jueves, 6 de junio de 2013

El regalo 'desregalado'

Cuando ya creíamos que lo habíamos visto todo, un grupo de selectos empresarios de Baleares han sido capaces de superarse a sí mismos. En el año 2000 ya se ganaron su sitio en la historia cuando, a través de una misteriosa entidad de nombre Fundación Turística y Cultural de Baleares, se descolgaron entregando al Rey un yate brutal de 41 metros de eslora. Aquella misión filantrópica que debía costar cuatro millones de euros acabó costando 18 millones, que sufragó gustosamente una entidad que formaban empresas, bancos e instituciones diversas, y de los cuales más de dos millones eran dinero público. No se conoce que nadie se quejara entonces del sobrecoste sospechoso del no menos sospechoso regalo. Pues bien, siéntense, porque 13 años después la susodicha fundación ha pedido por unanimidad que el Fortuna, abandonado por el Monarca, les sea devuelto. Ahora resulta que no era un obsequio, dicen, sino una «donación finalista», un eufemismo para no decir que lo único que les importaba era obtener una influencia personal del mismo Monarca, que parece haber caducado.
La guinda del pastel es que encima algunas de aquellas empresas desgravaron la parte correspondiente del yate en el momento de hacer la donación; o sea que estaríamos a las puertas del viejo truco de beneficiarse dos veces por el mismo servicio, un hito al alcance de muy pocos.
Sin embargo, es de agradecer que la tal fundación haya vuelto a resucitar el viejo Fortuna, que si no llega a ser por ellos ya habríamos olvidado. Al fin y al cabo, los yates son tan solo la punta de lanza de una industria típicamente española, que es la de regalos a cambio de favores: ahí tienen todavía coleando la electricidad que la red Gürtel regaló al yerno Agagpor unos modestos 35.000 euros. Se confirma que en España lo descubrimos todo en riguroso diferido, y el escándalo llega siempre cinco minutos después de que este presidente o aquel ministro se hayan retirado de la vida pública.
La solución balear
Desde el lunes conocemos, gracias a los empresarios de Baleares, que los regalos, aunque sean un simple yate, pueden también desregalarse: queda la esperanza de que los favores puedan también desfavorizarse. Y quién sabe si se podrán desconceder aquellas obras,desadjudicar aquella urbanización o desdestrozar aquella playa virgen mallorquina. Puestos a pedir, podríamos desconstruir la Ciudad de las Artes en Valencia, el aeropuerto de Alguaire o el de Castellón o la pobre estación del AVE de Tardienta en Huesca, donde apenas se supera la media de un pasajero por día. En un momento en el que todo el mundo se pregunta qué es lo que aportará un valor de futuro a la marca España, los empresarios de Baleares parecen haber hallado la solución que les dará fama mundial y nos sacará a todos de la crisis: todo lo que se ha regalado puede devolverse. Admitámoslo, es una idea genial.

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