miércoles, 3 de julio de 2013

Nunca es tarde para estudiar

Es la protagonista de una de esas historias que jamás abren los telediarios ni tienen honores de primera página, pero merece la atención que raramente se presta a las noticias positivas. Sí: positivas. Manuelita Hernández Velásquez acaba de terminar los estudios primarios al tiempo que celebra su 100º cumpleaños, esa es la noticia. Ha sucedido en el Estado de Oaxaca, uno de los que sufren mayores problemas de baja escolaridad en México. Por eso su enjuta figura y la firmeza con que toma el certificado de escolaridad, durante el acto de entrega, representa todo un gesto de dignidad y de superación.
Nació el 17 de junio de 1913 en la ciudad de Tuxtepec. De niña llegó a entrar en una escuela por mediación de un familiar, pero tuvo que dejarlo porque precisaban de ella para lavar y planchar, como en tantos hogares pobres de un siglo atrás. La centenaria no solo demuestra que nunca es tarde para estudiar, sino una gran claridad de análisis sobre lo que cabe esperar de la educación: “La mejor carrera es el estudio”, señaló al preguntarle por su recomendación para las nuevas generaciones.
A lo largo de las cuatro últimas décadas, México ha reducido de manera importante el porcentaje de analfabetos. Pese a ello, todavía 8 de cada 100 mujeres mexicanas mayores de 15 años no sabe leer ni escribir, como 6 de cada 100 varones, según el censo de 2010. Casi una décima parte de las personas atendidas por el Instituto Estatal para Educación de Adultos (IEEA) tienen más de 65 años, y de ellos, el 75% son mujeres.
Es una historia mucho menos sensacional y dramática que las constantes muertes de menores mexicanos en las guerras contra el crimen. Menos llamativa, también, que las protestas de los maestros contra la reforma educativa y laboral del Gobierno, que intenta reducir la fuerza sindical en el control de la enseñanza. Todos esos grandes asuntos, todas esas grandes palabras, enmudecen por un día a favor de una persona mayor, anciana o de la tercera edad, que no ha perdido las ganas de vivir. Da gusto hablar de una mujer de 100 años que sigue creyendo en la educación como palanca para el progreso.

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