Nunca como en nuestros días la gente ha tenido la sensación de tener tanta información, pero ello no equivale a afirmar que esté bien informada. Las noticias fluyen tumultuosamente, como si formaran parte del tsunami de la comunicación que nos arrastra, y no siempre encontramos un refugio para no acabar en un centro de recuperación ante tantos inputs de actualidad. Esta sobredosis de información, lejos de hacernos sentir más libres, amenaza con debilitar nuestros conocimientos. Estamos surfeando continuamente por la epidermis de los acontecimientos, sin profundizar en la esencia de los mismos. Todo el mundo cree tener opinión sobre cuanto sucede, pero pocos han reflexionado un instante acerca de las causas.
Nicolas Berggruen, coautor de Gobernanza inteligente para el siglo XXI (Taurus), ha pasado por Madrid y ha declarado que la gente está sobrecargada de información, pero se distrae en mil cosas en lugar de profundizar. Y ha añadido: "La dispersión, la falta de concentración, puede minar la calidad y la fuerza del pensamiento". Berggruen, que dirige un instituto con su nombre que reflexiona sobre los modelos de gobierno eficientes, asegura que uno de los grandes problemas de la humanidad es que el nuevo escenario debilita a los medios tradicionales, aunque tiene la esperanza de que los que apuesten por la calidad acaben prevaleciendo. El filántropo e inversor germano-estadounidense considera que es fantástico que cada vez más gente tenga acceso a la información y pueda tener voz propia, pero al mismo tiempo se lamenta de que esta tenga poco contenido.
La selva informativa en la que nos toca avanzar diariamente hace que la gente requiera cada vez más de fuentes de información contrastadas y fiables. Confiar sólo en las redes sociales o en internet presenta riesgos evidentes, de tal modo que los medios tradicionales de calidad deberían actuar como contrapunto para validar datos, profundizar en análisis y contextualizar historias.
Ciertamente, nos corresponde vivir momentos donde el cinismo político, el descalabro financiero y la vacuidad cultural invitan a desconfiar de todo, incluso de los medios de comunicación, obligados a avanzar con inciertas cartas de navegación por los procelosos mares de la actualidad. Más que nunca la realidad que nos toca vivir necesita del pensamiento crítico y la prensa responsable tiene la obligación de profundizar en la regeneración democrática de la sociedad y en el rearme moral de los ciudadanos. Estos días las páginas de política se confunden con las de sucesos, ante tantos casos de dirigentes de partidos imputados en casos de corrupción, pero ante todo ello tenemos que pensar de forma serena, pero radical. Debemos reflexionar razonadamente, pero dando respuestas sin contemplaciones.
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