jueves, 27 de diciembre de 2012

El Rey tapado

Hizo mal el señor Mas al no querer ver el mensaje de Navidad del Rey. Le pierde la corrección política y resulta poco convincente alegar que estaba trabajando en la formación de su Govern. Por lo menos podía sentir la curiosidad de saber si el jefe del Estado español decía algo de la creación del Estado catalán. Los nacionalistas vascos son más rudos, más bruscos en su censura, pero también más sinceros: creen que la figura del Rey perjudica su causa soberanista y, al grito de al enemigo ni agua, se oponen incluso a que salga por su televisión. Es desagradable, pero coherente.

Tampoco hizo bien Mas al explicar por qué la efigie de Su Majestad fue tapada para el acto de su toma de posesión. Hizo responsable a Protocolo de la Generalitat, y a mí me pareció disculpa pobre: un yo no he sido, propio de esos altos cargos que siempre acaban culpando al de abajo. Hubiera sido más valiente decir, por ejemplo, que el rey de España no figura entre los símbolos nacionales de Catalunya. Y al final, entre el rey no escuchado y el rey tapado queda una imagen de un cierto desaire del Molt Honorable president que yo nunca hubiera imaginado en la proverbial hospitalidad y en la reconocida cortesía de los catalanes. Es mucho mejor la claridad política que este interpretable lenguaje de gestos.

En este punto el cuerpo me pide decir algo. Por supuesto, nadie tiene obligación de ser monárquico ni juancarlista. Tiene lógica algún tipo de repudio al jefe del Estado, símbolo de la unidad de la nación española, cuando se trata de caminar hacia la ruptura. Pero permítanme una duda: aunque mañana mismo se proclamase la independencia de Catalunya y el País Vasco, ¿sería justo que ambos nacionalismos demonizasen la figura de don Juan Carlos? Yo creo que sería lo más injusto, tanto en lo que afecta a su papel institucional como a su persona. Ninguna nacionalidad histórica vio tan reconocidos sus derechos como bajo el reinado de Juan Carlos I. Las identidades de cada comunidad han sido reconocidas e impulsadas por la Corona. El desarrollo del autogobierno se efectuó sin otras limitaciones que las establecidas en las leyes. Y en el mensaje que Artur Mas no quiso escuchar y el PNV no quería emitir no hubo una sola nota de confrontación. Al revés: Su Majestad se ha preocupado tanto de limar aristas y llamar al acuerdo que resultó poco concreto para multitud de espectadores. Si del Rey depende creo que nunca habrá la colisión de barcos que Mas quiere evitar.

Por todo ello, y sea responsabilidad de Protocolo o de la propia Presidencia, este cronista cree que el retrato del Rey nunca se debió ocultar. No se trata de venerarlo en plena marcha hacia la secesión. Se trata de no herir la sensibilidad de otra gente. Y se trata de que, en el fondo, aunque el destino de ruptura esté escrito, por mucho que lo tapen con un telón negro, sigue siendo el Rey.

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