Dudas soberanas

os 16,5 folios del acuerdo que suscribieron CiU y ERC el 19 de diciembre, festividad de san Anastasio, plantean varias dudas, y quizás deudas, soberanas. De entrada, los firmantes desvelan una desconfianza burocrática que les lleva a crear hasta diez entes o grupos de trabajo, con nomenclaturas tan grandilocuentes como Comitè Permanent d'Estabilitat o Consell Català per a la Transició Nacional. Ya se sabe; si quieres que algo se retrase eternamente, nombra una comisión. Si la gestión del acuerdo se antoja difícil, qué no decir de la supuesta consulta para ejercer el derecho a la autodeterminación, según consta en el preámbulo del pacto. Nos preguntamos si a alguien se le ha ocurrido pensar qué sucedería si, en el improbable referéndum, un 60% de los catalanes decidieran seguir unidos a España. ¡Glups! Menudo contratiempo para los fabricantes de sueños. Seríamos casi como Puerto Rico, que el 6 de noviembre votó por primera su disposición a convertirse en el 51.º estado de la Unión, aunque Washington no lo vea nada claro. ¿Nos quedaríamos en un limbo territorial como los caribeños? Pero el interrogante más inquietante del pacto es el económico. Resulta casi cómico que mencione la euroviñeta para imponer otro peaje a los camiones de mercancías, o el gravamen a las colas y refrescos con exceso de azúcar, según los cánones diabéticos que animan al nuevo tripartito. Pero el problema de verdad es la obsesión confiscatoria sobre depósitos bancarios, patrimonio o sucesiones. Se nos hace un nudo en la garganta al pensar cuál será la reacción de nuestro catalán adoptivo más universal, Lionel Messi, cuando compruebe que la transición nacional que le proponemos quiere menguar los 1.800 euros que se levanta cada hora y que, encima, pretendemos reducir la herencia de su lindo bebé Thiago.

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