sábado, 14 de diciembre de 2013

Los monstruos

No es casual la multiplicación de los programas gastronómicos en televisión: hay que apaciguar al monstruo que llevamos dentro. Recuerdo una agria discusión política, hace siglos, allá en 1975, que se zanjó cuando uno de los contrincantes consiguió inyectar la dosis necesaria de ironía: “Fulano, el monstruo que todos llevamos dentro, tú lo llevas por fuera”. Y Fulano no tuvo más remedio que reírse y enfundar el monstruo. Hay que tener entretenidos a los monstruos, empezando por el propio. Para que no escapen hay algunos recursos experimentados a lo largo de la historia, eso sí, con relativa eficacia, pues hay monstruos que, una vez sueltos, corroen todo. No dejan una palabra sana. Solo cáscaras de lenguaje. No hay mejor antídoto contra la proliferación de monstruos que la libertad. Y la libertad, esa magnífica invención, existe cuando se ejerce. La cuestión catalana no se soluciona con intimidación. Ya andan sueltos algunos aprendices de monstruos que hablan de suspender la autonomía de Cataluña, y los que incluso amagan con eufemismos golpistas, o contribuyen al cambio climático con declaraciones no sé si volcánicas o balcánicas. Tampoco sé si entra en la política de apaciguar monstruos, pero en este contexto llama la atención el discreto acuerdo de la mayoría parlamentaria por el que la Fundación Francisco Franco no deberá devolver ni un céntimo de las subvenciones (150.840 euros) recibidas del Ministerio de Educación y Cultura, supongo dedicadas a pedagogía pacifista. Contrasta esta relajación con el ímpetu con que se ha denunciado el simposio de historiadores España contra Cataluña. El título es una calamidad. Pero habría sido muy positiva la presencia de todos los escandalizados en la conferencia inaugural del catedrático emérito Josep Fontana, por cierto, doctor honoris causa por la Universidad de Valladolid, y que es a la historia lo que Pau Casals a la música. El título de su último libro lo dice todo: El futuro es un país extraño.
fuenteshttp://elpais.com/elpais/2013/12/13/opinion/1386947415_910698.html

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