lunes, 22 de abril de 2013

¿Y si nos vamos?


De piedra. De plástico. De pasta de boniato. Así me han dejado las últimas declaraciones del FMI. El miércoles, ya lo recordarán, pidieron más austeridad. Lo que está matando al enfermo no es la medicina, condescendieron a explicarnos, sino que se le ha aplicado en dosis equivocadas. El jueves, sin embargo, la homeopatía ya no era solución. Lagarde exigió que se suavizaran los ajustes para no agravar el paro, y se quedó tan ancha. Nuestra economía está rota, pero crecerá un 0,7 en 2014. ¿Quién dijo que no se podía afirmar una cosa y su contraria?
Hasta entonces podíamos pensar que la culpa era nuestra. Tanta corrupción, tanto ladrón, tanta incultura política y general, nos ponían en bandeja un diagnóstico específico de ineptitud nacional. Sin descartarlo, ahora resulta que, en Washington, los que presumen de cortar el bacalao dan los mismos palos de ciego. ¿Y si no fuera eso? Perdonen mi suspicacia, pero Bárcenas y Torres nos han enseñado a desconfiar de las informaciones contradictorias que se sirven en pequeñas dosis.
El tortuoso hilo argumental de esta alternancia de palos y zanahorias desemboca en el incondicional sufrimiento de los españoles. Porque sí, porque es lo que hay, porque no se puede hacer otra cosa. Y yo me pregunto, ¿por qué? Ahora que todos podemos divorciarnos, y por muchos años, con las bendiciones del Tribunal Constitucional, ¿por qué tenemos que seguir encadenados a los intereses de la banca alemana? ¿Qué pasaría si decidiéramos divorciarnos, salir del euro, incluso de la UE? Si empezamos de cero, al menos seremos pobres por nosotros mismos, y no para que otros se forren con nuestra pobreza. ¿Es eso lo que teme el FMI? Soy consciente de que a lo peor acabo de escribir una burrada, pero tampoco resultaría tan grave. Otras han comparado los escraches con el nazismo, y no dimiten ni a la de tres.

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