sábado, 22 de diciembre de 2012

Ribollers y la cartografía

Este jueves el museo de Granollers quedó desbordado. El fotógrafo Jordi Ribó presentaba el álbum gigantesco con el que ha querido celebrar sus 25 años de oficio. El libro se titula Ribollers 25 anys (Instants de Granollers i la seva gent) y lo edita Alpina, la editorial de cabecera de los excursionistas. Ribó es un artista del retrato. Fotógrafo de estudio, bregado en los ruidosos misterios de las ceremonias BBC, siente una debilidad por los retratos colectivos. Quienes le hemos visto trabajar conocemos su capacidad increíble para manejar grupos humanos, ya sea de tú a tú o encaramado en una grúa. Una de sus virtudes es la interacción con sus retratados. En ámbitos íntimos (tres abuelas desnudas tras una manta en su estudio) o al aire libre, dirigiendo a una multitud de extras (vestidos) dignos de una superproducción de Hollywood. Sus retratos responden a la noción de instantánea, tal vez porque Ribó genera el movimiento justo antes de fijarlo. Y viceversa: fue él quien fotografió a Llulu en las doce posiciones de la carrera atlética para que mi hijo quieto adquiriese movimiento virtual. El cómplice en aquel pulquérrimo trabajo de animación fue el diseñador Miquel Llach, el mismo que ahora elabora este texto icónico.

Durante el siglo XX la fotografía se extendió a amplias capas de la población mientras luchaba por hacerse un lugar entre las artes. Daguerre difundió los daguerreotipos en 1839 y George Eastman lanzó la Kodak con película fotográfica en 1888. Durante el siglo XIX la fotografía sirvió para adjetivar la idea de memoria. En pleno siglo XXI, la sobreabundancia de imágenes digitales transforma el arte fotográfico en una elección. El archivo de un fotógrafo de primera como Ribó es un depósito artístico de memoria histórica. Desde 1988 ha hecho 10.550 reportajes: 900 familias vallesanas de diversa extracción, 600 niños que pasaron por la convención fotoreligiosa de la Primera Comunión y justo el doble de adultos que decidieron perpetrar Matrimonio (a 120 invitados por boda, debe haber retratado a unas 144.000 personas en actitud festiva). Toda esta multitud forma una parte fundamental del tejido social de Granollers y comarca. El archivo acoge los cambios sociales que comportan el paso del tiempo. Con los años, Jordi Ribó ha retratado bodas de parejas homosexuales y también ha hecho reportajes de segundas, terceras y enésimas nupcias entre los repetidores que volvían a tropezar en la misma piedra nupcial. Basta observar la ropa de los retratados para viajar en el tiempo, pero también se dan otros detalles que nos permiten jugar a arqueólogos. Las gafas, los peinados, las matrículas y los modelos de los vehículos, si la gente fuma, alguna bandera puntual... El archivo de Ribó no es sólo un depósito de memoria histórica. También es un mapa. Sus retratos cartografían a los habitantes de Granollers. Debe ser por eso que el libro lo publica Alpina, la editorial de los mapas.

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