domingo, 20 de octubre de 2013

El último aviso

Con el estilo, siempre un punto melifluo, de la cultura democristiana, Duran i Lleida, el mismo día que el Gobierno catalán se metía un gol en propia puerta cifrando en 9.000 millones el agravio del Estado, planteó, con solemnidad calculada, en sede parlamentaria española, la hipótesis de una Declaración Unilateral de Independencia de Cataluña. Lo hizo en forma de advertencia —quien avisa no es traidor— suplicando al presidente Rajoy que no se escabulla y haga política. Duran i Lleida expresaba dos cosas. Primera, la sensación cada vez más extendida, por lo menos en Cataluña, de que la sordera de Madrid ha cerrado cualquier espacio intermedio, de modo que el conflicto ya se ha hecho binario: statu quoo independencia. Segunda, que hay una parte importante de la sociedad catalana que, independientemente de cuál sea el desenlace, no quiere inestabilidad y descarrilamientos en el proceso en curso.
La respuesta de Rajoy se inscribe, como todas las suyas, en la estrategia del desdén. “Este es un conflicto político con un gran apoyo social y requiere una respuesta política”, dice Duran. Mi prioridad es salir de la complicada situación económica y “voy a seguir trabajando para que vivamos juntos”, responde el presidente. Traducido en lenguaje de pasillos: ya se cansarán, Mas rectificará antes de hundirse, y aplicaremos la misma medicina que al plan Ibarretxe. No está tan claro que se cansen, de momento hace un año se hablaba de soufflé y ahora resulta que el problema crece. Pensar que todo es un problema de debilitar a Mas es no enterarse de lo que pasa: Mas está a la baja, pero Junqueras, al alza. Y el mimetismo con el plan Ibarretxe solo expresa la pereza de pensar de los gobernantes.
Hay un problema político, responda políticamente, dice Duran. Solo faltaba añadir: como hizo Cameron. Y Rajoy sigue con la ley y el miedo. En un año no ha llegado otra respuesta de España. ¿Es posible que el Gobierno no tenga una sola idea en positivo que ofrecer a Cataluña? En democracia, un movimiento con la importante base social del independentismo catalán y una petición de referéndum apoyada muy mayoritariamente merecen reconocimiento. ¿Por qué se niega? ¿Por miedo a perder, por una cuestión de principios que impide reconocer a Cataluña como ente político o, simplemente, porque el presidente piensa rehacerse electoralmente a costa de este conflicto? Ni siquiera se quiere entender la señal que viene de Cataluña: estas cosas pasan porque el régimen español está completamente deteriorado. Ningún propósito de reforma. Vía directa a la confrontación.
Rajoy parece confiar en la frenada del último momento. ¿Quién frenará? ¿A cambio de qué, si él no ofrece nada? Tarde o temprano, de un modo u otro, las elecciones no pueden prohibirse, se votará. Entonces, sabremos el peso de cada cosa. Esperemos que, sea cual sea el resultado, todas las partes lo asuman. Y que no haya la tentación de negar las urnas por la fuerza, por parte de quien la tiene, en este caso el Gobierno español. ¿Será el de Duran el último aviso antes del choque?

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