad en pocos meses y en diciembre de 1945 el Gobierno francés clausuró el campo. De este modo se cerró el círculo: presos españoles estrenaron Gurs; presos españoles fueron los últimos en abandonarlo. Luego vinieron el bosque y el olvido.
No hay mucha gente en España que sepa dónde está Gurs ni qué ocurrió allí o en otros campos del sur de Francia como Septfonds, Barcarès o Argelès. O en Mauthausen, el campo de concentración nazi donde murieron más de 8.000 españoles. Son nombres chocantes, de extraña resonancia. Parecen ajenos y sin embargo constituyen una pieza esencial de nuestra historia. A principios de este siglo Jorge Semprún escribió su única obra de teatro: la tituló Gurs, una tragedia europea. Superviviente del campo de concentración nazi de Buchenwald, Semprún sabía que en aquellos años la historia de España y la de Europa formaban una sola y que Gurs testimoniaba dicho vínculo, como también atestiguaba la barbarie que asoló el continente en las décadas centrales del pasado siglo, desde Algeciras hasta los Urales.
Así lo refleja su cementerio, sito frente a un bosque oscuro y húmedo, plantado para borrar el recuerdo de todo aquello. Un cementerio donde más de mil hombres y mujeres hallaron la paz que les fue negada en vida. Paseando entre sus lápidas se pueden ver apellidos tan diferentes como Klein, Durlacher, Gómez, Kauffmann u Orzolkowski. Nombres de gentes venidas al mundo en lugares tan distantes, y allí tan cercanos, como Karlsruhe, Odessa, Rotterdam, Torredonjimeno...
Miguel Martorell es profesor de Historia Contemporánea de España en la UNED.
fuenteshttp://elpais.com/elpais/2014/08/15/opinion/1408124899_136501.html


Convergència y Pujol

A punto de cumplirse un mes desde la confesión del expresidente Pujol sobre el mantenimiento durante 34 años de cuentas no declaradas en Suiza y Andorra, es más lo que se ignora que lo que se conoce. Se ignora sobre todo la cantidad defraudada y el origen de ese dinero. Si viene íntegramente de la herencia del abuelo de los hijos de Pujol. Si tiene alguna conexión con lo ganado por estos en forma de cobro de comisiones y otras habilidades. Tampoco se conocen los nombres de las personas de la confianza del expresidente que, según su confesión, gestionaron esas cuentas.
Una posibilidad de aclaración la ofrecería su comparecencia voluntaria en el Parlamento catalán, como le han pedido todos los grupos de la oposición y finalmente también su partido, CDC, y, de manera más abrupta, su socio parlamentario, Oriol Junqueras, de ERC, que había amenazado con plantear una comisión de investigación si Pujol no accedía a presentarse motu proprio. Los dirigentes actuales de CiU temían ambas posibilidades, pero más la comisión parlamentaria, marco donde se escarbaría sobre la fuente de los ingresos de la familia y su posible relación con el 3% famosamente invocado por Maragall.
Tras pensárselo largamente, Jordi Pujol decidió ayer hacer caso a su partido y comparecer en el Parlamento catalán. No estaba obligado a hacerlo, pero es una decisión acertada. Sí estaba obligado a comparecer, tanto por exigencia legal como por su compromiso del 25 de julio, “ante las autoridades tributarias o, si procede, ante las instancias judiciales para acreditar estos hechos”. El día 8 dos funcionarias de Hacienda entregaron en mano a Pujol una citación (sin fecha) de la Agencia Tributaria, a la que deberá acudir. Pero la línea de defensa elegida en el terreno judicial contradice de entrada su compromiso de facilitar la acción de la justicia. El pasado martes, los abogados de la familia presentaron una denuncia contra quien sea responsable de la filtración de sus datos bancarios por considerar que supone una vulneración del secreto bancario, que en Andorra es un delito. La intención obvia es poder alegar en su momento que todo el procedimiento está contaminado por una prueba ilegalmente obtenida.
También presentaron un recurso contra la comisión rogatoria de la Audiencia Nacional recabando información de los bancos andorranos sobre las cuentas del hijo mayor, Jordi Pujol Ferrusola, imputado por los supuestos delitos de blanqueo de capitales y contra la Hacienda. Sostienen que detrás de la investigación de la Audiencia hay una “evidente” motivación política relacionada con el apoyo de Pujol a la celebración de una consulta sobre la independencia de Cataluña.
Esa referencia de la defensa del expresidente recuerda la utilización de la bandera como escudo personal ante la justicia en episodios como el de Banca Catalana. Con la diferencia de que ahora son los dirigentes del partido que Pujol fundó hace 40 años quienes le dicen que si decide abandonarlo, no se opondrán.
fuentes  http://elpais.com/elpais/2014/08/21/opinion/1408643445_083113.html

El final de la inocencia

La alucinante aparición de Jordi Pujol en la escena pública, a través de una confusa confesión de sus pecados en vísperas del otoño grande del soberanismo, ha significado el final de la inocencia y la súbita irrupción del principio de realidad, en un proceso excesivamente idealizado. Después de tantos años de oírle predicar que Cataluña "no era un país cualquiera", los incondicionales del president, los ciudadanos de orden que asumieron su figura como representación de la nación, han descubierto que su mítico líder no supo resistir a las tentaciones del dinero ni supo poner a la familia en su sitio, y que una enorme trama clientelar —que nada tenía que envidiar a las Gürtel, Bárcenas, Eres y un largo etcétera— se enriquecía a costa de las instituciones.
Al mismo tiempo, se ha comprendido que los gobiernos españoles estaban al tanto de las cosas que pasaban en Cataluña y que no tuvieron reparo en proteger por acción o por omisión al president Pujol mientras este actuaba como garante de que el nacionalismo no cruzaría determinadas líneas rojas en sus aspiraciones y reivindicaciones. Fin de la inocencia sobre las virtudes de un país que ha resultado ser como todos, fin de la inocencia sobre un proceso que, a menudo, se ha presentado como un camino de rosas hacia la independencia, por la fuerza del voto ciudadano.
Un proceso de independencia afecta a la distribución del poder, una cuestión que se ha soslayado demasiado 
El proyecto independentista ha abierto en canal a la más emblemática organización política del nacionalismo conservador, ha pulverizado el sistema de partidos vigente, y, por tanto, adquiere su sentido como expresión de la necesidad de un cambio profundo en las estructuras de gobierno y en las hegemonías políticas y sociales. Y, al mismo tiempo, se va tomando conciencia de que un proceso de independencia no es una fiesta —la fiesta si acaso llega al final del camino—, porque afecta a algo fundamental que es la distribución del poder. Una cuestión que se ha soslayado demasiado por interés de todas las partes, centradas en apelaciones y contraapelaciones sobre la primacía de la ley y la del voto, sobre añejos tópicos acerca de unos y otros nacionalismos, sobre las interpretaciones de la historia y los agravios del pasado y del presente.
Una secesión afecta directamente al reparto del poder. Se trata de hacerse con una parte del poder que ahora está en otras manos —en algunas directamente, en otras indirectamente, por efecto de las decisiones de los que lo tienen—: poder político, pero también económico y mediático. Y, por definición, los poderes dan pocas facilidades a la hora de ceder. Máxime si les arropa una larga cultura deordeno y mando y si la pugna es desigual, porque de una parte está un poderoso aparato de Estado, unos fuertes poderes económicos poco amigos de cambios en el statu quo, y la complicidad de los Gobiernos del entorno, y, en la otra, prácticamente no hay otra fuerza que la voluntad que los catalanes puedan expresar con su voto. La resistencia a ceder poder se pone de manifiesto en la negativa a autorizar un referéndum. Sería un reconocimiento de Cataluña como sujeto político, base de partida de cualquier posible solución pactada. Pero para PP y PSOE es una concesión excesiva.
La resistencia a ceder poder se pone de manifiesto en la negativa a autorizar un referéndum
Para valorar el impacto de la confesión de Pujol sobre el proceso soberanista, habrá que encontrar respuesta a dos preguntas. Primera, ¿detrás de la declaración del expresidente, hay algún pacto con las instituciones españolas para acotar las denuncias y las revelaciones y minimizar las consecuencias para él y su familia? Segunda, ¿cabe la posibilidad de que el Gobierno español ofrezca un pacto a Artur Mas para proteger a Convergència de los efectos en cascada del caso Pujol a cambio de reconducir el proceso soberanista? Los partidarios de las terceras vías lo esperan, el soberanismo lo teme. Dicen que Mas ha ido ya demasiado lejos para poder frenar sin pegarse un trompazo. Ciertamente, hay demasiados cabos que atar y demasiada información en la calle para que estos apaños de la vieja política sean posibles. Pero Convergència se puede encontrar con un goteo constante de informaciones que aceleren su descomposición. Con lo cual se consolidaría la tendencia al desplazamiento del eje político del proceso hacia Esquerra Republicana y a la confirmación de Oriol Junqueras como interlocutor principal. Y sobre todo, el futuro del proceso soberanista quedaría en manos de la presión ciudadana, que tiene en este momento dos caras bien distintas, los movimientos soberanistas (por la ruptura territorial) y los movimientos sociales (por el cambio político institucional) que solo convergen en un punto: votar. Con el sistema catalán de partidos patas arriba, la reacción de los electores del nacionalismo moderado, en crisis de orfandad política, se convierte en factor decisivo a corto plazo. A largo, esto no ha hecho más que empezar. El fin de la inocencia recuerda que el buen manejo de los tiempos, sobre la base de una justa evaluación de las relaciones de fuerza, es el verdadero arte de la política.
fuentes http://ccaa.elpais.com/ccaa/2014/08/20/catalunya/1408560135_728426.html

Impresiones de España

Para un español y mallorquín como yo, que vivo en Asia, a más de diez mil kilómetros, es siempre un placer pasar en pleno verano unos días en mi país, entre trabajo y ocio. Acabo de volver aSingapur, mi segundo país, y es tiempo de recuerdos y reflexiones. Y eso es lo que me propongo hacer, en voz alta, en este artículo.
  
He encontrado a los españoles más ilusionados. Es verdad que eso no es difícil, tras el túnel de los últimos años, pero bueno es que así sea. La economía se basa, entre otras variables, en la moral alta o baja de la mayoría, con lo que este simple hecho, ya influye, y mucho, en que España vaya a mejor. En el lado negativo es interesante destacar que todas las personas con las que he hablado algo de economía y negocios en estos días, absolutamente todos, están hartas del nivel de impuestos que sufren en España y, que, en su opinión, y la mía, sirven para poco, o más bien sirven únicamente para mantener unos servicios en general sobredimensionados y mal gestionados. Si enEspaña y en el resto de Europa, incluidas Francia y Alemania, no se reduce de forma sustancial (estoy hablando de entre un 30 y un 50%) el nivel de gasto de las administraciones y los impuestos y la deuda que lo soportan, estamos condenados a la irrelevancia y, al final, a la pobreza. Como no creo que nada cambie, porque la mayoría está de acuerdo con lo que hay, pues acabaremos pobres y en la mediocridad. Tal vez es lo que merecemos. Y cada vez que vuelvo a España me duele ver que seguimos en un camino que llevará a nuestros hijos y nietos a vivir peor o mucho peor de lo que lo hemos hecho nosotros. Triste herencia, egoísta comportamiento.

He encontrado España con la belleza que la caracteriza y, en general, por lo menos en turismo y hostelería, con buen servicio. Una combinación fantástica para ser lo que somos, uno de los tres países más importantes del mundo en materia turística. Se lo debemos a nuestros empresarios y a los profesionales del sector. Eso sí, siempre podemos mejorar. La limpieza a veces, deja que desear. No es que España esté muy sucia, que no lo está, pero si queremos ser la referencia mundial del turismo, el destino deseado por millones, debemos estar siempre en perfecto estado de revista. También a destacar el aire acondicionado en los aeropuertos por los que pasé. Más bien su falta. ¡No lo ponen o no se nota! Eso, especialmente, para los acostumbrados a climas más fríos es una mala bienvenida.
  
¡Que mar, qué comida, qué alegría y simpatía! Esto de volver a España, recarga y reconforta. ¡Qué gran país tenemos! ¡Espero que nos lo merezcamos! Y que nuestros hijos también puedan disfrutarlo.
fuentes http://www.preferente.com/opinion/manuel-ferrer/impresiones-de-espana-248455.html