domingo, 28 de abril de 2013

Ideología, la mejor distracción contra el paro


La campaña electoral que llevó en noviembre de 2011 a la mayoría absoluta del Partido Popular y que convirtió en presidente del Gobierno a Mariano Rajoy se basó prácticamente en dos temas: el aumento del paro y la crítica situación financiera del país. En el cuarto trimestre de 2011, la tasa de paro era del 22,85% y había 17,8 millones de ocupados. La prima de riesgo comenzó 2011 en 250 puntos básicos y cerró en 330, con episodios de gran volatilidad en el medio.
¿Sobre qué podrá centrar el PP la campaña electoral en 2015? El índice de paro llegó esta semana al 27,1%, con un bajón en la cifra de ocupados hasta los 16,6 millones. La prima de riesgo ronda los 300 puntos. Es posible, y muy deseable, que en 2015 el perfil de la situación económica, en términos generales, haya mejorado, pero es poco probable que la cifra de paro sea menor de la que era en 2011.
De hecho, las previsiones del Fondo Monetario Internacional, que es verdad que se equivoca con cierta frecuencia, pero casi nunca en grandes diferencias, indican que rondará el 25,6%. Es posible que para entonces el Gobierno haya conseguido bajar algunos de los impuestos que ha subido en los últimos meses, pero tampoco es probable que logre absorber completamente esos aumentos. De una forma o de otra, habrá “tocado” las pensiones a la baja y las prestaciones de desempleo habrán sido también reducidas.
Todo ello parece indicar que en 2015 los ciudadanos no sentirán que la situación económica de sus hogares haya mejorado, sino que, especialmente la clase media, que para entonces habrá tenido quecomerse sus ahorros, se sentirá más empobrecida que en 2011.
¿Sobre qué hará entonces su campaña el PP? ¿Cuáles podrán ser sus promesas? Algunos en el Partido Popular habrán empezado ya a pensar en cómo orientar su relación con los electores, puesto que no puede basarse en resultados económicos perceptibles por los ciudadanos. Lo más frecuente en esos casos es introducir temas de fuerte calado político, de manera que, primero, el electorado propio se sienta reconocido, y segundo, se plantee una “alternativa” reconocible y movilizadora de esas clases medias.
¿Qué mejor para el núcleo duro del electorado popular que un programa que se base en el orden y la autoridad frente a las protestas y que recupere algunas raíces “católicas”, capaces de asegurar, de paso, el apoyo beligerante de la jerarquía eclesiástica? Y en ese caso, ¿qué puede dar más satisfacción a ese sector que impulsar la enseñanza religiosa en la escuela pública y recortar los derechos de las mujeres a una maternidad libre? Habrá que ver el texto del proyecto de reforma del derecho al aborto que prepara el ministro Alberto Ruiz-Gallardón para valorar exactamente la importancia que va a tener ese movimiento.
Ese programa, sin embargo, difícilmente sirve para movilizar a amplios sectores medios de la opinión pública. Para esas capas, algunos piensan que es posible que se toque la fibra del nacionalismo español, quizá con un proyecto de reforma constitucional recentralizador (que deje al margen al País Vasco y Navarra, siempre posibles aliados parlamentarios) y un discurso “regeneracionista” al estilo clásico. El nacionalismo español siempre le ha dado buenos resultados electorales al PP y en su día constituyó uno de los elementos más importantes del discurso de José María Aznar.
Es cierto que en política dos años y medio, el tiempo que puede durar esta legislatura (noviembre de 2015 es el tope máximo), es una enormidad y que la estabilidad financiera europea no está en absoluto garantizada, pero aun así es seguro que el Partido Popular está dispuesto a impulsar debates de fuerte contenido político, capaces de neutralizar o al menos paliar la discusión sobre el balance de su gestión económica. Habrá que irse preparando para soportar lo que se nos avecina. Preparándonos para no permitir que nos distraigan de lo que realmente es su responsabilidad y nuestro futuro.
solg@elpais.es

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