jueves, 18 de julio de 2013

Franco en el refrigerador

Colocar a Franco en un refrigerador, y no precisamente en sentido metafórico, sino de cuerpo presenteen forma de escultura, no es delito. Es arte. Y, como tal, está amparado por la libertad de expresión. Así lo ha estimado la juez Rocío Nieto Centeno en la sentencia por la que desestima la demanda de protección al honor presentada por la Fundación Francisco Franco contra el escultor Eugenio Merino, quien en la edición de 2012 de Arco expuso al dictador de una guisa que no gustó a quienes velan por su memoria.
Atildado como solía, con impecable uniforme militar y pertrechado tras oscuras gafas de sol, la imagen del dictador contrastaba con una posición más bien ridícula: en semicuclillas y encajado en el interior de una nevera que le venía pequeña. Aunque existían precedentes tanto o más irreverentes, como un fotomontaje en el que aparecía el cadáver de Franco en una lata de sardinas, la fundación decidió que la escultura de Merino merecía una respuesta contundente. Presentó una demanda, destinada a frenar cualquier intento futuro de utilizar el arte como líquido corrosivo de la imagen del caudillo.
Pero, a diferencia de lo que ocurre en los regímenes autoritarios como el de Franco, en los que no cabe ninguna libertad, tampoco la artística, en democracia la libertad de expresión es un derecho fundamental.
Resulta difícil imaginar siquiera la existencia en Alemania de una Fundación Adolf Hitler que se atreviera a llevar a los tribunales a artistas por cuestionar, con su arte, el nazismo. Pero en España el franquismo no ha sido sometido a una revisión histórica como la que el nazismo ha sufrido en Alemania y sus herederos se atreven a perseguir a los artistas ante los tribunales.
La fundación está dispuesta a recurrir hasta el Supremo y estudia incluso denunciar a los 33 artistas que participaron en una muestra de solidaridad con Merino. La organización está en su derecho de hacer uso de las instituciones de la democracia, pero la Administración de justicia tiene asuntos mucho más serios y graves a los que dedicar sus recursos. En todo caso, si lo que pretende es acabar con las bromas sobre Franco, mejor que lo piense dos veces, porque esta puede ser la mejor forma de situarlo en la diana de la creatividad artística.

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