domingo, 16 de noviembre de 2014

Un trío que podría ser memorable

Frans Timmermans, primer vicepresidente de la Comisión Europea, holandés, socialdemócrata y mano derecha de Jean-Claude Juncker, cuenta que un viejo armenio, huido en 1915, le hizo la pregunta que llevaba décadas sin formular: “Dígame, ¿sienten los turcos de hoy la ausencia de los armenios?”. La respuesta, dice Timmermans, se la envió la joven escritora de origen turco Elif Shafak: “Desde que usted se fue, mi país se secó. Se hizo estéril, cultural y moralmente”.
Timmermans, que tiene 53 años, es licenciado en Literatura Francesa y en realidad se llama Franciscus Cornelis. Fue ministro de Asuntos Exteriores y luce buen sentido del humor y grandes dotes negociadoras. Cree que lo peor que existe es el miedo, el miedo al otro, que se extiende como una mancha por Europa, y el miedo al futuro, que atenaza a jóvenes y mayores. Vivir así, atemorizados, recuerda a menudo, es vivir como perros.
Juncker, su buen amigo, le ha encomendado las relaciones interinstitucionales, la mejora de las leyes, el imperio del derecho y la Carta de Derechos Fundamentales. Podrían hacer una pareja memorable para el futuro de la Unión Europea porque, en el fondo, son dos tipos con grandes capacidades y proceden de un mundo en el que el europeísmo fue auténtico. De hecho, podrían formar un buen trío con otro personaje tan resabiado como ellos, pero, dicen, incluso más brillante: el italiano Mario Draghi, del Banco Central Europeo (BCE).
La primera escaramuza se está librando ya en el Banco Central Europeo
Es posible que los tres (cuatro, si se suma al presidente de la otra institución comunitaria, el Parlamento Europeo, el alemán, también socialdemócrata, Martin Schulz) sean capaces de hacer sentir su sombra en Europa. Quizás ellos sean capaces de recuperar para las instituciones comunitarias el carácter y la iniciativa que nunca debieron perder y que quedaron hechas trizas con la crisis. Quizás ellos sepan luchar contra el miedo y ayuden a que no vivamos como perros.
Es verdad que Juncker arrastra historias oscuras que pueden terminar por inutilizarle. El sistema tributario luxemburgués, diseñado para que las multinacionales dejen de pagar impuestos en los países donde realmente mantienen sus actividades, es un tema grave. Juncker asegura que se mantendrá al margen de la investigación, pero la pregunta no es si lo hará (faltaría más), sino si es cierta su promesa de ayudar a acabar con esos sistemas fiscales. ¿Será verdad, como dicen sus defensores, que Juncker, un antiguo socialcristiano, busca dejar su huella en la Comisión? Si se leen sus discursos más recientes, así lo parece, para disgusto de Berlín, comodísimo con su aplastante hegemonía.
Quizás ellos sean capaces de recuperar para las instituciones comunitarias el carácter y la iniciativa que nunca debieron perder
Si existe realmente ese plan para revitalizar las instituciones comunitarias, y para regular lo que nunca debió dejarse sin control, habrá que estar atentos, porque Bruselas y Fráncfort van a ser escenarios de batallas formidables, en las que los ciudadanos, casi sin saberlo, nos jugaremos mucho.
La primera escaramuza se está librando ya en el Banco Central Europeo. El discurso que pronunció Mario Draghi en agosto, en la llamada reunión de Jackson Hole, explicando su intención de movilizar recursos para ayudar a la recuperación económica europea, se interpretó como un excesivo protagonismo. Todo el mundo sabe ya que el gobernador del Bundesbank, Jens Weidmann, le exige que actúe de manera colegiada, que se apoye más en los gobernadores de los bancos nacionales de países euro, es decir, en el propio Weidmann.
No se trata solo de una cuestión personal porque Weidmann defiende una posición ultraortodoxa, mientras que Draghi deja abierta la puerta a nuevas intervenciones del BCE para impedir una nueva recesión. “Los planes del BCE de inyectar más crédito barato pueden perjudicar la salud de la eurozona a largo plazo”, protestó esta misma semana el Consejo Alemán de Expertos Económicos. El consejo quiere, incluso, arrebatar al BCE la capacidad de supervisar a los grandes bancos y entregársela a una autoridad separada. La batalla va muy en serio. Harán falta todas las capacidades, todos los colmillos retorcidos, de Draghi, Juncker, Timmermans y Schulz para impedir que los profetas del templo nos tundan a palos una vez más.
fuenteshttp://elpais.com/elpais/2014/11/14/opinion/1415979449_326936.html

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