jueves, 28 de marzo de 2013

Dimes y diretes


Tengo una gran debilidad por las expresiones o palabras que detesto. Por el puro hecho de detestarlas cada vez que las escucho se me viene una sonrisa a los labios. “Dimes y diretes” es una de esas expresiones que me provocan alergia emocional. Si además la frasecilla es utilizada por Cospedal para espantar el asunto de la contabilidad B de su partido nos situamos a un nivel de un libreto zarzuelero.
A Cospedal, dice, lo que le preocupa es sacar a España de la crisis. No va a perder su tiempo con dimes y diretes, como así no van perderlo sus colegas de partido, que desde que el caso Bárcenas se ha judicializado se han refugiado cada uno en su concha siguiendo la táctica del molusco, patentada por Rajoy y que deberían estudiar politólogos de todo el mundo.
Pero hay ya una impaciencia colectiva; una hartura clamorosa por el hecho de que nada sea sancionado o castigado con cierta celeridad; una necesidad de que las malas prácticas provoquen expulsiones o dimisiones; un deseo imperioso de que alguien, de una puñetera vez, vaya a la cárcel. Los juicios se alargan insoportablemente, los políticos se acusan unos a otros para salvar su honorabilidad y existe la sensación de que las responsabilidades personales se diluyen tras las siglas de los partidos. Nada parece tener un desenlace, ni el caso Bárcenas, ni el ERE andaluz, ni el juicio de Urdangarin. Se han convertido en secciones diarias de la prensa que por su duración acabarán apareciendo bajo el título “dimes y diretes”. Pero el cabreo sordo de la ciudadanía seguirá creciendo, algunos opinadores (entre los cuales no me encuentro) justificarán una violencia que me temo que acabará por producirse si los políticos no salen de esa concha en la que se refugian, aceleran el castigo a los culpables y muestran una solidaridad activa con los desahuciados.
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