miércoles, 12 de diciembre de 2012

Política de toros

De pronto saltó la sorpresa, y la sorpresa se llama Gallardón. Como diría el agente 007, Alberto Ruiz-Gallardón. A este ministro no hay que azuzarlo mucho para meterlo en reformas, como demuestra su biografía; pero se calentó con la fiebre reformista de Rajoy, y se lanzó a poner la Justicia patas arriba. Cambia la ley, impone tasas, modifica sustituciones, quita días libres y ejecuta la reducción salarial, los despidos de eventuales y la supresión de la extra de Navidad. Como se ha juntado todo, estalló la sublevación. Ya hemos visto a jueces con pancartas. Ahora queda verlos cortando el tráfico. Las reformas han conseguido lo que no había conseguido la Justicia misma: unir a todos sus administradores por encima de su ideología.

Está ocurriendo algo curioso: hasta ahora nadie defendía el funcionamiento del sistema judicial español. Entre retrasos, atascos y otras deficiencias, ese pilar del Estado figuraba y figura en altos puestos de alto desprestigio. Pero llega un señor al que se debe suponer al menos la buena intención de mejorarlo, y ese señor pasa a ser el malo. Los rebeldes no lo quieren ni como interlocutor. Gran parte de la opinión publicada se vuelve contra él, que fue tan deseado, y ayer mismo se le llamaba torpe en las tertulias y se le hacía responsable de provocar una rebelión. La rebelión que faltaba en el desbarajuste español.

¿Hizo algo revolucionario este ministro? No parece. ¿Hizo con el personal judicial algo que no se haga con los demás funcionarios? Quizá quitarles seis días libres, seis, y modificar el régimen de sustituciones. Y en cuanto a las tasas, quienes tenemos que rebelarnos somos los justiciables, no los administradores. Por tanto, lo que aquí se censura y condena es el método, las formas, el procedimiento. Parece que Gallardón vio las primeras resistencias y se propuso quitarle a Wert el merecido título de Toro Bravo Que Se Crece Ante El Castigo, aunque su frase ayer fue otra: "Gobernar es, a veces, repartir dolor". Desde esa filosofía se propuso ser cirujano que opera sin anestesia con un bisturí que ataca por el lado del corporativismo. 

Me entran un par de dudas: a la vista de muchas reacciones y actitudes de miembros de este Gobierno, ¿estarán sintiendo gusto ante el reparto del dolor? ¿Las críticas les hacen crecerse ante el castigo? Si es lo primero, se entiende que vean a los pensionistas felices con la subida y al contribuyente dichoso por la presión fiscal que le han metido. Si es lo segundo, Rajoy puede estar tranquilo: tiene unos ministros preñados de fervor recortador. Pero, por las frases que van diciendo, llevan las tijeras en los cuernos de toro bravío. Tengo ganas de decirles que no pasa nada por ser algo más flexibles, ni por entender las razones de quien se queja de dolor. Y no se deja de ser de derechas por usar un poco la mano izquierda. Un poquito de mano izquierda. Tampoco es mucho pedir.

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