sábado, 2 de noviembre de 2013

Una feroz batalla bajo la aparente abulia europea

El comunicado de la cumbre de la UE sobre el escándalo del espionaje en móviles y correos de líderes y altos funcionarios europeos fue más bien anodino. La Unión dejó en manos de Francia y Alemania unas “conversaciones bilaterales” con Washington para encontrar un “entendimiento” sobre las relaciones entre los servicios de inteligencia. Pero por detrás de esa aparente abulia europea se desarrolla una feroz batalla de presiones, intereses y amenazas.
Las revelaciones de Edward Snowden han llegado en un momento muy delicado, porque la UE tiene abiertos tres frentes muy importantes con Estados Unidos, entre ellos una nueva regulación para la protección de datos, que no se ha modificado desde 1995, que Washington y sus grandes empresas de tecnología quieren dominar a toda costa. Hace muchos años —quizá desde la campaña norteamericana para impedir que Europa regulara el consumo de tabaco— que nadie veía en Bruselas una ofensiva tan formidable, tantos funcionarios estadounidenses dedicados a visitar a eurodiputados, ni tantas idas y venidas de personalidades de Washington dedicadas a propagar el evangelio del desastre para la seguridad mundial que supondría una regulación más estricta de los datos almacenados por las tecnológicas norteamericanas.
Está claro que las últimas noticias sobre el espionaje a que somete Estados Unidos a los líderes europeos no ayudarán a mejorar la credibilidad de esos argumentos. De hecho, la Comisión de Libertades pidió al Consejo —que ahora deberá negociar, y modificar, el texto de la directiva— que actúe con rapidez para conseguir que la nueva regulación pueda ser aprobada antes de las elecciones europeas de mayo próximo. Unos plazos que Estados Unidos quiere retrasar a toda costa, para evitar la influencia de las revelaciones de Snowden en la opinión pública. Para colmo, el Parlamento envió al Consejo, al mismo tiempo que esa directiva, una resolución exigiendo que se suspenda el acuerdo con EE UU sobre el Programa de Seguimiento de la Financiación del Terrorismo, mediante el que, hoy por hoy, las autoridades norteamericanas reciben directamente información sobre multitud de operaciones financieras realizadas en los 28 países de la UE. Es poco probable que esa iniciativa prospere, pero es una muestra del devastador efecto que ha tenido el escándalo en la formidable campaña de presión que viene realizando Estados Unidos.
Lo que han demostrado las revelaciones de Snowden es que la feroz batalla sobre la protección de datos no tiene mucho que ver con el espionaje antiterrorista y sí mucho con informaciones privilegiadas, que dan ventajas en negociaciones diplomáticas y en acuerdos comerciales. Difícil hacer creer que espiar el móvil de la canciller alemana tenga otro objetivo que estar al tanto de lo que piensa Alemania en las negociaciones para el nuevo acuerdo comercial europeo con Estados Unidos, el segundo de los tres frentes abiertos con la UE.
Detrás de estas dos batallas hay otra igualmente importante, y más secreta. Los datos revelados por Snowden no hacen pensar que la NSA haya sido capaz de romper el encriptado del móvil de Merkel. Es seguro que las comunicaciones personales de la canciller alemana, como las de otros líderes y dirigentes empresariales europeos, están sometidas a fuertes códigos, difíciles de penetrar, para evitar los posibles hackers.La enorme duda que se ha abierto ahora es si esos sistemas de encriptación, que se suelen someter a un estándar certificado por el US Institute of Standards and Technology (NIST), fueron violados intencionadamente a fin de dejar instalada una “puerta” por la que pudieran entrar los espías norteamericanos. Si eso es así, se plantea una enorme quiebra de confianza en la neutralidad del NIST. Como relata Foreign Affairs, no caben muchas dudas de que la NSA se ha dedicado prioritariamente a introducir “vulnerabilidad en los sistemas de encriptación comercial” y prácticamente todos los grandes empresarios y financieros de Europa deben estar hoy preguntándose sobre las posibles “puertas” que fueron colocadas en sus móviles y ordenadores junto al sistema de encriptado que avalaba, precisamente, Estados Unidos.

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