sábado, 29 de junio de 2013

La oca

El parchís no es un juego tan simple e inocente como parece. Se trata de llevar las cuatro fichas de cada jugador a la meta bajo el azar de un dado agitado con el cubilete, pero el trayecto es duro: los contrincantes van neutralizando y comiéndose las fichas unos a otros según un cálculo muy elaborado. Las fichas rojas, azules, verdes y amarillas forman en el tablero una trama muy compleja. Como en los casinos de pueblo y en las cárceles, ante la opinión pública de este país sumido en graves problemas, hoy se está jugando un diabólico parchís político a través del cual los partidos se devoran unos a otros mediante los casos de corrupción con una estrategia llena de emboscadas. Los dados que no cesan de rodar. En este momento ya han sacado de las casillas más de 800 casos de corrupción, con miles de imputados e innumerables sumarios abiertos, con otras tantas detenciones, aunque apenas ninguno de estos delincuentes haya entrado en la cárcel. Cada partido político agita el cubilete en este parchís infame con una táctica estudiada y aireada por los medios afines que se desgañitan en las tertulias. Sobre el tablero forman un equilibrio neutralizado el caso Bárcenas,los ERE fraudulentos de la Junta de Andalucía, los sobresueldos del Partido Popular, el campeón Pepiño, los hijos de Pujol, Urdangarin y la infanta Cristina, el Rey y Corina, los regalos de boda de la hija de Aznar, el Gürtel y la visita del Papa a Valencia, el asunto Pallarols de Durán Lleida, alcaldes socialistas, populares y nacionalistas pillados con las manos en la masa. Los sumarios se pudren en los juzgados y en este sentido la corrupción hiede por partida doble hasta hacer irrespirable la atmósfera desde el fondo de la justicia. Tal vez este juego del parchís nacional obedece a una estrategia maquiavélica: se trata de crear la sensación de que la corrupción se deriva de la mala organización de los partidos, un problema del que nadie es personalmente responsable. Un día no lejano alguien se acercará a la partida, pondrá el tablero del revés y dirá: quiero saber si este parchís tiene oca. Todas las fichas de la corrupción quedarán confundidas sobre la mesa y a continuación se dictará sentencia: amnistía general, tabla rasa, hay que empezar por el principio.


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