sábado, 24 de noviembre de 2012

La hora de Cataluña


La respuesta al por qué, remite a otra pregunta: ¿por qué no? Es decir, ¿hay algún estado que desee dejar de serlo? Por supuesto, vivimos en un mundo de soberanías compartidas y Europa es un gran laboratorio. Pero incluso con esa necesaria interdependencia, no es lo mismo ser interdependiente con silla propia, que serlo con la silla del vecino. Y desde hace tiempo Catalunya no tiene silla propia ni en el concierto de naciones, ni en España, ni en la propia Catalunya. A pesar de que España es un estado descentralizado, la nación catalana no tiene soberanía para hacer sus políticas contra el paro, o tener modelo tributario propio, o avanzar en infraestructuras claves, o enfrentarse a la compleja cuestión de la inmigración, nada. Y ello con el agravante que somos una economía con un gran entramado de pymes que necesitan políticas económicas específicas. Nuestro presente y futuro dependen de decisiones que van en contra de nuestros intereses primarios. La primera respuesta al por qué queremos estado es, pues, simple: porque queremos la misma soberanía del resto de naciones. Es decir, no aspiramos a ser más independientes que Inglaterra, pero tampoco queremos serlo menos.
   A partir de aquí, los motivos se acumulan y ahondan en lo histórico, lo cultural y lo económico. Es decir, hay razones que van del corazón al bolsillo, pasando por el estómago, porque el camino compartido con España no ha sido un camino de rosas. No aspiramos a romper, solo aspiramos a bifurcar ese camino, porque no nos lleva a ninguna parte.
    Los motivos históricos. España no es, como Suiza, un estado nacido de un pacto entre naciones, sino la imposición de una nación sobre las otras. De ahí que nadie quiere dejar de ser suizos y en cambio muchos catalanes y vascos queramos dejar de ser españoles. Nuestra relación conflictiva con España empieza en 1714 con una severa derrota militar, la destrucción de nuestras instituciones y  una represión brutal que obligó al primer gran exilio. Hasta entonces éramos una nación soberana, a partir de entonces fuimos una nación sometida. Y en estos trescientos años hemos sufrido represiones, exilio, dos dictaduras y una tensión permanente que ha tenido pocos respiros. Hemos vivido más tiempo bajo la represión que bajo la libertad. Y cuando volvimos a reclamar nuestros derechos, después de Franco, el resultado fue un café para todos que lejos de respetar nuestro carácter nacional, nos relegó a simple administración. Y desde entonces, el estado no ha parado de recentralizarse. Cuando Catalunya raspa en su memoria aterriza en una zona oscura que no ofrece demasiados motivos para querer ser española. Si a ello añadimos la lengua y cultura catalanas, cuya represión a lo largo de la historia ha sido constante, con épocas de prohibición y desaparición del ámbito público, la mala memoria arrecia. Y en democracia, continuamos sufriendo un hostigamiento lingüístico en forma de todo tipo de leyes. La falta de respeto es tan notable, que el máximo representante del estado, el Rey, es capaz de hablar un magnífico inglés y no sabe ni barbotear el catalán.
   Pero si la memoria es gris y la identidad está dolida, es la razón del bolsillo la que ha quebrado la paciencia catalana. Por su dinamismo económico y su sólida red de empresas, Catalunya ha sido capaz de generar riqueza. Pero sufre un déficit fiscal que llega a la sangría de 16 mil millones de euros que se van, 45 millones de euros diarios. Es decir, Catalunya pierde en favor del estado anualmente el 8´5% de su PIB, el único territorio del mundo que sufre un déficit fiscal tan depredador. Representa 2.250 euros anuales por cada catalán. A la vez, es la zona donde se paralizan más infraestructuras, no se construyen las fundamentales, y se tira el dinero en proyectos faraónicos que no tienen ningún sentido económico:  España tiene la red de alta velocidad más completa y deficitaria del mundo, y no ha construido el fundamental corredor mediterráneo.  Otro ejemplo, el aeropuerto de Barcelona tiene una petición anual de 700.000 pasajeros intercontinentales que no puede ser atendida. Y mientras somos los que más damos a España, estamos a la cola en inversión. Es una situación insostenible que hemos intentado cambiar por todas las vías políticas, y nos han cerrado todas las puertas. Ante la pared de España, hemos decidido hacer nuestro propio camino. Somos una sociedad emprendedora, de la misma dimensión geográfica y demográfica que Suiza, y con una vocación europea secular. Con España estamos condenados al fracaso como nación y a la pobreza como sociedad. Sin España, tenemos la seguridad que seremos uno de los territorios más dinámicos de Europa, cuya vocación y servicio será siempre el nuestro. ¿Por qué, pues, tener estado? Por todo, porque somos una nación, porque estamos hartos, porque creemos en la democracia y porque queremos ejercerla. Llegó, pues, la hora catalana.
_______


Leer más: http://www.lavanguardia.com/politica/elecciones-catalanas/20121121/54355462587/la-hora-de-cataluna-pilar-rahola.html#ixzz2DAEnOiUT
Síguenos en: https://twitter.com/@LaVanguardia | http://facebook.com/LaVanguardia

No hay comentarios:

Publicar un comentario