miércoles, 23 de enero de 2013

Ya no me quieres, bien lo sé...

Desde hace tiempo se ha convertido en algo habitual comparar la relación lamentable que mantienen España y Catalunya con la de un matrimonio malavenido, de esos que constantemente se pelean y que todo el mundo considera que mejor sería que se separasen. Pues, si aceptamos esa comparación, también tenemos que aceptar una parecida entre Convergència Democràtica de Catalunya y Unió Democràtica de Catalunya (la C y la U de ese matrimonio de conveniencia que es CiU) y acordar que tienen que romper de una vez esa ficción conyugal que dura desde 1978 y seguir cada uno por su lado. "Por el bien de los dos", dicen los consejeros matrimoniales, y tienen razón. El divorcio es algo saludable. La democristiana Joana Ortega, vicepresidenta del Govern, se ha separado no hace mucho y, además de estar tan guapa como siempre, se la ve la mar de feliz.

Desde las elecciones de 1980, Unió y Convergència no se han presentado nunca por separado. Antes de la boda, habían flirteado con otros, eso sí. En las elecciones de 1977, Convergència se alió con el EDC de Trias Fargas y el PSC-R de Verde Aldea. También en aquellas elecciones Unió fue del brazo de Centre Català (y sólo sacó dos diputados, por cierto). Sería bueno para ambos que, pasado este tiempo, finalmente se dijesen adiós. Así verían cuál es la musculatura de cada uno, cosa que afianzaría su ego o les permitiría ver que sus fuerzas son más limitadas de lo que creen, y que quizá vale la pena que rebajen su nivel de autoestima para acercarlo a la realidad. Todos nosotros hemos hecho cálculos sobre las capacidades electorales de uno y otro, y quizá nos llevaríamos alguna sorpresa. Eso también sería bueno, porque las sorpresas ayudan a soportar la rutina de la vida.

Ahora mismo no se separarán, claro, pero es evidente que estos días se lo han planteado con más claridad que nunca desde que se unieron en santo matrimonio. Mi experiencia como conflict coach me permite aconsejarles que las próximas elecciones serán una oportunidad espléndida, y más si, por lo que se presume, se harán antes de cuatro años. Así veremos si realmente Duran ha hecho que muchos de los votantes de CiU hayan votado a ERC, además de muchas otras cosas también interesantes. Una vez firmado el divorcio, cada uno seguiría su camino y, quizá, como pasa a veces, en el lugar más insospechado conocería a alguien de quien se enamoraría, alguien que le permitiría "empezar una nueva vida". Yo ya imagino qué brazos amorosos buscaría uno de los dos excónyuges para encontrar consuelo. Ellos serían felices y los ciudadanos nos ahorraríamos el espectáculo lastimoso de sus continuas peleas conyugales: los gritos, los reproches, los insultos y los platos por la cabeza. Ya cansa, francamente.

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