domingo, 23 de febrero de 2014

Crecer para pagar

La política económica de Mariano Rajoy y su equipo se ha basado en la estabilidad financiera. Dicha estabilidad implica una fuerte reducción del déficit y, en consecuencia, de la deuda pública, a través de drásticos recortes presupuestarios que han tenido consecuencias perjudiciales para el Estado de bienestar. Pero no se puede decir que la política de estabilidad española haya tenido éxito. El déficit público no se cumplió en los estrictos términos comprometidos con Europa en 2012 y probablemente tampoco se habrá cumplido en 2013; en cuanto a la deuda, no ha cesado de crecer en 2012 (más de 15 puntos del PIB, hasta llegar al 85,95% del PIB) y en 2013 ha alcanzado un nuevo record. Se ha situado en el 93,7% del PIB, casi ocho puntos más que el año anterior.
El crecimiento inmoderado de la deuda pública anula los beneficios que se desprenden del descenso de la prima de riesgo, causada básicamente por la firmeza del Banco Central Europeo (BCE) cuando anunció su disposición a tomar todas las decisiones necesarias para frenar la especulación contra las deudas nacionales, especialmente las de España e Italia. Lo que se gana por el ahorro en la retribución de las emisiones se va perdiendo por la subida de lo adeudado. Por otra parte, no está claro si en los 961.555 millones de deuda reconocidos para 2013 se incluyen las ayudas a Novacaixagalicia o se contabilizarán en 2014. En todo caso, una deuda pública tan elevada debilita considerablemente la posición de la economía; obliga a destinar enormes cantidades al cumplimiento con los acreedores (38.000 millones el año pasado, más de 30.000 millones en 2014), es decir, a detraerlas de la inversión o de los gastos sociales.
El ritmo de endeudamiento sugiere plantear otra estrategia. Es necesario, en primer lugar, generar superávit primario; es imprescincible conseguir tasas nominales de crecimiento económico que sean superiores al coste de la deuda para que sean firmes las expectativas de devolución. El problema no es ya de estabilidad —menos déficit a cualquier precio social o de actividad— sino también de recuperación sostenida de la economía. Es evidente que la política actual quizá pueda conseguir un recorte del déficit, aunque con enormes dificultades; pero lo que desde luego no parece perseguir como tal con el mismo o mayor ahínco si cabe es el crecimiento.
fuenteshttp://elpais.com/elpais/2014/02/17/opinion/1392666730_482572.html

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