jueves, 24 de enero de 2013

Los retos de un paro masivo

AUN cuando el Gobierno logró evitar el nivel psicológico de los seis millones de parados, los datos de empleo con que cerró la economía española el ejercicio 2012 son terribles. Un país donde la cifra de desocupados alcanza las 5.965.400 personas (el 26% de la población activa) revela que tiene gravísimos problemas que resolver y no puede fracasar en su solución.

España tiene una economía con una gran base de pequeñas y medianas empresas, de capitalización mediana, que cuando viven una fase de auge crean mucho empleo y con las crisis lo destruyen masivamente. En una etapa de recesión mundial, los efectos -como se ve ahora- son tremendos. Al mismo tiempo, buena parte de la economía sufre riesgos de obsolescencia. Según Eurostat, las empresas españolas con capacidad innovadora están por debajo de Portugal, Chipre y Malta. Y para agravar las cosas, no reciben crédito.

A su vez, a pesar de la reforma laboral, el mercado de trabajo sufre una grave dualidad, que separa a los contratados de forma indefinida de los temporales, muchos de los cuales son jóvenes. En momentos difíciles las empresas prescinden de ellos porque es más barato, con el terrible resultado de que el 50% de los jóvenes están en paro. El hecho de que buena parte de la carga del ajuste se esté volcando sobre los jóvenes es tremendamente injusto y está haciendo que muchos de ellos tomen el camino de la emigración. En las puertas de salida se encuentran con muchos inmigrantes extranjeros que están regresando a sus países a la vista del negro futuro laboral que les espera aquí. 

España, en fin, vive una intensa fase de reestructuración que está resultando muy dolorosa. Para reducir su elevado déficit público, el Gobierno ha puesto en marcha un plan de rigor orientado a rebajarlo en 150.000 millones de euros entre el 2012 y el 2014, de los cuales 39.000 millones en el 2013. En el último trimestre, la economía española retrocedió un 0,6%. Eso, ciertamente, no favorece la creación de empleo a corto plazo.

Al sector privado todavía le quedan serios expedientes por resolver, como el ajuste de plantilla de Bankia y las cajas de ahorros, los sobrantes resultantes de la absorción de Banesto por el Santander o la reestructuración de plantilla de Iberia, junto a numerosas empresas, como Vodafone, que están reconvirtiéndose.

Pero donde está ahora el quid de la cuestión es en el sector público, donde las empresas públicas o la administración local pueden sufrir ajustes de plantilla. En este sentido, habría que aprovechar las posibilidades que ofrece la reforma laboral, como la movilidad geográfica y de puestos de trabajo, para evitar despidos.

En cuanto a la reforma laboral como tal, cabe decir que ha reducido el coste del despido, pero también ha introducido mecanismos de flexibilidad interna en las empresas que han rebajado la presión. Entre ellos, el salarial, que sería la forma idónea de hacer cambios productivos sin destruir empleo.

Ahora mismo la más clara posibilidad de crecimiento está en la exportación, y ello exige reducir costes para mejorar la competitividad. No se debe abandonar esta vía, sino profundizar en ella. Sobre esa base y cuando el ahorro vaya a financiar a las empresas, y con ellas el empleo, en vez de la deuda pública, el desempleo podrá ir absorbiéndose del mismo modo que se ha hecho con las cuentas exteriores, que antes suponían un déficit del 10% del PIB y ahora presentan un superávit.

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