martes, 7 de enero de 2014

Yo”, “yo”, “yo”, “yo” y “yo”

Decimos de algunas personas: “Ese es muy yo, mí, me, conmigo”. Y describimos así a través de la gramática el excesivo interés que alguien muestra sobre sí mismo.
La lengua española nos permite prescindir casi siempre del pronombre en función de sujeto porque queda implícito en las desinencias verbales. Si decimos “llevo paquetes”, no hace falta expresar por delante “yo”, al contrario de lo que sucede en inglés o francés. Porque “llevo” es distinto de “llevas” (o “llevás”), “lleva”, “llevamos”...
Esto hace que el “yo” esté poco presente en el español, y que su abundancia extrañe. El académico Emilio Lorenzo (1918- 2002) escribió sobre este fenómeno (El español y otras lenguas, 1980): “Dejamos a los psicólogos e historiadores de la cultura la tarea de aclarar por qué el español, entre otras lenguas románicas y germánicas culturalmente colindantes, hace al sujeto hablante menos protagonista que aquellas”.
Vicente del Bosque es persona sabia, y el pasado 30 de julio manifestaba desde el titular de una entrevista publicada en el diario El Mundo: “Si veis que uso mucho la palabra ‘yo’, decídmelo”. Y en el texto añadía que él utiliza mucho el nosotros, el ¿no creéis?, el ¿qué os parece?
El plural de primera persona donde se esperaría un “yo” se oye con frecuencia entre deportistas cuidadosos. Induráin podía decir tras ganar una contrarreloj: “Tuvimos alguna dificultad en el repecho, pero luego nos hemos recuperado”.
En general (y salvo usos dialectales), el sujeto “yo” de nuestro idioma se emplea como recurso para el énfasis o para resolver una ambigüedad. Así, lo consideraremos enfático cuando expresa oposición, por ejemplo en la oración “yo no soy como usted”. Y en ciertos casos resultaimprescindible: “Tú eres ingeniera y yo soy camarero”, frase que no podríamos alterar para decir “tú eres ingeniera y soy camarero”. Pero en otras muchas ocasiones se hace superfluo, y acaba sonando raro (aunque no por ello se caiga en una incorrección gramatical).
La catedrática Marina Fernández Lagunilla (La lengua en la comunicación política I. 1999) destaca cómo, al hablar sobre el terrorismo de ETA, el entonces jefe del Gobierno José María Aznar acudía a los pronombres, conjugaciones y adjetivos de primera persona (“mis primeras palabras”, “creo haber contribuido”, “he cumplido”, “mi compromiso”...), mientras que Felipe González, su antecesor, empleaba “formas impersonales y genéricas” como “es necesario”, “importa ahora...”.
Parece interesante contrastar aquellos usos gramaticales con los últimos debates políticos. Los dos mantenidos por José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy en la campaña electoral de 2008 permiten percibir, con la transcripción en la mano, que el candidato del PP muestra una mayor propensión que su rival a decir “yo” en los tres capítulos señalados (usos superfluosenfáticos o imprescindibles). Rajoy lo empleó en 54 y 38 ocasiones en esos dos debates, contra 11 y 12 de Zapatero. En los usos superfluos, el entonces presidente socialista dijo 6 veces “yo” en cada debate, mientras que Rajoy lo hizo nada menos que en 23 y 29 oportunidades. Si se contrasta además con el empleo de “nosotros”, vemos que Zapatero lo pronuncia en el primer debate en 19 ocasiones, por solo 5 de Rajoy. Y en el segundo, en 15 oportunidades (por 8 de su rival).
El análisis sobre el único debate electoral entre Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba (noviembre de 2011) nos ofrece datos semejantes. Rajoy dice “yo” más veces: 83, por 52 de Rubalcaba. De ellas, eran usossuperfluos 57 de Rajoy y 31 de Rubalcaba.
Así pues, Rajoy utiliza muchos “yo” innecesarios; lo hace en menor medida Rubalcaba, y muchísimo menos Zapatero.
Queda lejos de nuestra intención ejercer de psicólogos y sentar conclusiones a partir de estos números. No obstante, todos sabemos que el lenguaje de cada cual influye en la imagen que transmite, y quizá se cause mejor impresión con la serie nosotrosnuestrosnoscon nosotros que con un continuo yo, mí, me, conmigo.

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