lunes, 10 de diciembre de 2012

¿Hay que fusionar universidades?


La respuesta es un no rotundo. No existe ninguna justificación. Los datos lo confirman. En España no existen demasiadas universidades, como recoge el cuadro 1, tomado del reciente artículo de Francesc Xavier Grau (http://www.publicacionsurv.cat/cataleg/universitat-rovira-i-virgili/item/279-retos). Entre los países de la UE-15, somos junto a Italia, el país con menos número de universidades públicas, teniendo en cuenta el tamaño de nuestra población: una universidad pública por cada millón de habitantes. Esta proporción es casi la misma que tenemos en Galicia: tres universidades para casi tres millones de personas.
Por eso debemos reflexionar un poco antes de meter en el mismo saco a las universidades con los aeropuertos y museos. El minifundismo y el localismo son un problema real en el primer caso, porque un buen aeropuerto internacional, con muchas conexiones directas a múltiples destinos, requiere una masa crítica poblacional muy superior al que requiere una universidad. Y lo mismo podríamos decir de los museos u otras cosas. Las mejores universidades del mundo, por el contrario, no son las más grandes, sino que tienden a situarse en tamaños alrededor de los 20.000-30.000 estudiantes, el intervalo en el que se mueven las gallegas. A partir de ahí, cabe interrogarse sobre el número de campus y sobre la oferta conjunta que ofrecen las tres universidades gallegas.
Sobre el número de campus actuales, existen argumentos en contra y a favor. En contra, la idea de que siete campus puede elevar los costes por la duplicación de cargos y servicios y dificultar el día a día, por la distancia física entre los centros de una misma universidad. A favor, la idea de que integramos mejor a la universidad en el tejido social y productivo, lo que nos permite ganancias potenciales en esa tarea pendiente de interrelación. Mi opinión es que si las cosas se hacen bien, las ventajas superan a los costes. Con el uso de las nuevas tecnologías, la distancia física es un asunto salvable. Con esquemas de gobernanza y estructura de los servicios inteligente, el incremento de gastos es marginal. Por el contrario, si acertamos a especializar los campus teniendo en cuenta las características del entorno podemos ganar mucho en transferencia y utilidad social. Lo que me lleva a la segunda de las cuestiones apuntadas.
Las universidades gallegas forman parte de un sistema que se financia mayoritariamente por recursos de la Xunta y que debe atender fundamentalmente a las necesidades y demandas de los ciudadanos, empresas, sociedad y administraciones gallegas. Por eso su oferta debe ser racional, de calidad y estar coordinada. Por eso es fundamental la progresiva especialización de los campus, eliminar duplicidades poco razonables en términos de demanda y rentabilidad social, reorientar los recursos, blindarse ante nuevas demandas de titulaciones que suponen duplicidad injustificada. Pero la cosa no acaba ahí. Para tener un buen sistema hacen falta dos cosas más: financiación suficiente y rendición de cuentas.
Sobre la financiación universitaria, podríamos adjuntar muchos cuadros y gráficos. Pero todos ellos apuntarían en la misma dirección. Las universidades públicas españolas están mal financiadas en términos comparados. Y al menos hasta hace un par de cursos, los datos de que disponemos, las gallegas estaban claramente por debajo de la media. Por eso, toca mejorar y avanzar en esa financiación. Pero hay que hacerlo bien. Hay que exigir más a cambio. Las universidades, las facultades, departamentos y grupos de investigación deben rendir cuentas de sus resultados. Es fundamental introducir un enfoque de gestión empresarial en nuestras universidades. No podemos escondernos tras las banderas de un igualitarismo mal entendido y la defensa del statu quo para no mejorar y esforzarse más. Hoy existen partes del sistema universitario extraordinariamente buenas en perspectiva internacional, pero otras que son deficientes. No podemos confiar en la buena voluntad y vocación de las personas. Hay que dar más recursos, pero exigir resultados en consonancia.
Y termino este artículo rompiendo otro falso mito: en España (y Galicia) no contamos con demasiados estudiantes universitarios. De hecho, los datos, que proceden de la misma fuente que antes, muestran lo contrario. Estamos prácticamente igual que Alemania. El problema de España (y Galicia) es la alta proporción de jóvenes que ni optan por la formación profesional media y superior ni por la formación universitaria, no el exceso de universitarios.
*Catedrático de Economía Aplicada de la Universidade de Vigo

Fuentes:  http://www.farodevigo.es

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