lunes, 28 de diciembre de 2015

Elecciones españolas: ¿cambio o caos?

POR: JUAN ANTONIO SANZ PERIODISTA ESPECIALIZADO EN INFORMACIÓN INTERNACIONAL, ANALISTA Y COMUNICADOR JASANZRUS@HOTMAIL.COM | 27/12/2015 | ED. IMP.
Las elecciones generales celebradas el pasado 20 de diciembre en España han convertido el panorama político de este país en un auténtico polvorín. La falta de mayoría absoluta de ninguna de las fuerzas contendientes y las brechas ideológicas existentes colocan a esta nación en una inestable posición que puede derivar en un cambio político que la aleje del bipartidismo de las últimas décadas o en una peligrosa ingobernabilidad que desemboque en nuevas elecciones en 2016.

En un Legislativo con 350 escaños, dominado en los últimos cuatro años por el conservador Partido Popular, los 123 diputados obtenidos por esta fuerza quedan muy lejos de los 176 necesarios para gobernar con mayoría absoluta y mucho más de los 186 que el PP obtuvo en 2011. Este desplome de la derecha gobernante ha tenido su reflejo en la principal formación de la oposición, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que en estas elecciones consiguió solo 90 escaños, el peor de sus resultados en unos comicios generales. 

La contrapartida la ha ofrecido la joven fuerza de izquierdas Podemos, que inaugura su presencia en el Congreso de los Diputados (Cámara Baja) con 69 legisladores. La otra gran formación con mayor presencia parlamentaria es el partido centrista Ciudadanos, que obtuvo 40 escaños. Un resultado un tanto decepcionante, pues en los últimos meses se le había visto como el eventual sucesor del PP en un teatro político alternativo al binomio PP-PSOE.

¿Cuál es la razón del colapso del bipartidismo en España y de la caída en picada del apoyo al Partido Popular? Son muchas y la mayor parte tienen que ver con la crisis económica, que ya se manifestó con fuerza en los últimos años del anterior Gobierno del PSOE y que estalló con el PP, con Mariano Rajoy como jefe del Ejecutivo.

Los últimos cuatro años se vieron marcados en España por una ofensiva ultraconservadora para atajar la crisis, muy acorde con los parámetros trazados en Europa por la canciller alemana, Angela Merkel. El resultado fue una austeridad extrema que rebajó las condiciones económicas, laborales y sociales de los españoles. La reforma laboral de Rajoy abarató el despido y disparó el desempleo, aunque después lo redujo ligeramente devaluando los salarios, aumentando los contratos a tiempo parcial e instituyendo la precariedad en los empleos existentes. 

Con el PP, la deuda pública española creció desmesuradamente, de forma que los compromisos actuales superan el 99.3 por ciento del PIB, con más de un billón de euros. El déficit público ha impedido asimismo que España cumpliera sus compromisos con la Unión Europea, especialmente después de que el Gobierno de Rajoy pusiera como prioridad la ayuda a la banca en crisis, que se llevó más de 50.000 millones de euros de dinero público. España cerrará 2015 con el segundo mayor déficit de la Unión Europea, detrás de Grecia.

La austeridad del Gobierno del Partido Popular se cebó especialmente en la sanidad y la educación, con más de 20.000 millones de ahorro en estos sectores y la brutal caída en la calidad de sus servicios, principal caballo de batalla de los partidos emergentes que reclaman el fin de este “austericidio”, como se ha venido a llamar la política económica del PP. 

El efecto de los recortes ha sido el incremento de la desigualdad, que ha hecho de España uno de los lugares de Europa donde es mayor la diferencia entre ricos y pobres. Subía el número de millonarios al tiempo que se disparaba el número de personas pobres o al borde de la miseria. Uno de cada tres niños está en riesgo de pobreza en España y hay 13 millones de personas en riesgo de caer en esa pobreza o en la exclusión social, es decir un 27.3 por ciento de la población española. 

Con tales datos, no es extraño el terremoto del pasado 20 de diciembre en el escenario político español, con la subida de un partido de izquierda radical como Podemos y una amplia apuesta por el cambio que se está convirtiendo en una auténtica pesadilla para los partidos tradicionales, el PP y el PSOE.

Este maremágnum, que apunta más al caos político que al acuerdo, debería dilucidarse en las próximas semanas. Todos los partidos se oponen con la boca grande a la celebración de nuevos comicios, pero con la boca chica todos temen que esa posibilidad se convierta en enero en una certeza de no lograr ninguno de los aspirantes a la presidencia del Gobierno el suficiente apoyo parlamentario. Si así fuera, el próximo marzo, el rey Felipe VI debería convocar nuevas elecciones, con un pronóstico que no aventuran ni los más valientes analistas.
fuentes: http://opinion.com.bo/opinion/articulos/2015/1227/noticias.php?id=179253

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