sábado, 29 de diciembre de 2012

Muertos y vivos

El intelectual ha muerto. Ha nacido el internetual". Lo anunciaba el otro día en una entrevista Paulo Coelho, autor brasileño de best sellers. Y añadía: "Han muerto las jerarquías del pensamiento". Caramba -me dije-, dos muertos en un párrafo: eso no abunda ni en las novelas más negras de Don Winslow. Y no dos don nadie, sino dos pesos pesados: los intelectuales, es decir, aquellos científicos, estudiosos, pensadores o sabios cuyo trabajo se basa en el uso de la inteligencia; y las jerarquías del pensamiento, que vendrían a ser el orden definido por los intelectuales y aceptado por el homo sapiens. ¿Y qué nos dan para cubrir dos bajas tan sensibles? Pues al internetual, neologismo que, según infiero de la proclama coelhiana, define a quien destaca no ya por el uso del intelecto sino por su soltura y fortuna en el manejo de internet. Verbigracia, el propio Coelho.

El intelectual siempre ha tenido mala prensa. La tuvo antes de que Coelho empezara a forrarse con sus títulos mágicos o espirituales. Y la sigue teniendo ahora. A veces, porque vive enfrascado en sus pensamientos, aislado del resto de sus congéneres, a los que parece ignorar. A veces, porque el resto de sus congéneres desconfía tanto de sus propias capacidades mentales que le considera un tío raro, cuando no un enemigo. Sea por un motivo u otro los intelectuales -insisto- tienen mala prensa. Incluso peor que los ricos. Aunque el mecanismo que abre esa brecha es el mismo: ambos poseen algo de lo que la mayoría cree carecer. Pero, ojo, si bien no todos poseemos mucho dinero, todos tenemos un cerebro.

Coelho nos informa, decíamos, de que ya no hay jerarquías del pensamiento. Quiere decir, supongo, que gracias a internet la difusión de ideas ya no es privilegio de los que disponen de una cátedra o una tribuna (ganadas por lo general con dedicación y excelencia). Quiere decir que ahora ya cualquiera puede hacer uso de la megafonía.

¿Vamos por el buen camino? En ocasiones, sí. Usar internet está muy bien. Pero proponerlo como alternativa al intelecto es un error, una nueva prueba de que estamos dispuestos a externizarlo todo, incluido el cerebro. Es bueno que todos tengamos un mar al que lanzar nuestros mensajes en una botella. Lo es menos que dicha posibilidad comporte la anulación de las jerarquías. Es más, las jerarquías fundadas en el conocimiento deberían sobrevivir. Porque si mueren los intelectuales y mueren las jerarquías va a acabar sonando la hora de los vivos -de los vivales-, que rápidamente se postularán para reemplazar a los muertos. Coelho, por ejemplo, ya tiene 6,7 millones de seguidores en Twitter y diez millones de amigos en Facebook, a los que ilumina con su prosa. Y es que los sistemas de poder no desaparecen nunca. Están siempre ahí, expuestos a nuevos asaltos, que antaño se llevaban a cabo con calidad y fuerza, y ahora, con cantidad y multitudes. ¡Ay!

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