miércoles, 19 de junio de 2013

El hacha de sílex

El otro dia hablé largamente con la paleontóloga Marina Mosquera. Me mostró una piedra que hace 28 años que la acompaña. Se trata de un trozo de sílex tallado por alguno de los antiguos habitantes del yacimiento de Atapuerca, donde ella se ha pasado ya media vida. Le pregunté sobre la violencia connatural de la especie humana y me repondió con una observación esperanzadora. Decía Mosquera que en algunos lugares del mundo el llamadohomo heidelbergensis había hecho algo para la perpetuación de la Humanidad.
Se han encontrado cadáveres sin ningún tipo de dentición que habían perdido la vida mucho después que los dientes. El secreto de su supervivencia responde a la capacidad de sus congéneres de masticar los alimentos y de introducirlos en la boca del más débil. Solo de esa manera se explica el hecho de que hubieran llegado más allá y de que surgiera en esos yacimientos lo que sería el fermento de la solidaridad humana.
Esa solidaridad tenía un sentido cuando nuestros ancestros se habían quedado sometidos a la escasez o a la desgracia biológica. Pero quedaba la piedra de sílex, que tanto servía para cortar la carne recién cazada como para enfrentarse a los enemigos.
Ha llovido mucho desde entonces. Pero todo parece indicar que nada ha cambiado. La crisis económica no es otra cosa que la escasa eficiencia de los poderosos para gestionar sus recursos en favor de todos.
Es curioso que para explicar la crisis sus voceros nos hablen siempre de la responsabilidad de banqueros sin escrúpulos y de profetas de la austeridad. Tal vez el problema profundo sea el del sistema capitalista, que ha permitido llegar hasta donde hemos llegado pero que ha ignorado los mínimos preceptos de la prudencia. Si, como parece, el capitalismo está llamado a ser la única alternativa posible bueno sería que alguien intentara desbrozar los infaustos caminos de las cifras para dedicarse a los principios y a las virtudes.
Las virtudes
Y ahora cabe preguntarse si realmente el capitalismo puede tener alguna virtud. Se trata de encontrar elementos correctores que eviten la barbaridad a la que lleva la codicia de los más fuertes. Y eso ya no lo da solo el código penal, sino ante todo la convicción de que hay momentos en los que el capitalismo a ultranza ha de resignarse a su propio barbecho.
Cuando desde las asociaciones empresariales se nos dice que cuatro días por la muerte de un familiar en primer grado es excesivo nos están dando un nuevo bofetón. La CEOE puede pensar lo que quiera, pero al menos debería reflexionar en ciertas cosas antes de decirlas. Porque la muerte de un padre o de un hijo no son equiparables al absentismo del que que ha pasado la noche de juerga.
Mal asunto cuando el hacha de sílex vuelve a aparecer. El capitalismo de hoy, sin miedo al comunismo y con unos sindicatos amaestrados, goza de una exaltación escandalosa de su propia inmunidad. Y eso no es bueno para la buena marcha de la convivencia. La culpa del desastre económico es suya y no es de buen contrincante hacer pasar a las víctimas como culpables.

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