miércoles, 23 de enero de 2013

"We, the people

Los descreídos dirán que es una declaración solemne pero simbólica, sin ningún valor jurídico. Los contrarios dirán que es una pérdida de tiempo, porque la legalidad no contempla hacer efectiva la declaración. Y los más aguerridos del bloque del no asegurarán que el Parlament se sitúa fuera de la legalidad. Y probablemente todos tendrán razón. Es cierto que es simbólica, porque su práctica no está contemplada en la Constitución; es cierto que podría ser una pérdida de tiempo si no se hace efectiva, y es cierto que el Estado la consideraría ilegal si finalmente se llega a practicar su enunciado.

Y, sin embargo, con todas estas razones, ninguna tiene el peso de la única razón que puede cambiar el destino de un pueblo: su propia voluntad. Como dicen las primeras palabras de la Constitución norteamericana, que Obama acaba de citar varias veces en su address presidencial, "We, the people". "Nosotros, el pueblo", esa es la única realidad jurídica y política que puede definir a una nación. La cuestión, por tanto, no se sitúa en la legalidad o no del derecho del Parlament de Catalunya a proclamarse soberano. La cuestión es si Catalunya es una nación porque, si lo es, ninguna legalidad puede impedirle decidir su futuro. Y esa es, más o menos camuflada, la línea que separa a unos y otros partidos, con la excepción del PSC, que intenta habitar en la frontera y acaba en tierra de nadie.

¿Somos una nación? Aunque la sola pregunta me parece insultante, en realidad es el concepto fundamental que nos han negado por tierra, mar y aire, con la intención de negar cualquier posibilidad de ruptura. El propio Estatut que pactamos, aprobamos y luego nos cepillaron niega esa condición, porque ahí está la madre del cordero.

Si no somos nación, el derecho a la autodeterminación es absurdo y no se ampara en ningún derecho internacional. Si lo somos, las reglas de juego son otras. Sin embargo, ¿quién es nadie para negar a un país que acumula mil años de historia la condición de nación? ¿Puede negarlo un partido, una ley, un Estado? Pueden, y así ocurre. Pero sin embargo, ningún partido, ninguna ley, ni ningún Estado evitarán que la nación catalana se sienta como tal. Por ello es importante la declaración del Parlament, porque apela a esa larga historia de siglos, porque dribla cualquier situación legal y porque recuerda que la legalidad de las naciones se sustenta en la voluntad de sus pueblos. "We, the people", nosotros, el pueblo catalán, gentes que hemos creado una identidad colectiva a lo largo de una densa historia, somos quienes debemos ser preguntados. Y si la legalidad de un Estado niega ese derecho fundamental, el problema lo tiene el Estado. Porque será legal, pero no es legítimo. 

Dijo Abraham Lincoln: "Ningún hombre es lo bastante bueno para gobernar a otro sin su consentimiento". Tampoco puede hacerlo una nación sobre otra.

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