sábado, 29 de junio de 2013

Fantasmas

Los españoles no somos malos, pero somos muy incultos. Si cada dos por tres, un diputado usa el adjetivo incierto cuando quiere decir falso, y hay periodistas que confunden a diario lo posible con lo plausible, como si la posibilidad y la admisibilidad de un hecho fueran la misma cosa... ¿Qué errores no seremos capaces de cometer con los números por medio?
Tal vez, Cristina de Borbón sospeche ya que testificar con la asistencia de su abogado ante el juez Castro, podría haber resultado menos lesivo para su imagen que el misterio doloroso del número 13 que ha incrementado los dígitos de su DNI. Por esa razón, sería aconsejable que ella misma pusiera fin a un esperpento que está dañando a las instituciones del Estado, más allá de la que encarna su propio padre. Le resultaría muy fácil. Bastaría con que hiciera públicas sus declaraciones del IRPF de los años correspondientes. Ese simple gesto convertiría la presunta equivocación de la Agencia Tributaria en una intranscendente anécdota.
Porque los españoles somos, ya digo, muy incultos. La incultura es la madre de la malevolencia, y si este inexplicable error permaneciera inexplicado, podríamos acabar pensando que su origen está en una declaración fraudulenta de transacciones ficticias, destinadas a crear un millón y medio de euros blanqueados para pagar un palacio en Barcelona. De esta malévola hipótesis podría nacer un fantasma capaz de volar muy alto, pues no sólo tendría la virtud de ser, en sí misma, una explicación, sino que resultaría además verosímil para los contribuyentes que jamás hemos padecido errores de este calibre. Hay que tener en cuenta en qué país vivimos. Después de que Bárcenas se inventara a Miguel Crisantemo, el abogado inexistente que, según él, avalaba la legalidad de los sobresueldos del PP, nadie puede reprocharnos que creamos en los fantasmas.

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