domingo, 28 de septiembre de 2014

Costes corruptos

¿Cuánto afectan a la marca España en el exterior los casos de corrupción? ¿Se puede medir ese efecto? ¿Es diferente España en este asunto a las democracias de mercado de nuestro entorno? Una aproximación a las dos primeras preguntas se puede obtener acudiendo a un reciente Latinobarómetro.
El pasado mes de julio, la Corporación publicó un estudio sobre laImagen de los países y las democracias, en el que una de sus principales conclusiones, en lo que afecta a este tema, es la estrepitosa caída de la visión de España en el área latinoamericana. Caen España y Europa a lo largo de los años de la crisis, y aunque el factor económico es importante no es determinante en esta enorme minusvaloración de la opinión que los ciudadanos encuestados proporcionan sobre nuestro país.
El Latinobarómetro advierte que en el marco de referencia de la globalización y de Internet, que proporciona “un mundo de información a los pueblos que no se desplazan y no interactúan”, la extensa cobertura de los acontecimientos que suceden en el interior del país (por ejemplo, las protestas contra los recortes) han minado la imagen de España, que pierde 20 puntos de opinión favorable entre 2011 y 2013, pasando de ser el país con más aprobación aquel año a quedar después de EEUU, Brasil, Japón y China. Algo debemos estar haciendo muy mal cuando sólo el 12% de la población de la región cree que España es totalmente democrática.
Algo debemos estar haciendo mal cuando solo el 12% de la población latinoamericana cree que España es totalmente democrática
Respecto a la cuestión de si España tiene modos de corrupción similares a los demás países europeos, conviene concentrarse en la lectura de un libro capital en estas cuestiones, recientemente aparecido: Corrupción y política. Los costes de la democracia(Galaxia Gutenberg), que dejó inédito Javier Pradera. En el estudio introductorio, Fernando Vallespín subraya cómo la corrupción política nos ha estallado en la cara como una bomba de efecto retardado cuando llega la crisis económica. Pradera demuestra que lo que en un principio se vivió como una patología puntual, como las andanzas de una serie de pillos, ha devenido en un rasgo casi sistémico de la democracia española.
El libro no trata de la corrupción en general, como tantos otros, sino de su vinculación a las nuevas condiciones del sistema democrático, su conexión con la “profesionalización de la política” y “el cambio de posición de los partidos dentro del sistema de democracia representativa desde su constitucionalización”. No hay muchos países en los que coincidan irregularidades en la más alta institución del Estado, el partido del Gobierno, el principal partido de la oposición, los sindicatos, la patronal, y cargos de casi todos los colores políticos en casi cualquier territorio.
La conclusión es notoria: el mal fluye por la corriente sanguínea del sistema como un todo. Con una característica muy peculiar: la propagación de casos de corrupción se ha visto complementada con la pasividad para atajarlos. 
fuentes http://elpais.com/elpais/2014/09/26/opinion/1411742122_014713.html


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