domingo, 3 de febrero de 2013

Escupe que algo queda

Puede que sea verdad y puede que sea mentira. Es la palabra de uno, y la palabra todavía muda del acusado. Aceptemos que sea verdad lo que ha dado vida a más de uno, que Messi lanzó un escupitajo mirando al banquillo del Madrid, que en el túnel de vestuarios le dijo a Karanka "muñeco de Mou" y que esperó mucho rato después del partido del Bernabeu para decirle "bobo" a Arbeloa en el parking. Aceptemos que Callejón lo oyó casi todo y lo que no oyó se lo contaron. Curioso. Del clásico del miércoles cierta prensa se ha quedado con lo que ni las cámaras ocultas pudieron captar, y ni los árbitros anotaron.

Arrojar saliva es una costumbre de futbolistas. La boca se reseca y el cuerpo no acepta semejante sustancia. En el fútbol hemos visto escupitajos de todo tipo. Samuel Eto'o, por ejemplo, en un partido Barça-Athletic, lanzó uno directo a Expósito que Javier Clemente aprovechó para tomar la revancha con un insulto hacia el camerunés: "Escupen los que bajan del árbol", dijo el técnico vasco. Cristiano Ronaldo, por ejemplo, tiene un escupitajo famoso contra una cámara de un canal español después de ser eliminado por España en el Mundial de Sudáfrica. El de Messi no se observa, al menos que haya sido lanzado contra el banquillo del Madrid.

En cuanto a lo que dicen que el argentino dijo a Karanka y a Arbeloa me parece que el Messi que yo conozco no es tan refinado como para utilizar palabras como "muñeco" o "bobo". Me hubiera creído más si me cuentan que el argentino se cagó en la concha de la madre de Karanka y que a Arbeloa lo llamó boludo o nabo o forro, más usados en su lengua.

Pero puede que haya dicho ambas cosas porque en el único lugar donde el argentino es prácticamente irreprochable es cuando tiene el balón en sus pies. Fuera del campo ya no es un dios, es como todo el mundo, y seguro que no siempre es un niño bueno. Se ríe y se cabrea, y dice tacos, y a lo mejor es hasta maleducado, caprichoso, rencoroso y malhablado.

Dicho todo esto hay la otra parte. A mi el vestuario del Real Madrid no me merece ninguna credibilidad. Lo siento. Puede ser verdad lo de Messi, pero no me creo a Callejón, que es un jugador manejable, interesado en quedar bien con su entrenador. No me creo a un vestuario donde figura un futbolista como Pepe, capaz de patear a un rival en el suelo. No me creo a un vestuario que tiene a un técnico capaz de agredir a un colega por la espalda y de esperar a los árbitros en el parking para espetarles su parecer. No me creo un vestuario que, aceptando todo lo que ha vomitado de Messi, lo escupe públicamente. Lejos está aquel código no escrito de los futbolistas que lo que sucede en el campo y en el vestuario se queda dentro. Los chivatos, ya se sabe, no son buenas personas.

De cualquier forma, Messi y compañía tienen que aprender de estas lecciones. El Madrid es el enemigo deportivo, mucho más desde que está Mourinho. Pero un club que se enorgullece de defender unos valores muy profundos tiene que cuidar hasta el más mínimo detalle en el campo y fuera de él. La imagen mundial que tiene el Barça hoy en día es insuperable y envidiada especialmente por los portugueses del Madrid. Cristiano y compañía pueden estar pensando todavía que perdió el último Balón de Oro por la buena imagen que tiene Messi. Y lo único que les queda es echar basura sobre el argentino, ensuciar el brillante retrato que todo el mundo tiene de él. Por eso ningún culé tiene que olvidar que escupir es lo más parecido a calumniar. Calumnia que algo queda, dicen en mi pueblo. Y eso lo han conseguido.

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