viernes, 25 de enero de 2013

Aprender de Suiza


Además del alpinismo o el esquí, los viajes a Suiza pueden brindar otros alicientes. Por ejemplo, la fiabilidad de sus depósitos bancarios. Cosa que no se improvisa y tiene evidentes méritos. La Confederación Helvética se afianzó tras largos decenios de voluntarista servicio a la paz mundial y de honestidad insobornable. 
Largos periodos de ensayo y prácticas en el arte de perfeccionar su interna convivencia, inspiradas en dispares hegemonías occidentales, enfrentadas a voraces totalitarismos. Al final de la Primera Guerra Mundial, en premio a su fidelidad a los valores democráticos y su consecuente honestidad, sine qua non, los filantrópicos Rockefeller edificaron el palacio de Ariadna que coronan simbólicas bóvedas, obras del pintor Sert de significada fraternidad universal. Erigida la noble institución sobre las verdes praderas que bordean las antiguas colonias y caminos romanos, enlazando las cosmopolitas, aunque de firme helvetismo. ciudades de Ginebra y Lausana. a orillas del translúcido lago Lemán.

Los suizos se saben un país pequeño, de ocho millones de habitantes que cuidan con lógica pasión su renombrada universalidad de patria al servicio de vigilantes libertades.

No se olvide el sistema de autodefensa sobre el que reposa la larga paz de país de tan estable neutralidad. No consiste sólo en un permanente y vigilante ejército de ciudadanos con armas en resguardo hogareño. Cuenta mucho el voluntarismo de campeones de la democracia occidentalista, ganada a pulso, a lo largo de siglos de prácticas convivenciales, hasta cuajar una auténtica y ejemplar fortaleza frente a los riesgos de bárbaras agresividades euroasiáticas que, finalmente, no se atrevieron a retar a los decididos hombres de la montaña. Sabían los supuestos invasores lo que podía esperarles en los desfiladeros alpinos a merced de los hombres de un país en armas.

Ninguno de estos ejemplares rasgos sería posible sin la conciencia educacional que distingue a ese pequeño pero insobornable territorio que, en buena medida, se inspiró a lo largo de centurias en vecinos países y variadas hegemonías, acabando en una auténtica unión confederal, basada en los valores esenciales y mutuo respeto entre muy diversos cantones. Libertades democráticas, siempre prestas a ser defendidas, unidas dentro de históricas diversidades. Microcosmos de autenticidad democrática que cabe afianzar sobre la base de un auténtico civismo.

A todo ello hay que sumar un patriotismo solidario, el de una república confederal, cantonalista, ejemplo de seguridad convivencial que, de hecho, ha convertido Suiza en el equilibrado centro de defensa de la paz. Base inequívoca en la que se ocupan mesas de negociación en cuanto se consigue reunir dos o más antagonistas dispuestos al debate a cualquier nivel o escala internacional.


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