domingo, 27 de enero de 2013

Chapuzas catalanas

Hay que ir con mucho cuidado a la hora de reírnos del vecino cuando hace el ridículo o comete un error. En Catalunya llevamos meses clamando que otros lugares de España han derrochado dinero en infraestructuras inútiles como los aeropuertos sin aviones de Castellón o de Ciudad Real que ahora se usan como circuitos de pruebas para coches de carreras. Aunque todo esto es cierto, aquí tampoco somos un ejemplo y también tenemos de qué avergonzarnos. No les voy a hablar de aeropuertos ni de AVE, sino de obras más sencillas donde hemos metido la pata. Son tres recientes chapuzas que se han perpetrado en los últimos meses y que han indignado al común de los mortales.

La primera y más hiriente por su alto coste es el carril bus-VAO de la carretera C-58 de acceso a Barcelona. 81 millones de inversión gastados en 6,8 kilómetros de carril segregado sobre una imponente estructura voladiza que solo funciona medio día de lunes a viernes y que apenas usan 2.000 vehículos. Esta cifra representa un ínfimo 1,3% del tráfico de esta vía, que sigue colapsada y que, ahora, tiene muy cabreados a la mayoría de conductores que ven la errónea gestión de esta millonaria estructura. En las próximas semanas veremos cómo el Govern cambiará la estrategia de los ideólogos integristas de la sostenibilidad que olvidan que los cambios de hábitos necesitan de tiempo, racionalidad, progresividad, convencimiento y poca imposición.

La segunda chapuza la encontramos en la N-II, una de las peores y más peligrosas carreteras de España, que reclama desde hace décadas inversiones como la destinada al mencionado carril VAO. En lugar de eso, a un avispado técnico avalado por el correspondiente político se le ocurrió reducir a un solo carril desde la conexión de la autopista con la carretera en el tramo entre Montgat y Alella. No había que tener ningún máster en Hamburgo para prever el monumental colapso que se generó y que ha vuelto a avivar la vieja reivindicación de acabar con el peaje de la autopista más antigua del Estado. La corrección de ese error ha tenido la correspondiente factura que pagaremos todos.

La tercera cantada no se ha corregido todavía, pero sigue causando protestas diarias. La vemos en la Gran Via de Barcelona, entre la plaza Espanya y la rambla Catalunya, y en la entrada sur de la Diagonal, donde se han habilitado nuevos carriles bus restando espacio a la circulación privada. De nuevo se ha generado colapso y cabreo por la desproporción de ver a miles de vehículos parados y unos pocos buses circulando. Es verdad que la ciudad no es de chicle, pero no se puede obviar que facilitar la movilidad es también ayudar a su desarrollo. ¿Algún técnico ha calculado el coste que soporta la ciudad en contaminación y tiempo gracias a todos estos colapsos inducidos? Está claro que no.

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