El artículo de hoy tiene vocación de mosaico, quizás porque la realidad va más deprisa que el tiempo. Y empiezo por lo inevitable, el lío de corrupción del PP, partido que está repitiendo los errores de manual, sin entender que se ha agotado la paciencia ciudadana y, probablemente, se han acabado los tiempos de la impunidad. Alguien deberá dar explicaciones y alguien deberá dimitir, y no hay vuelta de hoja. Pero el problema es que el resto de partidos emula ese comportamiento de sostenella y no enmendalla, y cada cual repite en casa lo que afea fuera de ella. El PP se convierte en un inquisidor mayor ante los escándalos de los otros, pero se come con patatas su insondable vergüenza. Los socialistas tienen mirada bizca, en función de si miran hacia Bárcenas o hacia los ERE de Andalucía. Ni Convergència ni Unió juegan demasiado al partido del ventilador, pero guardan los cadáveres de sus armarios con doble cerrojo. Y existe la sensación general de que el sistema necesita una urgente regeneración y que el imperio de los partidos que dominan la escena debe dar paso al imperio de la democracia. Es decir, más mecanismos de control, más independientes del poder político, y más eficaces. Porque aquí ha fallado todo: los partidos, pero también el Tribunal de Cuentas, Anticorrupción, Agencia Tributaria, Fiscalía General, tribunales, etcétera. Y en la mayoría de los casos ha fallado porque los partidos tienen metida la patita en esos mecanismos de control. La corrupción, pues, no atañe a un solo partido, pero su corrosiva sombra lo destruye todo.
En el mismo contexto, celebrar la cumbre de Artur Mas, que ha dado en el clavo reuniendo a esos mecanismos de control que tienen que explicar cómo se puede controlar más y mejor. Son ellos los que deben levantar la mano. Pero, al mismo tiempo, decir que si un líder importante de CDC como Oriol Pujol es imputado en un sumario de corrupción, deberá irse de la primera línea política, y no porque sea culpable -eso lo dirán los tribunales-, sino porque en este sensible momento un partido no se puede permitir tener a un imputado en activo. Será injusto, pero es inapelable.
Para acabar el mosaico, un apunte sobre Josep Piqué y su chiringuito.Fracasado en política, Piqué ha tenido la inteligencia de intentar lo mismo a través del dominio de un órgano civil, que le da presencia y voz. Y desde esa atalaya continua haciendo la misma política del PP de siempre. Ahora dice que Catalunya no es un sujeto soberano y que no tiene derecho a consulta. ¿Y qué? ¿Es importante lo que diga Piqué?
Porque, al fin y al cabo, ya lo decía cuando era político, y el caso que le hicimos en forma de votos fue muy relativo. Intentar meternos por la vía civil lo que no consiguió por la política es un poco triste.
Al fin y al cabo, Catalunya es un país de ingenuos pero aún no ha llegado al extremo de ser un país de tontos.
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