viernes, 22 de febrero de 2013

¿Antipolítica, política negativa o regeneración?


Mañana y el lunes se celebran elecciones generales en Italia. Los análisis a posteriori de las grandes coaliciones y partidos transalpinos enfatizarán algún aspecto positivo de los resultados obtenidos, bien sea en el conjunto del país, en parte de él o en alguna de los dos Cámaras (recuérdese que el sistema político italiano es de bicameralismo perfetto, lo que implica la confianza de ambas Cámaras para poder gobernar). Todos clamarán particulares ganancias que les permitan reivindicar su derecho a existir y, por ende, justifiquen la pervivencia de un sistema de partidos altamente desprestigiado.
En realidad, solo una de las formaciones concurrentes podrá arrogarse un éxito neto, claro e incuestionable. No por ser temido, el considerable avance en las urnas del Movimiento Cinco Estrellas (Movimento Cinque Stelle) será menos doloroso para los partidos del estamento político dirigente. Su éxito electoral se habrá basado en lo que los politólogos anglosajones denominan single issue politics, o contiendas electorales concentradas en un único asunto. El hartazgo de buena parte de los ciudadanos italianos hacia su corrupta clase política y sus malas prácticas clientelares habrá llevado a los votantes estelares a optar por la única formación que nítidamente propone romper con todo lo ya conocido. ¿Cabe etiquetar tales propuestas y comportamientos como antipolíticos o políticos negativos o es más ajustado entrever en los resultados electorales una reacción ciudadana a fin de regenerar la partitocracia esclerotizada italiana?
Recuérdese que el Movimiento Cinco Estrellas ha renunciado durante la campaña electoral a su presencia en los medios de comunicación tradicionales, a los que ha acusado de llevar una campaña de desprestigio de su líder, el (ex)cómico Beppe Grillo. Su razón de ser política se basa en la democracia participativa desde abajo con una involucración de sus adeptos en los procesos decisionales por vía telemática. La utilización de la Red como cauce de comunicación y participación es, quizá, el rasgo más innovador del Movimento. Mediante su uso generalizado por participantes y participados se han confirmado las potencialidades de las nuevas tecnologías de la comunicación para facilitar la evolución política democrática. Se trata de una experiencia que emularán, a buen seguro, partidos y otros movimientos populares de ciudadanos indignados y desencantados con la vieja política. Su gran reclamo electoral contra la corrupción ha sido el martillo pilón de denuncia contra los abusos de los generosos reembolsos estatales al que legalmente acceden todas las listas electorales. Se ha cuestionado también a la denominada dictadura de los bancos, a consecuencia de la cual los contribuyentes están pagando doble para evitar un descalabro financiero a la griega. Sus propuestas económicas inciden en un enfoque ecologista, abrazando la teoría del decrecimiento (decrescita) e incentivando la creación de empleo verde y evitando los dispendiosos subsidios estatales a las industrias contaminantes.
No son pocas las críticas a la plausibilidad de las alternativas políticas del Movimento. Se acusa a los grillistas (Grillini) de sostener una formación ad personam como otras ya existentes en el sistema de partidos italiano, las cuales pretenden vehicular los deseos de poder personal y reticular de ambiciosos capitanes de industria o celebridades de todo pelaje. Permanecen, asimismo, las dudas de qué políticas y programas de actuación concreta (policies) serían capaces de acometer e implementar en las instituciones de Gobierno local, regional y nacional. Empero, son las actuaciones de los representantes estelares con carácter previo a la consulta electoral las que han persuadido en mayor medida a sus votantes de la credibilidad de sus intenciones. Recuérdese que sus representantes regionales electos en Piamonte, Emilia-Romaña y Sicilia rechazaron sumas en concepto de compensaciones electorales superiores al millón de euros.
De la superación del chalaneo y la corrupción depende la cohesión social
Pese a los distintos contextos y trayectorias sociopolíticas, debe convenirse en ciertas similitudes societarias y culturales entre los dos países mediterráneos que hacen oportunas algunas reflexiones comparativas. “Insoportable”, por ejemplo, ha sido también el adjetivo utilizado en España para calificar los últimos escándalos de corrupción en el seno del Partido Popular y, en particular, a la supuesta apropiación irregular de dineros por parte de su extesorero, Luis Bárcenas. No ha sido menor la indignación por el posible reparto discrecional de cantidades en negro a dirigentes de dicha formación. Es innecesario recordar los escándalos en los que se han visto —y continúan viéndose— involucrados otros partidos gubernamentales en los tres niveles de la Administración. Dicha evolución en años recientes ha incrementado la desconfianza de los españoles en sus representantes políticos y su desafección en la vida política.
Los efectos de higiene institucional provocados por los procesos de Mani pulite (Manos limpias), iniciados en Milán en 1992, constituyeron un fulgor de decencia y de reacción contra las prebendas de los políticos y la financiación ilegal de los partidos italianos. Pero la casta política reeditó su capacidad de adaptación a lo que iba a ser la Segunda República, haciéndola más corruptible, si cabe, que la Primera. ¿Está España lejos de tales prácticas y parámetros de corrupción? La distancia entre ambos países es discutible, pero cabe certificar que la capacidad española por alcanzar los niveles italianos ha tenido una progresión geométrica últimamente.
No se antoja exagerado certificar que nuestro país necesita de cirujanos de hierro, al modo expresado por el regeneracionista Joaquín Costa, a fin de desactivar la corrupción que tanto condicionó a la Restauración borbónica (1874-1931). Se trataba entonces de un sistema caciquil donde, según el pensador aragonés, predominaba “el gobierno de los peores”. Las ideas regeneracionistas tuvieron un gran impacto en su tiempo, pero cayeron en saco roto. La regeneración propugnada por Costa pretendía “cerrar con siete llaves el sepulcro del Cid” y valorar en sus efectos reales las medidas modernizadoras y europeizadoras para mejorar las condiciones de vida de los españoles de la época.
El fracaso de tales ideas conformó uno de los factores más decisivos en el proceso de desestructuración que culminó en nuestra devastadora Guerra Civil. Es inconmensurable transpolar mecánicamente escenarios del pasado a situaciones actuales y de futuro. Pero las implicaciones de los resultados electorales italianos pueden servir de acicate a los partidos del establishment político español a fin de ponderar su incapacidad por la regeneración entendida como antónimo de corrupción. De la superación de las políticas negativas del chalaneo y la corrupción en España e Italia depende, además, que podamos preservar la cohesión social de quienes habitamos la más espaciosa casa común europea.
Luis Moreno es profesor de Investigación del CSIC en el Instituto de Políticas y Bienes Públicos (IPP-CCHS).
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