miércoles, 19 de junio de 2013

¿Muerto Mas se acabó la rabia?

Muchos buitres acechan desde hace semanas el hipotético cadáver político de Artur Mas. Cruzó el Rubicón del independentismo y los que utilizaron el puente aéreo para encumbrarlo contra los tripartitos preferirían verlo criando malvas en la empresa privada antes que en la oposición. A este coro se unen entusiastas los que nombraron a Pujol Español del Año cuando todo valía contra Felipe. Y los que suplicaron al mismo Pujol que diera aire aGonzález en la crisis institucional de 1993. La oposición política, algo más sensata que la empresarial y la mediática, se limita a exigir a Mas que haga alguna cosa. Y ciertamente, seis meses de gobierno sin ni siquiera una ley de presupuestos es para poner el grito en el cielo. Pero ni en el Parlament ni en las encuestas hay alternativa a Mas. Los sucedáneos quieren ir más rápido (ERC y CUP) o más lento (Duran y el PSC), pero todos han entendido lo queCameron le intentó explicar a Rajoy: llegados a este punto, antes o después Catalunya deberá votar democráticamente sobre su relación con España. Eso ya lo ha entendido casi todo el mundo, aunque lo tienen menos claro en Pedralbes que en Cornellà si atendemos a lo que dicen públicamente los Lara (si votan, me voy) o Estopa (votaremos que no y nos quedaremos).
Utopías
Los que le mueven la silla a Mas deberían cerrar los ojos unos instantes e imaginarse el día después de su desaparición. CiU quedaría tocada de muerte. Duran ha perdido la ambigüedad en dirección contraria a como lo han hecho Mas y también la mayoría de los cuadros, militantes y votantes de la federación y de su mismo partido. A Junqueras aún le entraría más prisa atendiendo al viejo refrán de las barbas del vecino: los votantes que huyen de CiU por la ambigüedad de Mas le meterían aún más revoluciones al republicano. Y el proyecto de Navarro es todavía a largo plazo y está pensado para una Catalunya pos-consulta como acicate para el federalismo en el turno de gobierno del PSOE tras las mayorías de Rajoy. Lo que no les gusta de Mas ha venido aquí para quedarse y otro president lo administraría de manera más incierta.

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