sábado, 21 de febrero de 2015

Tal como éramo

En la gala de los Goya pasada me llamó la atención que las tres canciones que se escucharon en el escenario, con unos arreglos actualizados e interpretadas por voces de hoy, eran canciones que no sólo estuvieron de moda durante el franquismo sino que, en algún caso, tuvieron éxito en las versiones de cantantes claramente identificados con esta etapa (como el inefable Raphael).
Me sorprendió un poco, decía, pero luego pensé que tal vez tenía un punto de saludable, después de tantos años de identificación engañosa entre todo lo que pasó durante el franquismo y el franquismo mismo. No me desagradaba fantasear con la hipótesis de que alguien hubiera diseñado el acto con la intención de escenificar no tanto una reconciliación con aquella etapa como un reencuentro.Un reencuentro que perseguiría rescatar algo que la engañosa identificación señalada habría intentado impedir, a base de propiciar el olvido. Me refiero a las experiencias vividas por muchas personas durante aquellos años, ámbito que a Manuel Vázquez Montalbán le gustaba denominar, unamunianament, la intrahistoria.
Parte de esta intrahistoria la podemos interpretar, sin duda, en clave casi política, como hacía el autor de Crónica sentimental de Españacuando, por ejemplo, analizaba los mensajes ocultos en las letras de muchas de las canciones populares de la época, como las coplas de Concha Piquer, en las que, de trasluz, podía encontrarse una descripción poetizada de las duras realidades que la censura se esforzaba en ocultar. Pero quizás otra parte de esta intrahistoria transcurría por cauces diferentes, o su contaminación política era menos fuerte, o expresaba, más que una coyuntura social concreta, la visión del mundo de aquel momento histórico.
Reconstruir de manera veraz esta otra región del imaginario colectivo durante la última etapa del franquismo, intentando reducir al mínimo el autoengaño en cualquiera de sus variantes (incluida la épica, empeñada en convencernos, contra toda evidencia , que vivíamos en un país abarrotado de antifranquistas), probablemente tenga una tarea importante pendiente de hacer. Nos jugamos algo más que el conocimiento de nuestro pasado: nos jugamos el conocimiento de nosotros mismos, con las contradicciones, incoherencias y desfallecimientos que nos constituyen en seres humanos.
Como en otros ámbitos, también en el de la necesidad del reencuentro con el pasado, en Cataluña las cosas se han desarrollado de manera peculiar: aquí hay más fiestas y celebraciones oficiales conmemorativas del lejano 1714 que memoria de un pasado reciente, y del que podríamos aprender mucho, como la lucha antifranquista.Se diría que algunos han propuesto construir, además de estructuras de Estado, estructuras de imaginario colectivo, acordes no con lo que hubo sino con lo que desearían que hubiera habido. Probablemente por esta razón una de las primeras iniciativas del gobierno de CiU cuando volvió al poder fue la de, con la excusa de la crisis, desmantelar el Memorial Democrático impulsado por Miquel Caminal, porque los nuevos gobernantes los desagradaba tener que confrontarse con lo que significó -y, sobre todo, quien protagonizó y quien escaquea sistemàticament- la resistencia antifranquista en Cataluña.
Y qué hay de la región de la intrahistoria relacionada con la vida privada y las dimensiones más personales? En Cataluña se menciona de manera escasa, entre otras razones porque en aquella época aún no existía TV3, depositaria oficial y exclusiva de la narrativa del pasado de la sociedad catalana. Tenga en cuenta que los años sesenta y primeros setenta apenas se habla si no es para aludir a episodios relacionados con las reivindicaciones nacionales o lingüísticas, pero casi nunca para reconstruir la realidad completa y compleja de nuestras vidas y experiencias entonces. Imagino que porque habría que tomar la información de determinadas fuentes documentales (el archivo de RTVE, películas, periódicos y revistas de la época, etcétera). Y muchos de los implicados los incomodaría la imagen que los devolvería espejos. Se verían sin duda mucho mejor adaptados a ese mundo del que ahora les gustaría recordar.
Y si alguien cree que exagero, que acuda a las páginas del número de primavera de 2014 de la revista el avance , donde encontrará una reveladora entrevista con Artur Mas. Explica no sólo como vivió el franquismo su entorno familiar ("se fueron acomodando a aquellas condiciones, que eran las que eran") sino también las razones por las que él mismo, lejos de tomar conciencia política cuando ingresó en una universidad en plena efervescencia en 1974, no lo hizo hasta los noventa. Según sus propias palabras, porque "se hacía casi de todo, excepto clases", y él pertenecía a un sector de estudiantes bien definido, el perfil de muchos de los que los lectores recordarán con nitidez. Eran los presuntos apolíticos que solían repetir que ellos iban a la facultad únicamente a estudiar.
Manuel Cruz es catedrático de Filosofía Contemporánea en la UB.
fuentes http://cat.elpais.com/cat/2015/02/14/opinion/1423931438_829233.html

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