miércoles, 20 de marzo de 2013

¿Trabajas o estudias?


Estos últimos días, junto con un centenar de compañeros y una compañera (¡muestra de cómo funcionaba el tema de la igualdad a mitad del siglo pasado!), hemos celebrado los 50 años del final de nuestra carrera. Celebraciones aparte, esto me ha permitido recordar con satisfacción bastantes cosas buenas de aquel período, y algunas me han provocado reflexiones que desearía compartir, ya que creo que en la actualidad siguen siendo útiles para algunos problemas.
Finalidades e instrumentos. Para las personas y para la sociedad, adquirir conocimientos y desarrollar habilidades supone, a la vez, un objetivo y un medio. Es un objetivo en sí mismo, porque la educación convierte a los individuos en personas. Pero también es un medio para permitir que estas personas puedan ser útiles a la sociedad, realizando tareas (económicas o de otro tipo) de las que todos nos beneficiamos para satisfacer nuestras necesidades. Y, en último término, para obtener con ello los recursos económicos para vivir dignamente. Es importante no olvidar este carácter dual de la formación, ya que a menudo se producen derivas en uno y otro sentido.
Profesores y maestros. Recuerdo con satisfacción que muchos de los profesores que tuvimos a lo largo de la carrera eran personas que impartían clases, pero cuya ocupación fundamental era la de trabajar como técnicos o como directivos en empresas del país. Esta particularidad daba a las clases un carácter muy especial, ya que se compaginaba la transmisión de conocimientos con la capacidad de compartir experiencias sobre la utilidad de tales conocimientos y la forma de aplicarlos. Es cierto que existen otros mecanismos para conseguir este mismo objetivo (las “clases de prácticas”, o los “stages” en empresas), pero creo que los perfiles de los profesores con los que estás en contacto permanentemente son uno de los factores que más ayudan a esta formación dual. Siempre he pensado que es muy difícil que se pueda enseñar bien a construir edificios sin haber construido ninguno, o a diseñar y fabricar turbinas sin haberlas fabricado nunca, o enseñar derecho procesal sin haber sido juez o haber intervenido sistemáticamente como abogado en los procesos, o enseñar filosofía sin haber actuado como filósofo. Separar excesivamente la función docente de la tarea profesional, salvo en algunas materias muy generales, no es bueno y en cambio es muy corriente.
Creo que no se ha avanzado en la revisión de los elementos que uno debe presentar para tener acceso a algunas titulaciones, ya que en ello se valoran solo los conocimientos.
Conceptos y problemas. El sistema de evaluación que se utilizaba en nuestra escuela, consistía casi exclusivamente en exámenes donde casi no había preguntas "teóricas" y sobre todo se pedía resolver problemas. No se trataba pues de verificar si se habían adquirido unos conocimientos y comprendido unos conceptos, sino de demostrar además si se sabía para qué servían, y cuándo y cómo se debían utilizar. Creo que esto generaba unas actitudes y creaba unas configuraciones mentales muy útiles para la vida. Cuanto más fácil es el acceso a los conocimientos, tal como ha ocurrido en los últimos años, menos importante es la transmisión y la memorización de información, y más la selección, valoración y utilización de los mismos. Creo que no se ha avanzado suficientemente en la revisión de los elementos que uno debe presentar para tener acceso a algunas titulaciones, ya que en ello se valoran solamente los conocimientos.
Formación a lo largo de la vida. En nuestra promoción había un grupo de personas, de edad más madura que la de los que proveníamos del bachillerato, que habiendo ejercido un trabajo con una titulación de grado intermedio, y continuando normalmente con dicho trabajo, ampliaban sus conocimientos para adquirir una formación superior. Los componentes de este grupo consiguieron su objetivo, y su presencia nos enriqueció a todos. Siempre he pensado que esta vía de ampliación de conocimientos debería dejar de ser minoritaria y convertirse, sobre todo en algunos ámbitos profesionales, en mucho más corriente, sobre todo ahora en que los cambios económicos, tecnológicos y sociales se aceleran y la formación personal ha dejado de ser útil para toda la vida. Echo en faltar, sobre todo en las áreas relacionadas con la formación profesional, una mayor colaboración entre los departamentos de educación de nuestros gobiernos, con los propios “departamentos de empresa”, y con las asociaciones empresariales o sindicales, tanto en la planificación de los estudios como en la gestión de los mismos.
Joan Majó es ingeniero y exministro.
fuentes http://ccaa.elpais.com

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