jueves, 24 de enero de 2013

Dejar lastre


En el intenso día de la declaración de soberanía del Parlament, el otro tema estrella fue la quiebra interna del PSC. Nadie puede saber cómo se desarrollará el conflicto, pero el hecho de que varios diputados se negaran a votar en contra, algunos líderes como Nadal o Tura explicitaran su sonoro enfado y decenas de nombres propios firmaran una carta de apoyo a los diputados díscolos nos da la magnitud del cisma. Lo que está ocurriendo no es menor y quizás, por primera vez en la difícil cohabitación entre las diversas almas del PSC, puede ser definitivo. En cualquier caso, tanto si los catalanistas aguantan en el partido, bunquerizándose en sus territorios, como si acaban rompiendo, algo está claro: el PSC no volverá a ser lo que ha sido. Esta tesitura, que alegra a muchos, convencidos de que romper la ambigüedad de los socialistas y escorarlos hacia el españolismo es bueno para el nacionalismo, preocupa a muchos otros, entre los que me encuentro. Primero, porque el PSC ha sido clave para que Catalunya no se fragmentara en dos sociedades, lo cual es un servicio enorme a la democracia y al país. Y segundo, porque aspiro a que los partidos centrales de Catalunya diverjan en el modelo social, pero no en la defensa de los derechos catalanes. Catalunya debería ser el campo de juego, y no la pelota que se lanzan a la cabeza. De ahí que si el PSC tira lastre y abandona el peso catalanista, todos perdemos, incluso aquellos que son adversarios políticos. Porque, sinceramente, creo que pierde el país.

¿Por qué está ocurriendo? Los motivos deben ser múltiples, pero hay uno central que parece condicionarlos a todos: el PSC ha decidido ser la mano que mece la cuna de la presidencia de Carme Chacón. Y por eso se ha ido a los madriles el hombre más hábil en la guerra electoral del partido, José Zaragoza, cuya capacidad para las sombras es tan notable como su escurridiza figura en las luces. Si, como parece, la dirección de Nicaragua ha decidido emprender la batalla última, conseguir que uno de los suyos esté en la presidencia del Gobierno, todo lo que estorbe será apartado. Y sin ninguna duda, la declaración de soberanía representaba un torpedo en la línea de flotación de la señora Chacón. Por eso mostró su desinhibida alegría nada más conocerse el no del PSC. Es posible, por tanto, que la desafección del alma catalanista ya esté descontada en la estrategia que han dibujado los capitanes del partido, y que incluso resulta rentable en términos electorales. ¿Ha decidido la dirección sacrificar a Catalunya y con ella al propio PSC para ganar España? Porque es evidente que tamaño sacrificio significa una minorización del partido en Catalunya. Lo cual es una estrategia posible, pero entonces hay que asumir dos consecuencias: que el PSC pierde definitivamente la C, y que deja de ser un partido central para convertirse en un triste residuo.


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