martes, 10 de septiembre de 2013

Que coman crédito

Mientras todas las miradas están detenidas en la Reserva Federal de EEUU (Fed) para saber quien será el banquero central de banqueros centrales del mundo (la persona que pone precio al dinero) que sustituirá a Ben Bernanke, se ha producido recientemente un cambio muy curioso en la presidencia del Banco Central de la India, un cargo no menor dados los problemas que en los últimos tiempos tiene la moneda de ese país (la rupia) así como sus mercados de valores y divisas.
Dado el efecto contagio de los problemas monetarios en la era de la globalización (la crisis mundial de los noventa empezó por la devaluación de la moneda tailandesa), la presencia del economista Raghuram Rajam al frente del banco emisor indio es muy significativa. Pero no sólo por ello, sino por el perfil profesional e ideológico del nuevo gobernador que, antes de volver a su país, se había manifestado simpatizante del movimiento Occupy Wall Street. ¡Un banquero central al lado de los indignados!
Rajam, que fue economista jefe del FMI en los años previos a la Gran Recesión (2003-2006), publicó en 2005 un artículo que muchos consideran el predictor del colapso económico mundial inmediatamente posterior. Su tesis es que las respuestas políticas que la desigualdad ha generado son uno de los factores principales que contribuyen a la crisis económica, y que aunque se hagan reformas en el sector financiero si se siguen cerrando los ojos a las causas subyacentes del problema no desaparecerá el riesgo de que esas políticas contribuyan a otro desastre.
En un libro de referencia publicado en 2010 (Grietas del sistema: porqué la economía mundial sigue amenazada, editorial Deusto), Rajam desarrolla la tesis de la trampa del crédito como antecedente de los problemas actuales. Las clases medias ya estaban sufriendo antes de 2007 una congelación de sus nóminas, una creciente inseguridad laboral a medida que desaparecían los trabajos bien remunerados y poco cualificados con buenas prestaciones. A esas clases les preocupa su consumo a lo largo del tiempo y sus ingresos eran sólo un medio para conservar ese flujo de consumo.
El factor principal de la crisis son las respuestas políticas ineficaces dadas a tanta desigualdad
Un político avispado o cínico podía ver que si se mantenía de algún modo el consumo de las clases medias quizá prestasen menos atención al estancamiento de sus ingresos mensuales y a una redistribución negativa de la renta y la riqueza. Una forma de ampliar el consumo pero no la remuneración era la extensión del crédito. La trampa del crédito tenía beneficios inmediatos (un mayor consumo) al tiempo que el pago de la factura se aplazaba al futuro en una gigantesca bola de nieve.
Así fue como el mantra que la revolución conservadora repitió insistentemente durante los años de la especulación previos a la crisis, con la complicidad de un sistema financiero que ganaba mucho dinero con tal política económica, generó el eslogan de “¡Qué coman crédito!”
Hasta aquí hemos llegado.


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