sábado, 22 de diciembre de 2012

El suegro y el yerno

Es temprano. En las inmediaciones del Parlament, la policía levanta las tapas de las cloacas y comprueba que no haya artefactos sospechosos. En los pasillos, mientras tanto, los servicios de limpieza ultiman el escenario de una sesión que promete esgrima dialéctica y un desenlace previsible (los lavabos masculinos no tardarán en ensuciarse: la puntería prostática de sus usuarios deja mucho que desear). Dos diputados -él y ella- llegan tarde, juntos y recién duchados: la manera sobreactuada de ignorarse sugiere pactos fugaces, de última hora y provechosos. 

En la tribuna, Alicia Sánchez-Camacho acusa a Artur Mas de fracasado, mentiroso y desleal. Incomprensiblemente, la líder del PP se sorprende cuando, en su réplica, Mas le responde con un nerviosismo espontáneo y una acritud premeditada (su mensaje podría resumirse con la frase pronunciada por el ganador del concurso televisivo La voz: "España es heavy"). 

Las intervenciones de Mas son seguidas con comentarios y jaleo del grupo del PP y de Jordi Cañas, de Ciutadans (si yo fuera Núria de Gispert, le castigaría de cara a la pared). Cañas confunde la expresividad parlamentaria de, pongamos, la Cámara de los Comunes con el tocapelotismo escolar de último de la fila. Sánchez-Camacho cita a Shakespeare y a Raymond Aron (mito del universo liberal) y afirma, en catalán y en castellano, que defenderá los 471.000 votos que representa. Para empezar la sesión, la discusión se centra en la aritmética de la legitimidad, alejada de las necesidades inmediatas. La escena hace pensar en un servicio de urgencias con los médicos hablando de sus cosas en lugar de atender a los moribundos y los heridos que, en ambulancia, siguen llegando. 

Joan Herrera, de ICV, recupera un poco el orden del día. Alternando las manos en los bolsillos con informales cambios de perfil, critica la austeridad dogmática -y salvaje, añade- del gobierno. Denuncia la crisis democrática. Pide que se combatan más los crímenes que las protestas. Apela a una revuelta cívica. Se pierde enumerando sus reflexiones (repite cinco veces "segunda reflexión"). Cita a Lula da Silva (desmentido por la contundencia documental de Sánchez-Camacho) y resume la posición de su grupo con una pregunta: "Podem parlar de transició nacional sense parlar de transició democràtica?". La réplica de Mas es respetuosa y categórica: "Vostè té discurs però no té solucions".

A ratos, Mas parece actuar como el maestro de ajedrez que se arriesga a jugar una partida simultánea contra varios aspirantes. Albert Rivera, de Ciutadans, responde al perfil de jugador puñetero y cínico. De entrada, le suelta a Mas que es el Ibarretxe catalán y bautiza el pacto con ERC como "Equipo A de la sedición". Rivera busca el titular con olfato y se recrea en frases de articulista sometido a la presión del cierre o a los efectos de un exceso de Red Bull: "A Catalunya sobra greix i falta múscul". Sus palabras, aliñadas con referencias a la ausencia de Oriol Junqueras, tienen un efecto fulminante. En la zona de invitados, Josep Antoni Duran Lleida tiene que ponerse colirio en los ojos para continuar viéndolo.

Y llega el momento más rupturista y original de la mañana. Con una camiseta de "Xàtiva renaix de les cendres" (homenaje a la Xàtiva de 1707), David Fernández, de las CUP, hace un discurso de alta densidad teórico-histórica, con citas de Séneca y Hannah Arendt y referencias a Joan Fuster, Blai Bonet, Salvador Espriu, Miguel Hernández y Maria Mercè Marçal. El discurso funciona como un aspersor. Va lanzando conceptos como apartheid, feminicidi, mercados financieros, minotauro global, movilización, insumisión, Països Catalans, Espartero, deutecràcia, Franco. Tras definir a su grupo como "hackers de lo imposible", remata su debut con una pregunta retórica -"la corrupción es del sistema o la corrupción es el sistema?"- y con una frase que aplica a la actualidad principios de cine gore: "No són retallades: és una serra elèctrica". 

Su diálogo con Mas es original, casi entrañable. Recuerda la primera sobremesa de un suegro con su yerno. El suegro intenta ganarse al yerno y moderarle las convicciones y el yerno procura ser educado sin traicionar sus ideas. La liturgia culmina con la interpretación del himno nacional y la convicción de haber vivido un (otro) momento histórico. Teniendo en cuenta cómo acabaron otras noches históricas -la de la aprobación del Estatut, por ejemplo- todavía es pronto para saber si el esfuerzo de este Parlament -que parece representar mejor la diversidad ideológica y las divisiones sociales del país- provocará más grasa, más músculo o más depresiones.

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