sábado, 29 de diciembre de 2012

El año en que falló todo

Hay otro balance del año, que no es el efectuado por los líderes políticos. Ni el de Rajoy ni el de Rubalcaba, por solventes que hayan sido. Es el que se escucha en conversaciones de la calle y el que revelan los sondeos de opinión. Y es el que hizo un cooperante americano en una visita a Cáritas: "Veo a la gente sin esperanza". Me ha impresionado el diagnóstico, porque en una sola frase retrata el momento y la falta de perspectivas de la sociedad. Quizá sea lo peor del estado de ánimo del país: desesperanzado. A principios de este año que se agota había, al menos, alguna expectativa por el cambio de gobierno. Poco a poco, se fue diluyendo, aplazada hasta 2014. Estrenaremos 2013 como quien entra en un túnel donde sólo al final se verá alguna luz. Y ni eso es seguro.

No trato de criticar ni elogiar al Gobierno, del que opino que hizo lo que tenía que hacer, sacrificando principios, promesas y palabras dadas. Trato de describir un periodo que, a mi juicio, sólo merece un calificativo: nefasto. Ha sido un año nefasto en que falló todo. No puede haber un retrato más deprimente de un país que deja estas escenas en el balance: en la jefatura del Estado, una erosión que Su Majestad el Rey no merece; en las instituciones, descrédito galopante; en el Gobierno, encuestas que dicen que más del 80% de los ciudadanos suspenden su gestión; en la oposición, falta de alternativa sólida; en la clase política, pérdida de confianza y capacidad de liderazgo; en el empleo, goteo permanente de regulaciones; en la economía, desmayo y desaliento, y en la moral colectiva, pérdida de valores y falta de referentes éticos. 

Es tal la acumulación del deterioro, que dan ganas de pedir que se detenga la marcha del país y se haga un gran pacto nacional para empezar a construirlo otra vez. Rajoy lo intenta, pero se basa sólo en su mayoría y en su valor de estabilidad, y las reformas acometidas tardan demasiado en dar frutos. Demasiado tiempo, desde luego, para quien agota una prestación social, para quien ha entrado en el llamado umbral de la pobreza, o para esos datos que empiezan a hablar de niños que sufren desnutrición, según las informaciones que llegan de Cáritas, Cruz Roja o Aldeas Infantiles. 

Al final, ¿qué ciudadano de este país puede albergar alguna ilusión? Me duele escribirlo, pero quizá los independentistas catalanes. Por lo menos, ellos tienen un horizonte. Difícil, complicado, lleno de obstáculos legales que creo insalvables, de incertidumbres económicas manipuladas, posiblemente utópico, ya veremos; pero tienen un proyecto al que agarrarse. Construir una nación soberana tiene riesgos inmensos, pero es una tarea histórica y una emoción compartida, aunque para muchos sea la emoción de asomarse a un abismo. Por eso la corriente independentista ha sido como una llamarada que se propagó y se asentó en la crónica política en menos de cuatro meses. Cuanta más crisis azota la marca España, más se asientan los sentimientos de separación. Así ve este cronista el estado del país.

Retales
Objetividad. Oriol Junqueras: "Se trata de explicar que aquello que depende de la Generalitat se hace de forma justa y eficaz y que lo que depende del Gobierno central no se hace de forma justa y eficaz". 

Crédito. El colmo de la pérdida de credibilidad: que un ministro niegue la subida de un impuesto y haya gente que piense que la está anunciando.

Huelga. Se vuelve a pedir la regulación legal del derecho de huelga. Nunca sabré si se pide por necesidad objetiva o para que una ley evite el engorro de tener que negociar.

Protestas. Se quejan en Madrid de que sufren nueve manifestaciones diarias. Yo digo: si se mide la cantidad de parados, empobrecidos, castigados por la crisis y todo el descontento social, me parecen pocas. 

Transición. Del Rey abajo, todas las llamadas a la concordia tienen el punto nostálgico de invocar el espíritu de la transición. Lo malo es que los menores de 40 años no saben lo que fue aquello. Ni tienen los mismos miedos.

Lotería. Mal debe andar un país en reparto de la riqueza y en ayudas a necesitados, cuando la noticia más relevante de justicia social contada en los medios ha sido el reparto del gordo de Navidad.

Zombis. Dice el Gobierno británico, en respuesta a un contribuyente, que el Reino Unido está preparado para recibir una invasión de zombis. No sabía yo que tanto dirigente español tuviera previsto emigrar.

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